No tengo nada en contra del alcohol. Es más, cuando me pongo me pongo y bebo como una cosaca. Pero hay niveles y niveles y situaciones y situaciones, y la que os voy a contar a continuación entró de lleno a formar parte de mi catálogo de malas citas ocupando el primer puesto.

Yo llevaba un tiempo de bajona porque mi exnovio me había dejado por una amiga del pueblo. Fue un golpe muy duro, toda la gente del pueblo se enteró y yo decidí que era el momento ideal para pirarme a Madrid y empezar de cero trabajando de lo mío, ingeniería informática. Por suerte las ofertas laborales me llovieron y, sorprendentemente, los polvos también.

El caso es que entre match y match, conocí a Juan Miguel, un chico que iba de poeta, follador y salvador de las mujeres. Lo sé, debí haber salido huyendo, pero como yo seguía un poco floja de autoestima decidí darle una oportunidad y no vi las señales de alarma.

Lo bueno es que toda esta experiencia me sirvió para darme cuenta de las cosas que no debe decir un hombre para ligar.

  • No digas que te mide 20 centímetros si no te preguntan solo para hacerte el chulo porque prefiero un tío interesante que un tío con un pseudopollón de medio metro.
  • No digas que eres un Dios del sexo y que todas las tías con las que has estado se corren 10 veces como mínimo sin venir a cuento. Está científicamente demostrado que a más fantasma eres, peor se te da follar.
  • No hables de las chicas a las que te has follado con una tía a la que acabas de conocer si no te pregunta, porque es bastante probable que se sienta incómoda. Créeme, no hace falta.

Volviendo a mi rocambolesca historia, Juan Miguel y yo decidimos quedar. Yo pensaba de verdad que sería el polvo de mi vida, así que me puse guapísima y me hice unas ilusiones tremebundas. Tonta de mí, pero se había autodescrito como un puto actor porno en el cuerpo de un biólogo, así que yo me confié.

Para empezar, llegó borrachísimo a la cita. Lo juro por lo más sagrado, no son imaginaciones mías. Iba más pedo que Alfredo y se empeñaba en decir que no, que estaba sobrio, pero era imposible. Hasta la Duquesa de Alba vocalizaba más que él.

Para seguir, se pasó toda la cita llamándome Lucía, que era el nombre de su ex. Ex a la que supuestamente dejó él porque no estaba a su altura en la cama. Claaaaro que sí.

Para terminar, me dijo que me quería al despedirnos. Yo no sabía si reír, llorar o salir huyendo.

Por supuesto, no volví a quedar con él. Podría entender que estuviese jodido por una ruptura chunga, pero a mí me pusieron los cuernos con una amiga y mantuve la compostura durante toda la cita.

Anónimo