Me escribe un amigo la otra tarde y me dice: «Te tengo que contar». Y yo, que para ciertas cosas odio el whatsapp le digo: «No seas cutre y me lo vayas a contar por mensaje. Te pones un chándal y te vienes a casa, que te invito a una cerveza y me lo cuentas». Si ya sabía yo que la cosa iba a traer miga.

Pues aquí mi colega llega y me cuenta que conoció a una chica en una fiesta hace poco. La cosa no tendría más si no fuera porque lleva 6 años con su novia y 4 viviendo con ella. Me dice que quedó con esta chica, que él se siente mal , pero que hay algo que le dice que tiene que verla, algo que le empuja y no puede evitar (pensaréis que le metí la típica charla de «qué mal que lo estás haciendo, eres un sinvergüenza, mira que engañar a María con lo buena niña que es», pero yo a estas alturas de la vida ya intento no juzgar a nadie). El caso es que quedan, se toman unas cañas y hasta ahí todo normal. Pero acaban sentados durante horas en un banco de un parque dedicados en cuerpo y alma al magreo puro y duro.

Y aquí viene mi pregunta: ¿Pero no echasteis un polvo? Y la respuesta es: NO. Y yo oijiplática voy a por la segunda pregunta para confirmar: ¿Pero por qué no os fuisteis a su casa, o al coche, Pedro, por Dios? Y la respuesta: «Pues no sé, pero me lo pasé tan bien, me reí tanto…volví a mi adolescencia. La gente nos miraba y nos daba igual.»

Y como a mi me da por reflexionar sobre estas curiosidades del comportamiento humano, pues le empecé a dar vueltas al asunto y resulta que anoche me iluminé y lo entendí:

Lo que pasa es que se nos ha escondido la pasión. Esa que de adolescentes invadía cada una de las células de nuestro cuerpo. Y lo peor no es que hayamos escondido esa pasión. El verdadero drama es que la hemos sustituido por esa putada que se llama miedo. Que ya no nos atrevemos a ser niños, adolescentes y locos, que creemos que todo esto no es compatible con ser adultos responsables. Y se nos ha olvidado que con eso perdemos vida.

Que tú has sufrido, que te han dejado o has dejado, que has llorado, que te creaste expectativas y no se cumplieron y creíste que el mundo se acababa. Pero ese que tienes enfrente también. Diferentes historias, mismos sentimientos.

Que el miedo es una excusa para no vivir. Y me doy cuenta de que no hacemos bien esto de «hacernos mayores», dejando que los «debo de» ,»tengo que» y «esto está mal» nos encadenen a cosas que no queremos vivir, que nos ahogan obligándonos a esconder a ese chaval/a que se comía el mundo.

Así que os llamo (con toda mi pasión) a buscar a ese niño y adolescente olvidado que todavía está dentro de todos nosotros y a rescatarle porque yo quiero sentir esa pasión de nuevo, sobre todo porque no sé dónde voy a estar mañana. Y por si acaso, hoy quiero morrearme durante horas con el tío que me gusta, en un parque, en una calle o en mi portal. Mirarle como una idiota y reírme y ponerme roja porque me ha pillado la mirada. Quiero un bocata de chocolate para merendar sin importar si engorda. Quiero que me besen a escondidas en el lugar más inesperado y sentir una taquicardia por si nos pillan porque ahí «no se debe», mira, y si nos pillan y nos miran…mejor!

Quiero escupir el papel de la pajita en el burguer. Quiero salir y bailar y tontear, porque lo hago para que tú me mires. Quiero besarte y  que lo único que me importe sea el aquí y ahora porque aquí y ahora eres el amor de mi vida. Quiero discutir y gritar y llorar y que no importe si tengo razón o no, porque, como a los niños, luego todo se  les perdona porque gana el amor.

Quiero irme de cañas y emborracharme, reírme y que nos contemos la vida sin tener la sensación de que me están haciendo un examen para ver si soy la mujer correcta. Quiero jugar y salpicar en los charcos cuando llueve, que se me moje y se me manche la ropa sin preocuparme de lo que pagué por ella o si va a salir la mancha. Quiero que cuando llore se me estropee el maquillaje sin importarme si estoy guapa o fea o si la gente lo nota…o ¿es que nadie llora?

Vamos a despertar a ese adolescente, porque como canta Robe Iniesta…. «que sobran palabras, que faltan momentos» y la vida se hace con momentos, se hace con pasión, no con palabras ni con miedos o ¿De qué te acuerdas tú cuando piensas en tú vida?

Patricia Ponce