Desde los 20 años ando en busca de mi personaje literario favorito. Ahora que nuevamente soy felizmente soltera, con 36 primaveras encima, con mi sexualidad a flor de piel y una mente muy nutrida de pícara imaginación, pues ansío encontrarme con un hombre que tenga tantos por ciento de sus personalidades — un tanto por ciento del carácter de Erick Zimmerman, del dominante Christian Grey, del apasionado Gideon Cross… y el ciento por ciento del deseo sexual de todos ellos.

Mmm… No me voy a poner exigente: con que tenga mucho deseo sexual e imaginación soy feliz.

¡Pero bueno de qué me quejo yo!

Tengo un amigo sexual la mar de imaginativo, creativo y cachondo, cuando de sexo se trata. Esta semana, cuando nos poníamos de acuerdo para uno de nuestros encuentros, mediante mensajes instantáneos me dice:

Él: ¿Usas falda?

Yo: Muy poco. Para trabajar. Pero sí uso.

Él: ¿Y podrás ponerte falda mañana?

Yo: Ok.

Él: ¿Sabes cómo debes estar mañana? Sin maquillaje, sin perfume, ni cremas… al natural.

Yo: Sí, lo sé. ¿No puede ser mejor vestido?

Él: Trata de que sea falda, pero si quieres vestido no importa; pero sea falda o vestido, no te pondrás ropa interior.

Yo: ¡Ooh! Será falda entonces, porque con vestido se notará.

Es mi etapa de las nuevas primeras veces y aquí viene una: nunca he salido sin ropa interior, mucho menos con falda. Me crié en una familia muy conservadora y religiosa, así que, como comprenderán, hay muchas cosas que me dijeron que estaban mal.

Pero soy una chica nueva, con mente abierta, decidida y con mucha confianza en sí misma. Así que sin darle muchas vueltas empiezo a meditar cuál de mis faldas me va bien para la ocasión. ¡Listo!

Un par de horas después, sentada en mi escritorio, comienzo a divagar: «¿y si se nota?, ¿y si me caigo con las piernas para arriba?, ¿y si la falda se me sube y no siento?, ¿y si alguien me mete la mano? Ay! ¡Por Dios! A veces mi imaginación es una perra sin sentido. Me deshago de esas locas ideas y me decido a trabajar.

Al día siguiente me preparo para mi cita: como había pensado, la falda sport me va muy bien; no se nota nada que no llevo ropa interior. Salgo de casa entusiasmada, cada día me gustan más nuestros encuentros sexuales, los dos estamos llenos de deseos, fantasías, creatividad y pícara imaginación.

En el camino al lugar de encuentro voy pensando: «¿por qué querría que vaya sin interior?, ¿qué tendría mi loco amigo en mente?, ¿será qué vamos a ir a un lugar público? Porque le he contado que una de mis fantasías es ésa… ¿Puede ser? Cuando dejo de imaginar, ya estoy en nuestro lugar de encuentro.

Pasan un par de minutos hasta que llega él a recogerme. Subo a su carro y nos saludamos con normalidad, igual que siempre. Me dice:

— ¿Cómo estás?

— Muy bien.

— Ponte el cinturón.

En cuanto termino de ponerme el cinturón retira mi bolso de las piernas, lo pone en el piso, acaricia mi pierna, rápidamente alza mi falda y manda su mano directo a donde os imagináis. Me sorprendo, lo miro directo a los ojos, responde mi mirada y, con autoridad, me dice:

— ¿Qué pasa?

Yo, que estoy en estado de shock, empiezo a notar cómo la sangre empieza a subirme a la cara y le digo que me preocupa que la gente desde los otros carros vea. Él vuelve a decir:

— ¿Y qué pasa??

Para ese momento ya estoy ardiendo, y decido no discutir y disfrutar. Cierro los ojos y me concentro en lo que me esta haciendo. Él mete su dedo en mi interior y ni que decir tiene que ya estoy mojada. Sube su dedo para masajear mi clítoris en circulitos. Ya estoy alterada y, de pronto, sin decir nada, saca su mano y sigue manejando como si nada.

Empieza a darme conversación. Yo no le presto atencion, sólo le digo:

— Me vas a volver loca.

Y es cierto. Porque, en lugar de estar aliviada de que haya sacado su mano porque alguien pudiera vernos, estoy un poco molesta de que lo haya hecho. Quiero que siga tocándome. Es más, quiero que detenga el carro y me coja aquí mismo, sin preámbulos, sin importar la gente que nos mire. Pero él está teniendo una pequeña plática conmigo que, siendo honesta, no voy a recordar. Y, de nuevo, de pronto, sin previo aviso, vuelve a meter su mano entre mis muslos. Sólo alcanzo a ver su rostro antes de cerrar los ojos y… «¡oh!» Creo que lo está disfrutando tanto como yo. Esta vez lo hace más intenso, tal vez un poco brusco, pero me gusta como masajea mi clítoris intensamente. Siento como el calor sube por mi cuerpo y yo sigo chorreando. Vuelve a sacar inesperadamente su mano y me baja la falda. Casi no hablamos. Y si lo hacemos yo no me doy cuenta. En lo único que puedo pensar es en llegar pronto a nuestro destino, para ver si continúa lo empezado.

tumblr_mn665qkDFW1spck1jo1_500

Minutos después llegamos y entramos. Es sólo cerrar la puerta y yo me lanzo sobre él para besarlo. Estoy que ardo de deseo. Él también me besa intensamente. Luego me guía hasta su pene y, con la autoridad que me gusta, me dice:

— ¡Chúpalo! — y yo, encantada, obedezco su orden.

Me encanta dar sexo oral: disfruto un buen rato de su rico y duro glande, lo chupo, lo muerdo, lo lamo, lo succiono… luego me levanta y me da un beso. Me guía a la cama mientras que yo lo voy desnudando. Al llegar al borde de la cama él ya está completamente desnudo. Yo sigo vestida. Él me vira como siempre cual muñeca en sus manos y me pone en cuatro con mis piernas en el suelo y las manos en la cama. Me levanta la falda y, sin contemplación, me penetra duro y se queda quieto disfrutando de estar dentro de mí. Tras unos segundos empieza ese ir y venir lento que me consume, que odio y amo a la vez, de pronto me da una nalgada, mientras sigue con su invasión a mi interior. Luego otra. Y otra y  otra… Son nalgadas intensas que me hacen sentir picor, pero no me duelen en extremo. Sus nalgadas son soportables: la fuerza justa para hacerme sentir delicioso. Y me encantan. Y me tienen excitada a más no poder. Así estamos por un buen tiempo. Hasta que me dice:

— Tienes las nalgas rojas.

Él se detiene para mirarme y dice:

— Estás chorreando. Qué rico. ¡Tócate! Quiero que te masturbes.

Lo hago. Como estoy tan excitada no me toma mucho tiempo hasta que mi cuerpo empieza a sentir el dulce placer del orgasmo.

Mientras tanto, él toma su pene y recorre el exterior de mi coño, de arriba hacia abajo, dejando una sensación exquisita que me hace sentir lo húmeda que estoy. Extiende esa humedad hacia mi culo. Ahí vamos: sexo anal. Con su mano toma un poco de lubricación y la usa en mi culo. Me tenso, pero no tanto. Ya sé que lo me espera… pero me equivoco. Esta vez me penetra sin contemplaciones, de una sola estocada, todo adentro. Duele y caigo sobre la cama. Él sigue sin salirse de mi interior y empieza a susurrar algo en mi oído.

Me quedo quieta y él también. No soporto el dolor y se lo digo. Pero él, retirando mis salvajes rizos de mi cara, me dice:

— Me encanta verte así.

Y no lo voy a admitir nunca, pero me invade la excitación. ¿Va a ser que soy un poco masoquista? Quizás y probablemente.

tumblr_n5lmt5ovLs1tstvt9o1_500

Sus palabras hacen que el dolor desaparezca. Se queda quieto hasta que se retira, me voltea, me pide que sostenga mis piernas con las manos y me vuelve a penetrar por detrás. Involuntariamente me muevo y él se sale para darme una nalgada. Me dice que me quede quieta y, como niña obediente que me siento, lo hago. Esta vez él entra en mí más delicadamente, sale y vuelve a girarme, y me pide que me ubique a lo largo de la cama boca abajo, diciendo:

— ¡Levanta el culo!

Lo hago y nos quedamos así un momento. Creo que se está deleitando con las vistas, cuando, nuevamente, me pide:

— ¡Mastúrbate!

Empiezo un lento toqueteo a mi clítoris, vuelvo a acelerar los motores y empiezo a moverme inconscientemente. Él me penetra de nuevo, aún por detrás. La excitación borra todo rastro de nada que no sea placer. Me muevo mucho. Tanto que él me pide que me quede quieta dos veces. Pero mi mano me está llevando por el delicioso camino de la liberación. Mi cuerpo tiene vida propia y comienza una danza sensual contra la cama mientras él se está cogiendo mi culo. El orgasmo me asalta. Mi cuerpo tiembla. Estoy en mi propia burbuja. Y él me grita algo, aunque ya no sé ni con qué objetivo, quizás para sacarme de mi trance… O no. Se agita y me abraza. Se queda quieto. Muy quieto. Yo sólo disfruto el momento.

Algunos minutos después ya estamos calmados y abrazados. Yo, como siempre, acariciando. Me encanta tocar, acariciar, besar. Soy todo un gatito en ese sentido. O una gatita. Eso a mi amigo le gusta. Mientras lo estoy haciendo, me dice:

— Me gusta contigo. Porque no es sólo sexo. Hay más… Pero no vas a involucrar sentimientos, ¿verdad?

Tremenda pregunta.

Món