Domingo tarde noche. El sol hace rato ya ha decidido irse a dormir. Supongo que está como la mitad de los españoles que ayer salieron por la noche, resacoso y pesaroso. Mi cuerpo solo quiere sofá y tele + comida basura, ¿no podría querer una ensalada? Se pregunta una, pero No. Si no es dulce, o frito, mi estómago se cierra en balde. Ay pobre, ha salido a su madre. Y mi cabeza, por su parte, decide que si no me hubiese acostado tarde, hoy podría haberme ido, por ejemplo, a correr y hacer algo de postureo, pero bueno, nadie es perfecto.

Y como estás algo aburrida, en vez de hacer algo de provecho con tu vida, decides meterte en Tinder, que mucho resultado no dará (al menos en mi caso), pero oye, entretener, entretiene. Tiene algo de divertido ver la fauna y flora de los chicos heterosexuales que deciden conocer a chicas a través de una aplicación. Te puedes encontrar de todo, y entre ellos, él.

Podríamos describirlo a él, como un chico rubio, con una barba dejada pero que le sienta de muerte y unos ojos claros. Con unas bermudas y una camiseta negra, como uniforme de vida. Suele tocar la guitarra eléctrica. El típico músico punk que se lleva a todas las tías de calle. Creo que ya os hacéis una idea. Nos conocimos una de las noches que mayor resaca me han traído, fue mi yo borracha la que decidió acercarse, y bueno, lo típico, nos dimos 4 besos e intercambiamos teléfonos. Tras una semana de whatsapps, quedamos, después de la cita, yo imaginaba la boda y la luna de miel, y él decidió volver con su ex. A partir de eso, comenzó la etapa gato y ratón: meses después me habló, yo pasé y le volví a hablar tiempo después, el pasó de mi cara y así… Hasta que me quitó de amistad en facebook. ¿Que cómo lo supe? Porque su perfil seguía existiendo cuando lo busqué con otra cuenta de Facebook.

Podría ir de digna y decir que eso me hizo echarme hacia atrás, pero me considero una persona sincera, así que alguna parte de mí, continuó buscándolo. Casualidades del destino, la ciudad donde vivo no es muy grande, y me lo he encontrado de lejos en un par de ocasiones, realmente no creo que me haya llegado a reconocer.

Hasta hoy, que me lo he vuelto a encontrar en Tinder, cada foto que tenía, me gustaba más que la anterior. Supongo que cuando algo te gusta, te acaba gustando siempre aunque sepas con seguridad que no es para ti. Tras varios minutos de reflexión, mi cabeza ha decidido marcar y darle a que no me gusta, ¿Por qué? Pues porque llega un momento en la vida en el que una, tras varias caídas, una comienza a aprender. Si le hubiese gustado de verdad, él no me habría eliminado de su Facebook, seamos realistas.

¿Y por qué contarlo y que el mundo entero se entere de mis desgracias? Pues porque todos acabamos madurando y lo que hoy no aprendes, tal vez no lo aprendas mañana, ni pasado, pero con el tiempo, lo acabarás haciendo. Porque somos seres humanos y aunque me cueste reconocerlo a veces, los errores no sirven para recordarnos lo patosos y cobardes que somos, no, los errores sirven para volverse a levantar y empezar otra vez de cero.

María TC