Si existiesen los universos paralelos debería haber uno en el que nunca nos conociésemos. Viviríamos en distintas ciudades, naceríamos en distintos años. Sería matemáticamente imposible que tuviésemos los mismos amigos, que coincidamos en nuestro bar o que compartiésemos el viaje en ese bus tan largo que cruzaba de punta a punta la ciudad.

Pero conocernos fue inevitable, en este y en todos los universos.

Habría, eso sí, un universo en el que no nos enamorábamos. Seríamos sólo amigos. Los mejores amigos. Nos emborracharíamos sin que yo te mire de reojo, nerviosa; fumaríamos maría sin terminar deshaciéndonos en besos, imbéciles y descojonados. Sólo amigos. Los mejores amigos.

Y en otro universo, segurísimo, seríamos la pareja perfecta. Lo haríamos todo siempre bien y nunca nada mal. Jamás hubiésemos peleado, ni empujado, ni dudado, ni querido matar, queriéndonos tanto que habríamos perdido para siempre el miedo a odiarnos. Más bien, organizaríamos elegantes cenas, excursiones a la sierra, catas de vino con queso caro.

Existe seguro un universo en el que jamás lo hubiésemos dejado y habríamos pasado del enamoramiento al cariño al altar. Tendríamos dos hijos guapísimos y los tendríamos jóvenes, como querías tú; y al decirle sí a tus sueños yo te hubiese resentido por no haberme ido a vivir al extranjero unos años, como quería yo. Quién sabe: quizá nos divorciábamos. Yo me quedaría con tus guitarras y tú, con la biblioteca: así, para jodernos bien.

En otro universo me pondrías los cuernos.
En ese mismo yo jamás te los pondría a ti.

En otro universo nos hubiésemos alejado. Habríamos perdido nuestros teléfonos, nuestros emails, nuestros recuerdos: yo olvidaría para siempre ese ruido raro que haces antes de soltar una carcajada y tú olvidarías, amnésico, mis manos suaves y mis dedos largos. No nos hubiésemos seguido queriendo a lo largo de los años y cuando alguien mencionase nuestros nombre permaneceríamos incólumes, inalterables.

En otro universo nos reencontraríamos con media vida encima y nos callaríamos todo lo interesante. Jamás me dirías que sueles soñar conmigo y que me recuerdas a menudo. Jamás te diría que fuiste el amor de mi puta vida (con esas mismas palabras) y nos limitaríamos a preguntarnos que qué tal los hijos, que cuánto han crecido, que si en el cole aprenden inglés-inglés o americano.

Y quizá exista un universo donde nos neguemos a volvernos pasado. Donde cojamos todas nuestras equivocaciones y remendemos nuestros pedazos en una único historia feliz, habiéndonos querido de esa manera de la que es imposible salir intactos. Donde no nos guardemos adioses, porque al fin estaremos en el mismo tiempo y en el mismo lugar listos para ser felices como unas bestias.

O quizá no.

YouTube video