La claridad se impone lentamente a través de las rendijas de la persiana. La primera alarma del móvil, la  que tengo guardada como “Hoy puedo remolonear», acaba de sonar. Aunque he sido rápida en apagarla, has  llegado a oírla o tal vez ya estabas despierto.

Sea como sea, siento una de tus manos deslizarse por debajo de la tela del camisón, en una caricia suave desde la cintura hacia el pecho. Abandonas el costado para recoger todo mi pecho en tu mano y cuando tropiezas con el pezón lo rodeas un par de veces y lo pellizcas antes de pasar de largo y seguir con tu paseo estimulante.

Ese pequeño botón reacciona a tus caricias y también el resto de mi cuerpo. Sin girarme, me pego más a ti y desplazo mi mano hasta alcanzar tu pierna. Trato de reproducir tus caricias sobre tu muslo y añado un movimiento de cadera que presiona mi culo contra tu sexo.

Sin pronunciar una palabra, buscas mi entrepierna y la descubres ya mojada.

–Ponte de rodillas… –susurras, y obedezco con diligencia.

En vertical sobre tu cabeza, tus brazos me rodean mientras te entregas a darme placer.

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Me concentro en las sensaciones: los lametones en la vagina, la humedad que aumenta, esa rugosidad que golpean tus dedos. Me muevo suavemente para que toques dónde me gusta más. Tiemblo y te pido que me beses: siento urgencia de sentir tu lengua con el sabor de mi sexo.

Te vences sobre mí para cumplir mi petición y tu masculinidad extensa queda peligrosamente sobre mi sexo. Me giro un poco de lado mientras nos besamos. Voy a ponerme un condón, dices, y te enfundas tu solo mientras yo admiro esa polla algo fina pero con cabeza gruesa que deseo dentro ya.

Te tumbas encima de mí y nos besamos de nuevo. Tu sexo roza el mío y elevo mis piernas, dispuesta a darle paso. Guías la penetración con la mano y una vez hallada la abertura, resbala fácilmente por el mojado canal. Empiezas con un par de empujones más fuertes para encajarte bien y luego sigues con un vaivén cadencioso.

Aprovecho la postura para estimular mi clítoris. Te excita ver cómo me doy placer y aumentas la velocidad y la fuerza de tus jadeos. Sé que estás cerca de correrte y ejerzo presión con las paredes de mi vagina para animar tu final y ya no tarda. Esperas un poco antes de salir y retirar el preservativo.

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Yo no he dejado de tocarme y vuelves a tumbarte a mi lado. Mordisqueas mis pezones y me besas despacio. Notas que mi intensidad es mayor y subes la tuya. Recorres mi cuerpo en un contacto tan leve como excitante hasta meterme un dedo otra vez.

Otro dedo hace intención de presionar mi ano y, aunque no atinas en el agujero, me excita tanto tu intención que llego al clímax enseguida. Tú disfrutas de mi orgasmo tanto como yo y me besas antes de tumbarte de nuevo.

–Buenos días…

AMANDA LLITERAS