Sábado noche. Fiesta. La noche pinta tranquila: unas copas con mi grupito, unas buenas risas y a casa, como siempre.

Un amigo de un amigo se nos une y se presenta. Yo le saludo, educadamente, como cualquier otro ser humano haría. Todo bien, sigue la noche. Parece ser que al amigo de mi amigo le caigo muy bien porque no deja de hablar conmigo: me cuenta anécdotas y chistes y yo no paro de reír, que es que soy de risa fácil. Él parece encantado con eso y pone cara de héroe que ha salvado el mundo cada vez que me río. Me da que se está poniendo un poco subidito, pero como soy educada no digo nada y sigo a mi rollo. Pasa el rato y todo sigue igual hasta que el amigo de mi amigo decide invitarme a un chupito. Me empiezo a mosquear pero, aún así, acepto la invitación porque soy educada (por eso y porque quién en su sano juicio rechazaría una invitación a un chupito).

giphy (2)

La noche continúa y todo sigue en la misma línea: el amigo de mi amigo sigue demasiado pendiente de mí, invitándome a chupitos e intentando hacerme reír todo el rato. Empiezo a preocuparme porque creo que me quiere para algo más que amistad, pero él a mí no me interesa. El problema es que soy demasiado educada y amable, y también muy poco creída como para ir de enterada y decirle que no me interesa sin él haberse declarado. Así que me empiezo a preparar para el inevitable NO que saldrá de mi boca tarde o temprano.

Cierra nuestro bar y decido coger un taxi a casa, que paso de complicaciones de transbordos. El susodicho me dice que me acompaña, que no quiere que me vaya sola. Yo le digo que no se preocupe, que no vivo lejos y no hay problema; aún así él insiste y termina subiéndose al taxi conmigo. Cuando llegamos al destino y saco mi monedero del bolso veo que el plasta de mi acompañante ya está recogiendo el cambio: había pagado el viaje. Nos bajamos del taxi, le doy las gracias educadamente por toda su atención y cuando me doy la vuelta para irme a casa él me pregunta que si no quiero que me acompañe al portal. Otra vez mi maldita educación me impide soltarle un no rotundo. Y es ahí cuando veo llegar la catástrofe:

– Oye, es que me gustas mucho, y pensaba que lo mismo te apetecía que pasáramos la noche juntos.

Ha llegado el momento que llevaba toda la noche preparando en mi cabeza:

– Bueno, gracias. Tú también me has caído muy bien pero es que no me interesa tener nada más contigo.

Menudo peso que me he quitado de encima. Por fin he podido soltárselo. Le miro esperando una mirada comprensiva y lo que me encuentro es una cara desfigurada, no sé muy bien si por la decepción o por el enfado.

– ¿Qué? Pero, ¿por qué? Si llevas toda la noche siguiéndome el rollo, ¡pensaba que te gustaba!

gifwtf

¿Es que acaso por ser amable con un tío ya quiere decir que estoy locamente colada por él y quiero sexo salvaje all night long? ¿Es que acaso es tan raro ser educada y reír chistes? ¿Acaso soy una calientapollas por aceptar una invitación a un chupito para luego no querer chuparla?

Estoy completamente segura de que casi todas las mujeres que me están leyendo han vivido alguna vez una situación igual o similar a esta. Encontrarse con tíos que creen que amabilidad es igual a atracción sexual no es tan descabellado como parece, pero aún más indignante es ver que, cuando les rechazas (porque nunca les has aceptado) te echan en cara que hayas sido amable con ellos. Al parecer es tu culpa, mujer, que ellos en algún momento se hayan hecho ilusiones por tu amabilidad o educación; es tu culpa que sus expectativas no se cumplieran y es tu culpa, y jamás la de ellos, que esa noche vayan a dormir solos.

Lo peor de todo es que piensas en una solución (que encima somos tan así que la solución la pensamos nosotras y no ellos) y te das cuenta de que no la hay: si en vez de ser amable eres borde, te juzgarán por ser una siesa o una aburrida; si en cuanto les ves las intenciones decides pararles los pies porque no te interesa/tienes novio/te da ascazo probablemente te soltarán que eres una creída, que ellos no estaban intentando ligar contigo. Y, por supuesto, ya hemos visto que la opción de ser amables tampoco es viable.

Así que, queridos machos que me están leyendo esto y están pensando en lo ridículos que fueron aquella noche: por favor, dejen de culpabilizarnos a nosotras por ser amables porque no tiene sentido. Si les rechazamos acepten la derrota de forma honrada y ya, que no es ningún drama porque, ¿qué ibas a perder? ¿Un par de polvetes? No es para tanto.

Menos male tears y más sentido común.

gif2