Después de romper con mi ex pareja de cinco años, estuve alrededor de siete meses sin conocer a ningún chico. Empujada por mi necesidad de contacto carnal, decidí intentarlo por alguna red social de ligoteo. Mis amigas me recomendaron badoo, ya que es una app bastante sencilla y en la que, por estadística, debería haber algún empotrador que estuviera dispuesto a quitarme el himen que se me había recompuesto después de una larga temporada de sequía.
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En cuanto me creé la cuenta conocí a un chico (procedente de Ghana) que a primera vista me cautivó. Tenía un cuerpo de los que se sueñan, de esos que te imaginas en tu cama en una noche de invierno y sólo se te viene a la cabeza una cosa: hacerle el salto del tigre y no dejarle escapar. 
Dicho esto, decidí quedar con él. Todo fue a mejor una vez que nos vimos en persona, ¡¡¡¡era un semidiós!!!!!
Me subí en su coche y nos fuimos a un parque precioso que llevaba tiempo diciéndome que quería enseñarme. Una vez que llegamos allí estuvimos paseando un rato, y debo decir que me sentí un poco incómoda porque su móvil no dejaba de sonar. Como buena andaluza cotilla que soy, eché unas miraditas y creo que conté al menos tres chicas que le decían de quedar esa misma tarde. Era un fucker, pero no me importó, ya que en mi cabeza sólo estaba llevármelo al huerto.
Empezamos a tontear un poco, y nos acercamos a una especie de lago que había en el parque, estábamos haciendo un poco el tonto y de repente llegaron unos patitos con su respectiva mamá pato. Yo, muy emocionada por la tierna escena, me acerqué para verlos mejor, con tan mala suerte que empezaron a ocurrir una serie de desgracias naturales.
La mamá pato, al parecer, se sintió atacada por mi acercamiento y me atacó, y con el susto el pie se me coló en el montón de barro que separaba el lago del césped. No acaba aquí la cosa. Mientras intentamos sacar mi pie de ahí, con la mamá pato un poco nerviosa, y yo más aún, mi bolso acaba en el agua. Adiós móvil, adiós cartera, adiós todo. Finalmente pudimos recuperar el bolso, y lo único que quedaba intacto era el espejito de primark. Lo demás, empapado.
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Yo, al borde de la desesperación, le digo que por favor me lleve a casa. Él, que no paraba de reír, me ofrece ir a su casa que estaba más cerca, para que no cogiera frío. Llegamos a su casa y las desgracias no dejan de sucederse. Resulta que él vivía con sus padres (yo no lo sabía) y cuando llegamos a su casa nos los encontramos en el salón.
Os pongo en situación: yo, apareciendo por el salón bajo la mirada atenta de padres incrédulos que me miran preguntándose quién es la chica que aparece con su hijo llena de barro y con un bolso goteando agua. Pasamos a su habitación, me deja un pantalón seco y unos calcetines limpios. La cosa empieza a ponerse tensa, y yo, que al principio me cortaba, pensé: de perdidos al río, hago como si no estuvieran sus padres.
Acabamos manteniendo relaciones sexuales, si se les puede llamar así, porque creo que el polvo no duró ni 2 minutos. Con mi decepción añadida, me dispuse a irme a mi casa. Pero llegó la última cosa que podía pasarme ese día. Sí, aún faltaba.
Su padre, con una cara bastante enfadada, nos indica que nos sentemos en el sofá, los dos. Lo hacemos, y comienzan a hablar en su idioma local, del que yo no entendí ni los resoplos. El chico, del que no recuerdo el nombre, bastante enfadado se levanta y se va, dejándome a mí sentada con su padre. Yo decido ir detrás de él y ya le pido por favor que me lleve a casa. No sé qué se dijeron, aunque puedo imaginarlo, pero tampoco me interesé.
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A día de hoy no hablamos, pero creo que nunca olvidaré esta cita.
Más tarde, por badoo también, encontré a mi actual pareja. Así que no todo es malo.

Alba.