Mi vida ha sido, es y asumo que será una maldita broma desde siempre y por siempre.

Nunca he tenido Tinder, asumo que es lo típico que se dice, pero es así. Al llegar a Madrid este septiembre me lo descargué porque mis compañeros de piso lo tenían, mis amigos lo tenían y qué narices, ¿quién no tiene Tinder a estas alturas de la vida?

Pues nada, me descargo la app me pongo mis buenas fotucas de buenorra y sin comerlo ni beberlo… MATCH. Match con él: músico, moderno, del norte y vecino. ¿Qué más le podía pedir a la vida? Ah sí, que trabajase y que estudiase ingeniería. Hablamos antes de quedar, mucho, muchísimo. Yo nunca en mi vida he hablado tanto con nadie. Hablábamos a cada hora, nos contábamos absolutamente todo lo que estábamos haciendo, era como tener una persona prestándote atención 24/7. Magia. Quedamos y fue todavía mejor en persona, nos tomamos cervezas hasta que cerraron el bar, dos besos de despedida y cada uno a su casa. Magia Volvimos a quedar, esta vez a las seis de la mañana, después de haber salido ambos de fiesta, nos liamos muy fuerte en mi portal. Magia, otra vez. Quedamos una tercera vez, en su casa, hicimos el amago de ver una serie y poco más, mano por aquí, me apoyo por allá, que si te beso el cuello, que si te muerdo el pezón, que si acabamos follando fuerte y sin piedad. Magia, más magia que nunca.

Fue una primera vez malditamente maravillosa, yo de primeras nunca jamás en toda mi vida había tenido tanta conexión con alguien, era como que todo tenía sentido. Me acompañó a casa y, como era de esperar, la cosa cambió.

No me escribió al día siguiente, fui yo la que le tuvo que abrir conversación un par de veces, hice terapia con mis amigas y tras muchas horas de monólogo interno convenciéndome de que él se lo perdía asumí que nada nunca es tan mágico. Que la magia no existe, que le dieran por donde quisiera, que mi polvo me había llevado y eso no me lo quitaba nadie.

Supongo que a todo el mundo le pasa, después de esto, dejé Tinder. No me lo borré, pero no entraba jamás. Me pasé dos meses sin usarlo y sin prestarle atención. Hasta ahora, hace un par de semanas se me notificó un super like y nada, volví a bucear por el catálogo de hombres que hay en la capital. Encontré otro príncipe hermoso que me hizo match, era del mismo rollo que el otro, pero en vez de del norte, del sur. Los señores que parece que han nacido para pasear por Malasaña son mi debilidad, no lo puedo evitar.

Con éste no he hablado tanto por el móvil, era mucho más sano. Quedé con él para tomar cañas un par de veces y, efectivamente, se parecía un montón al primero. También era músico, vestían igual, eran del mismo barrio… Yo solo podía pensar en que no tengo remedio, que siempre hago lo mismo y no aprendo, pero bueno chica, la vida está para equivocarse.

Y VAYA SI ME HE EQUIVOCADO. 

Quedé con él ayer, para tomar algo y luego subir a su casa, ya sabiendo ambos lo que iba a pasar. El bar fue maravilloso, la conversación genial, yo ya estaba medio cachonda y no pude ni quise resistirme a que me llevase a sus aposentos. 

Cuando vi el camino que íbamos recorriendo me empecé a mosquear… Era como… Uy, uy, uy… Esta calle me suena, estos edificios me suenan, este portal me suena, estas escaleras me suenan, este ascensor me suena.

ME CAGO EN MI VIDA QUE ERA EL MISMO EDIFICIO QUE EL DE MI PRIMER MATCH. SI ME VIÉRAIS REZAR EN EL ASCENSOR ESPERANDO QUE PULSARA CUALQUIER BOTÓN MENOS EL ‘2’ OS REÍS DE MÍ HASTA EL AÑO QUE VIENE.

Efectivamente, pulsó el dos. Ya no tenía esperanza en que fuera a entrar al ‘B’, en lugar de al ‘D’, ya asumí que iba al matadero. Mis dos únicos matches con cita real que he tenido en Tinder SON COMPAÑEROS DE PISO. ¿¡Pero no se supone que Madrid es una ciudad grande y que todo el mundo tiene Tinder?! ¿¡Por qué mierdas tengo que ir a quedar con dos compañeros de piso, que resultan ser mejores amigos si yo soy buena persona y nunca hago daño a nadie?!

No sabía donde meterme, no sabía si salir del ascensor, si tirarme por las escaleras, si explicárselo al segundo, si llamar al primero, o qué narices hacer. Pues nada. No hice nada. Me dejé llevar y entré a la casa. ‘Voy a presentarte a mis compañeros de piso’ y yo pensando ‘JEJEJEJEJEJEJ NO HACE FALTA’. Me presentó a dos, resulta que viven cuatro. El cuarto en discordia era el que faltaba y no estaba en casa. GRACIAS DIOS.

Estuvimos un rato hablando, me dijo de entrar a su habitación, le dije que se me había hecho tarde y que me tenía que ir. Me fui con un nudo en la garganta, sintiéndome fatal, como si estuviera engañando a mi novio o algo y jolín, yo no he hecho nada de nada.

Sé que se lo tengo que decir, pero no sé cómo hacerlo, además me gusta muchísimo y no puedo dejar de pensar que en cuanto se entere me va a mandar a paseo.

ES QUE POR DIOS ME HE TIRADO A SU COMPAÑERO DE PISO. 

Mujeres del mundo: ayuda, por favor. 

 

Anónimo

Envía tus follodramas a [email protected]