Que levante la mano quien no haya escuchado alguna vez que “si no hay celos, no hay amor”. Vaya, ninguna mano, lo veía venir… Todos hemos conocido a personas que se enorgullecen de ser celosas, como si fuese un requisito indispensable para ser una buena pareja – ¡Cuánto daño ha hecho Hollywood! –, personas que culpan de su desconfianza a su ex, personas celosas en sus relaciones sexuales, en el amor, en la amistad o en el trabajo, personas que llevan los celos a cuestas sin saber cómo quitárselos de encima. Los celos forman parte de nuestra vida.

La idea de perder a quienes queremos provoca ansiedad, miedo, incertidumbre y dolor. Algunas personas gestionan ese temor cambiando su mentalidad, es decir, convierten el “voy a perderle” en “me lo van a robar”. ¿Por qué está mal esta forma de gestionar el miedo? Porque convierte a las personas en una posesión, causa sentimientos de culpabilidad, ansiedad y tensión infundados en la pareja y, por último, vivir en un estado de alerta constante acaba machacando la autoestima y el estado ánimo de las personas celosas.

¿Cómo gestionar los celos?

Algo que todos deberíamos hacer a lo largo de nuestra vida –y cuanto antes mejor– es practicar el arte del autoconocimiento. ¿Qué quiere decir esto? Pues algo tan sencillo como invertir tiempo en conocernos mejor. Si comprendiésemos qué es lo que sentimos y porqué pensamos como pensamos, sería muy sencillo entender nuestra forma de actuar. A veces nuestro diccionario de emociones es tan limitado que llamamos tristeza a la melancolía, enfado a la frustración y miedo a la inseguridad.

Con los celos pasa algo parecido, por eso un ejercicio fundamental para las personas que quieren conocer y gestionar este problema es conocer por qué tienen celos y qué es lo que sienten cuando sienten celos, valga la redundancia.

En primer lugar, siéntate delante de un ordenador o una hoja en blanco y dedica unos minutos a pensar en todas las cosas que te hacen sentir celoso.

Siento celos cuando mi pareja da “me gusta” a fotos de hombres/mujeres que no conoce, amigos/amigas, compañeros/as del trabajo y/o familiares.

Siento celos cuando mi pareja sale con su grupo, pero solo salen los chicos y ella/las chicas y él.

Siento celos cuando mi pareja sale con sus amigos y hay alguna chica/algún chico.

Siento celos cuando mi pareja va al fisioterapeuta/psicólogo/dentista/médico y es un hombre/mujer.

Siento celos cuando mi pareja sale a solas con una mujer/un hombre.

Siento celos porque que en el trabajo de mi pareja la mayoría son mujeres/hombres.

Ahora que conoces las situaciones que te ponen celoso tienes que “desmontar” los celos como si fuesen muebles de IKEA. Intenta encontrar todas las emociones, pensamientos y conductas que aparecen junto a los celos y que te hacen daño a ti y a tu pareja.

Los celos me hacen sentir inseguro/a, solo/a, frustrado/a, iracundo/a, aterrado/a, con odio, tenso/a, triste, culpable, confuso/a, hostil, incomprendido/a, decepcionado/a, envidioso/a, etc.

Cuando siento celos pienso que no valgo para nada, que yo me lo he buscado, que mi pareja no me quiere, que no soy lo suficientemente atractivo, que nadie me entiende, etc.

Cuando estoy celoso/a le pago con la misma moneda y tonteo con otras personas, no le digo nada y espero a que adivine lo que ha hecho mal, me enfado y le monto un pollo, le pido que no hable con esa persona, etc.

Ahora ya sabes cómo te sientes, pero la otra persona no. La comunicación es básica para una relación sana, así que ármate de valor y cuéntale todo lo que has aprendido sobre ti y sobre los celos.

Grábate en la mente que los celos son una mala gestión de nuestra inseguridad, y se convierten en algo peligroso y dañino para la relación cuando decides culpar a otro de tus miedos. No te importa más tu pareja cuando sientes celos, no eres mejor novio, ni mucho menos estás más enamorado.

¿Y qué pasa cuando los celos están justificados?

Pues que tu pareja es gilipollas y no se merece ni tus celos ni tu tiempo. Bueno, igual me he pasado de bestia. Lo que para ti es un motivo clarísimo para estar celoso para la otra persona puede ser una bobada. Estableced los límites de vuestra relación cuanto antes –tampoco hace falta hacerlo en la primera cita, eh–, lo que son cuernos y lo que no, lo que os molesta y lo que pasaríais por alto, y sed sinceros el uno con el otro.

Ten empatía y piensa como te sentirías en su lugar. Si te parece que sus celos son injustificados o que tus celos son justos y necesarios, explícaselo. Si no lo entiende y ninguno de los dos está dispuesto a ceder está en vuestra mano poner fin a la relación o arriesgaros a discutir cada vez que alguno haga algo que para el otro es completamente inofensivo.

Eso sí, nunca toleres que alguien te controle, te manipule y te haga sentir culpable por ser sociable, cariñoso, amable, alegre y, en definitiva, tú mismo.

Cuando los celos se convierten en una enfermedad

El síndrome de Otelo o el trastorno delirante celotípico ocurre cuando la persona está segura de que su pareja le está engañando sin ningún motivo para creerlo. La celotipia aparece tras un acontecimiento completamente normal interpretado erróneamente como “raro”, que será el cimiento de una red de desconfianza y posesividad en la que cualquier situación confirmará las sospechas.

La dinámica de la relación se verá perjudicada ya que el celoso hará cualquier cosa para confirmar su delirante teoría, desde espiar las conversaciones de su pareja hasta seguirla por la calle. Haga lo que haga será sospechoso. En este clima de inseguridad y posesividad, es habitual encontrarnos con conductas agresivas, tanto verbal como físicamente.

Normalmente, las personas celotípicas tienen graves problemas de autoestima e inseguridad, y están acostumbradas a sentirse inferiores a los demás. Otra característica es que no suelen interpretar la causa de los problemas en sus relaciones como algo que les concierna a ellas, sino como algo ajeno, en este caso una tercera persona. Como no creen ser las culpables de sus fracasos amorosos, nunca desarrollan la autocrítica suficiente para cambiar su comportamiento. Por si el trastorno celotípico fuera poco, a menudo va de la mano de problemas de adicción al alcohol y otras drogas.

En la otra cara de la moneda nos encontramos con la pareja, que a menudo es la verdadera víctima de esta enfermedad. Al principio suele interpretar los celos como algo romántico siguiendo el ideal de posesividad que nos han vendido desde que somos pequeños, pero a medida que se agravan los síntomas la situación se vuelve incómoda, irritante e incluso peligrosa. La ansiedad y el estrés que supone que te controlen al milímetro puede provocar trastornos de ansiedad o del estado de ánimo, así como un aumento en las discusiones de la pareja y un sentimiento de culpabilidad constante.

No debemos olvidar que el trastorno delirante celotípico no es lo mismo que decir “es que yo soy muy celoso” ni se asemeja a mirar la conversación de tu novio con su ex mientras está en el baño –cosa que también está muy mal, todo sea dicho–. La celotipia no atiende a razones y es una forma de maltrato muy peligrosa pero, además, es un trastorno mental, y como tal debe ser tratado por un psicólogo y un psiquiatra.

Si tus celos, ya sean leves o patológicos, te causan problemas en tu día a día, lo mejor que puedes hacer es ponerte en contacto con un psicólogo. No hace falta llegar a la violencia ni a la posesividad, hay vida más allá de los celos.

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