“Buscando elevar más su autoestima comienza a estimularme,  y yo dejo que mi secreto más oculto salga en forma de orgasmo en el probador de una tienda de ropa”

Hoy toca tarde de compras. Lleva siendo una tradición desde hace años: el último viernes de cada mes, cuando salimos del trabajo comemos juntas y nos damos una vuelta para hacernos de asesora personal la una a la otra. Somos amigas desde niñas.  Fuimos juntas al colegio, al instituto y hasta elegimos la misma carrera. Nos distanciamos cuando ella se echó novio, empezó a hacer planes de pareja y yo me quedé un poco sola. Luego yo conocí a Manuel y volvimos a hacer planes de pareja juntas, aunque no era del todo lo mismo. Por eso, volver a recuperar un día para nosotras solas, sin maridos, sin niños, y volver a hablar de nuestras cosas con una copa de vino.

Al final acabamos en Gran Vía visitando las tiendas de siempre, porque siempre hay un capricho nuevo al mes del que enamorarse. Vamos cargadas de prendas para probarnos, sabiendo que seguramente una vez puestas no nos guste casi ninguna como nos queda. Ella sale primero del probador y yo la veo fantástica. Siempre lo está. Desde que éramos niñas era la guapa, la divertida, la carismática, la lista. Y sigue siendo esa mujer con la que es imposible competir, con la que es casi doloroso compararse. Pero me gusta verla posando para mí con su vestido de vuelo, riendo, mostrándome natural en  esa faceta de ella misma, que sé que reserva para nosotras.

  • ¿Me ayudas a desabrocharme?

Estoy tan absorta mirándola, que tardo en reaccionar. Me meto en el probador con ella, y deslizo lentamente la cremallera de su vestido, disfrutando del aroma de su piel de cerca. Sin poder evitarlo rozo con mi mano su cuello para apartarle el pelo, y en ese momento ella se gira y se me queda mirando como si por primera vez, después de tantos años, fuera consciente de mis sentimientos. Me sonríe, acaricia mi cara y me besa en los labios. Siento que dejo de respirar, que se me para el corazón.

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Su lengua se introduce en mi boca, y mientras cierra la cortina, yo dejo que mis manos se pierdan por su perfecta silueta. La miro y vuelve a sonreír, y esta vez es ella la que pierde sus dedos entre mis piernas, sintiéndose interiormente satisfecha al descubrir mi más que evidente humedad. Buscando elevar más su autoestima comienza a estimularme,  y yo dejo que mi secreto más oculto salga en forma de orgasmo en el probador de una tienda de ropa.

Abro los ojos e intentando eliminar todos esos estúpidos pensamientos de mi mente. Termino de desabrocharle el vestido intentando que mi cara no desvele todo lo que acaba de pasar por mi mente.

  • ¡Gracias amor!

Hay amores que solo están hechos para vivir en la imaginación.

Texto: Silvia Carpallo, autora del libro ‘Decirte adiós con un te quiero’.