Has perdido, ya sea un trabajo, una ilusión, una amistad, una pareja o una creencia. Actualmente vas perdiendo en el marcador de tu vida. Uno a cero ganando la mala suerte, cual parte baja de cualquier zapato, esa que tan pisada se siente. Esa que se pregunta desde hace un tiempo por qué la ruleta de su existencia se parece más a una rusa que a una de la suerte. De repente el mundo por alguna razón ya no parece tan bonito como lo pintan en los anuncios de cereales, ahora es más dolor que color. Y esto por desgracia es tan solo el principio, el disparo de salida de una partida que nunca pensamos que podríamos perder. Ahora empieza la peor parte de toda bajada: la dura subida, pero te aseguro que cuando llegues a lo alto, ganarás en vistas, y sobre todo, en superación.

Como en toda relación la parte más dura son los momentos bajos, esos en los que el túnel no tiene pinta de tener ninguna luz al final, y un pedrusco enorme hecho a base de decepciones taponando la entrada. Y ahí en medio, tú, tú contigo misma. No la tía que te cae bien, no hablo de esa que canta en la ducha, no te defino a la chica que usa pintalabios rojo un martes cualquiera, ni de la que baila delante del espejo en ropa interior. Me refiero a esa que ha dejado de echarle azúcar al café y a la vida. Esa que tiene el alma llena de moratones gracias a la hostia que la vida le ha concedido. Me refiero a esa que leyendo entre estas líneas encuentra partes que siente más presentes que nunca, pero que nunca es agradable tener cerca.

Tienes varias opciones. Puedes quedarte donde estas, chillar, llorar o patalear. Todo en el mismo lugar, esperando a que pase, esperando a que el tiempo haga efecto, o que llegue alguien y cause magia, un truco de esos en los que el conejo desaparece. Pues tengo una noticia: esconderlo, hacer trucos o quedarse quieto no hace que la vida frene, ni siquiera que baje un cambio. Nadie va a esperar a que pases página, ningún tren llegará a tu estación mientras te quedas inerte mirando al andén: la única que se va a quedar rezagada, la única que perderá momentos, oportunidades, y hasta personas, serás tú. Tú, yo, él o ella, cualquiera puede ser víctima de los disparos que la vida da.

Hay ojos y sonrisas que jamás deberían perder el brillo que las alimenta, y tú, no dudes que eres dueña de ellas. Sin embargo, caer, tumbarte y tomarte un respiro a veces llega a ser recomendable, incluso terapéutico. Ver el mundo desde otra perspectiva ayuda a activar sentidos antes desconocidos, el sentido del perdón, al mundo o a una misma. El sentido del tacto, el tacto por las personas que nos rodean, esas que no sabemos si están en la cúspide o en las zonas bajas de su vida. El sentido de la orientación, que nos guiará hacia la salida, ya sea de emergencia o por puerta trasera, de lo que se trata es de salir. Porque una tiene que dejar atrás lo que no nos beneficia, lo tóxico, lo podrido. Desde situaciones, momentos o personas. Sea lo que sea lo que nos ha llevado a este punto se ha convertido en la casilla de salida de una nueva partida. Lo malo, lo horrible, lo jodido es tan solo un capítulo de nuestras vidas, pero no el libro completo. No dejemos el marca páginas clavado en el capítulo malo del best-seller que protagonizamos.

La vida a ratos es como una carretera de noche y con las luces fundidas, en la cual, cuanto mas nos adentramos, cuanto más metidos en ella estemos más posibilidades tendremos de perdernos, tantas como terminar encontrándonos. La cuestión siempre será nunca dejar de conducir. Porque no nos damos por vencidas, aunque no encontremos la salida a la primera. Acabará pasando, te lo prometo, muchas hemos estado aparcadas en la cuneta en algún momento de nuestras vidas y es un lugar en el que al final comprendes que no te puedes quedar a vivir. Cuando te des cuenta de ello, cuando ese algo llegue y  active de nuevo tu paso, habrá un día en el que ojearás uno de esos capítulos jodidos y que tanto daño hacía, y te darás cuenta del poco sentido que tiene ahora mismo. Darás gracias por la lección aprendida, por el camino tomado, pero nunca por la derrota asumida. Porque cuando se juega, es para ganar, a pesar de los contras del mundo, apostando siempre por tus pros. Ahora coge carretera, manta y algunas cervezas, vamos a salir de esta.