Ella siempre fue correcta. En el colegio, estudiante de diez. En el trabajo, responsable y eficaz. Nunca se había saltado las normas, siempre había hecho lo que se esperaba de ella. Nada más terminar la carrera de publicidad encontró trabajo en una agencia. A los 30 años tenía trabajo fijo, un buen coche, una hipoteca y una relación estable con el hombre perfecto: alto, guapo y también con un buen trabajo. Sus vidas eran ideales de cara a la galería, pero ella no era feliz.

Amaba a su chico y sabía que pasaría el resto de su vida con él. Pero en su cama nunca había habido fuegos artificiales. No podía comparar, no había estado con más hombres, pero desde que perdió la virginidad, siempre había sentido que le faltaba algo. Su interior le pedía experimentar. Fantaseaba con situaciones que jamás se atrevería ni a mencionarle a su pareja. Él, tan recatado y tradicional, que no se atrevía ni a asomarse entre sus piernas y saborear su sexo. Con tocarse el uno al otro y sus dos posturas habituales era suficiente.

Aquel fin de semana estaba sola. Su novio estaba fuera unos días por viaje de negocios. Ella estaba inquieta, necesitaba salir de la rutina a la que estaba sometida y vivir. Quiso hacer una locura, saltarse las normas, ponerse en peligro, sentirse incorrecta, y sucia, y mujer.

Pensó en una de sus fantasías más recurrentes, hacerlo con un desconocido. Muchas veces, cuando se cruzaba con algún hombre atractivo por la calle o en el metro, deseaba invitarlo a su casa y follárselo, sin saber ni siquiera su nombre. Era una fantasía que le excitaba especialmente. Así que aquella noche se dejó llevar…

En 5 minutos, se había creado un perfil en una página de contactos. No puso su foto, tenía miedo de encontrarse con alguien conocido, tenía varios amigos solteros que frecuentaban ese tipo de páginas y no quería ser descubierta. No fue necesaria una foto, en seguida empezaron a hablarle hombres a través del chat de la web. Algunos le pedían sexo online con la webcam, otros simplemente saludaban y otros intentaban abordarla con frases simpáticas o románticas para llamar su atención. Curioseó por la web y lo vio: Tigre83, piel color caramelo, ojos marrones, cabeza rapada y torso más que definido. Entre sus aficiones: gimnasio, coches de lujo y fútbol. Entre sus fotos: una sin camiseta y otra con camiseta, pero de tirantes y frente al espejo del gimnasio mostrando músculo. Era perfecto. Fue directa. Le escribió un mensaje privado que decía: “¿Quieres follar esta noche?”. Él tardó unos dos segundos en contestarle “OK. Dime donde”. Ella le dio la dirección de la panadería de su calle y quedaron en una hora allí.

Estaba excitada y aterrada al mismo tiempo. Había sido demasiado sencillo. Él había aceptado sin ni siquiera ver una foto suya. ¿Y si ella no le gustaba físicamente? ¿Y si él tenía intención de robarle? ¿O de matarla? O peor aún… ¿y si no era el de la foto?

Desde la ventana de su salón se veía la panadería. Cinco minutos antes de la hora acordada se asomó a la ventana y observó. A la hora en punto apareció un BMW de dos plazas descapotable. Lo conducía un chico mientras escuchaba música reggeaton a todo volumen. Si es él, y es perfecto, volvió a pensar.  Tras pasar una segunda vez por la calle, logró aparcar dos números atrás de la panadería. Se bajó del coche un atractivo joven vestido con una cazadora de cuero y los pantalones más ajustados que ella había visto en su vida. Sí que era el chico de las fotos. Pensó en no bajar, tuvo miedo, pero el morbo y las ganas de acostarse con otro hombre pudieron más.

  • ¿Tú eres Tigre83?
  • Sí, soy yo. ¿Vives por aquí, vamos a tu casa?
  • Si, vamos

No hablaron más, no hacía falta. No había hecho más que cerrar la puesta de su apartamento cuando él se quitó la chaqueta y la camiseta y se abalanzó sobre ella. Las manos de ella se fueron a su torso desnudo mientras la boca de él se estrelló contra su cuello primero, y contra su boca después. Le acarició los pectorales, bajó hasta los marcados abdominales y siguió bajando hasta su entrepierna. Se sorprendió de sí misma, aquella escena le estaba saliendo natural, jamás pensó que le resultaría tan sencillo meterle mano a un desconocido sin sentirse cohibida. Pero sus ganas podían con todo.

Ya en el dormitorio, aún de pie al lado de la cama, él comenzó a desnudarla. Acarició y lamió sus pechos. Continuó por su tripa y al llegar al botón de su pantalón, lo desabrochó y de una sola vez bajó hasta los tobillos su pantalón y sus bragas mientras la tiraba violentamente sobre la cama y terminaba de arrancarle toda la ropa. Tumbada sobre la cama, él fue directo a besar entre sus piernas. Primero la besó dulcemente y luego comenzó a lamer sus labios, despacio. Muy despacio. Hasta llegar a su clítoris, y aceleró. Y ella también se aceleró. Entonces fue cuando comprendió que hasta ese momento, jamás había experimentado un orgasmo.

Tras varios orgasmos y muchos minutos de pasión, Tigre83 se levantó de la cama de un salto. –Tengo que irme, ha estado genial, cuando quieras repetimos. – Le dijo. La besó en la frente, buscó su ropa por la casa, debió de vestirse en el salón y se fue. Ella, aún en la cama desnuda, agotada y más satisfecha que en toda su vida, calló en la cuenta de que no se había levantado a despedirle a la puerta, podría haber robado algo mientras se iba, o podría haberlo visto salir de allí algún vecino. Quiso levantarse a comprobar que todo estaba en su sitio pero no podía, las piernas le temblaban y el corazón también. ¡Acababa de tener sexo con un desconocido! Y había sido el mejor polvo de su vida.

Raquel Acosta