Llegaste a mi casa anoche y ya te has quejado de pasar toda la mañana metidos en casa, así que esta tarde hemos quedado en salir a dar un paseo, tal vez ir al cine y cenar por ahí. A media tarde, me obligas a ignorar la pereza y a prepararme.

Te duchas tú primero mientras yo elijo qué ponerme. Eres rápido y en el rato que estoy bajo el agua, tú te vistes.  Cuando yo empiezo a vestirme, tú ya estás listo. Esperas pacientemente sentado en el butacón de la habitación, siguiéndome con los ojos.

Ya hace casi un año que salimos juntos pero todavía me pongo nerviosa cuando me miras así. También me  excita e intento hacer lo mismo contigo, así que ralentizo mis movimientos al ponerme el sujetador. Exagero más aún al ponerme las bragas.

De pie, te doy la espalda y me inclino hasta dejar el hueco para pasar la pierna a la altura de mi pie; luego repito con la otra y llevo despacio las bragas hasta su sitio. Veo un brillo especial en tus ojos al volverme. Me exhibo ante ti y me acerco a darte un beso, que,  por supuesto, no se queda sólo en uno y van incrementando la humedad.

Tus manos acarician mis muslos y yo sólo pienso en una cosa. Me arrodillo ante ti, en el hueco entre tus piernas y mordisqueo las arrugas que forma el pantalón  en tu entrepierna. Juegas ahora con mi pelo y sonríes mientras te desabotono. Levantas el culo de la butaca para ayudarme a desnudarte y que la tela no moleste.

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Liberado, tu pene ya presenta una rotunda excitación. Justo un segundo antes del contacto del primer beso salta animado por lo que va a pasar. Lo cubro de besos y al llegar a la punta saco la lengua. Mi mano se cierra alrededor del tronco y realiza movimientos circulares mientras la humedad se acumula en el glande.

Tus ojos están clavados en mí, disfrutando del  placer que te provoca mi boca. Aguanto tu mirada, sonrío como puedo y disfruto de la conexión especial de este momento. Acaricias mis hombros levemente, sin interferir en mi desempeño. Recorro con la lengua fuera el camino hasta la base mientras mi mano se demora en tus huevos.

Me haces una señal para que te bese en la boca. Pasar de lamer tu sexo a comerte la boca me da un chute de morbo extra. Reclinada sobre ti, tienes acceso a mi pecho y lo aprovechas. Te incorporas y yo contigo.

Retiras los tirantes de mis hombros y das carta de libertad a mis tetas. Grandes como son caen por su peso. Las acaricias, las atrapas en tus manos y elevas cada una para lamer en círculos los pezones. Cuando tienes ganas de más, me guías hasta la cama y te dejo hacer. Me sientas en ella, me empujas suavemente hasta dejarme tumbada y ahora eres tú quien se arrodilla.

Apoyo los pies en el borde del colchón y estiras de ellos (y de mí) hasta apoyar uno en tu cadera y otro en tu hombro. Con mi sexo abierto para ti, repartes besos por mis muslos y roces con la nariz, ignorando deliberadamente la parte que cubre la ropa interior.

Empiezo a ponerme nerviosa y entonces posas una mano encima de la tela y tu pulgar realiza una exploración de la zona. Elevo mi cadera, señal de que quiero más, y aprovechas para quitarme las bragas. Mi sexo mojado espera el roce de tu barba que no tarda.

Los lametones van de abajo arriba. El pulgar y el índice te ayudan a tener un acceso más amplio y, cuando tu lengua se detiene en el clítoris, se cuelan dentro, primero un dedo, que se pierde rápidamente en mi interior y luego un segundo que entra con igual facilidad.

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Pronto siento tu lengua sobre la carne que sale de mis labios. Lames y también estiras con los labios como si quisieras tragártelo en un baile ajustado entre el deleite y el dolor. Sacas uno de los dedos de mi coño, mojado, y me lo metes en el culo. Mueves los dos a la vez: entran y salen a buen ritmo, y no puedo evitar las contracciones.

Llevo mis dedos índice y corazón hasta mi sexo y le dan relevo a tu boca. Te incorporas y miras cómo me masturbo contigo y ante ti, cómo muevo mis dedos, cómo elevo mi cadera, cómo tiemblan mis piernas. Cuando llego al clímax, cierro las piernas y mantengo un rato la mano entre los muslos. Te tumbas a mi lado, me besas y esperas que me recupere un poco para continuar.

AMANDA LLITERAS