Antes de nada, aclaro que lo que viene a continuación va a ser, puro y duro, un texto de desahogue. Lo digo porque si hay alguien a quien no le apetece leer dramas por el motivo que sea, puede quitar la pantallita ahora mismo.
Os contextualizo un poco: desde el inicio del 2018 mi vida ha dado un giro de 180 grados. Antes vivía con mi novio en Barcelona, estudiaba y tenía una vida más o menos feliz. Aproximadamente a principio de año, tuvo un accidente de moto (por el cual ya escribí aquí hace cosas de unos meses) (los consejos que disteis fueron estupendos y está todo solucionado) (sois amor <3). Dejando de lado las subidas y bajadas que eso hizo a nuestra relación, también implicó una serie de cosas. Yo decidí irme a vivir con él, a su pueblo, con sus padres, para seguir juntos. Pero llegado cierto punto, a mi padre le detectaron un cáncer terminal. Así que por motivos obvios, dejé de vivir con mi pareja (que lo entendió perfectísimamente) y me fui a vivir con mi padre, que vive en un pueblo vecino, ya que era lo que el cuerpo me pedía.
Pues las desgracias no acaban aquí. El primer día de visita al oncólogo, de los nervios, mi padre se tropezó saliendo de casa y se rompió un brazo. Eso le ha dejado totalmente inválido para hacer la mayoría de cosas del día a día, por lo que me necesita 24/7 ahí. Para más inri, una amiga, por motivos que no vienen a cuento, me pidió casi de rodillas si podía encargarme de su hija durante un mes porque ella tenía que hacer un viaje importantísimo y no podía llevársela. La criaturilla tiene 6 meses. Así que mi situación ahora mismo es: tengo un padre con cáncer terminal, con un brazo roto, un bebé al que cuidar (que me mantiene prácticamente en vela todas las noches) (las que tengáis hijos sabréis a qué me refiero) y un novio con altísimas posibilidades de que se quede cojo de por vida, al que no puedo ver desde hace un mes porque los dos primeros me mantienen atada cerca de ellos porque me necesitan.
Y diréis, ¿qué tiene que ver todo esto con cuestiones de la talla? Pues a eso iba. Antes de todo esto, yo era vegana, aficionada al deporte y me cuidaba bastante. En todo el proceso por la ansiedad no he sido capaz de seguir el veganismo y he ganado un par de tallas (estoy en la 38, que diréis, no es mucho, pero en mi caso que soy de constitución pequeña, pues es). Y hoy el día había amanecido bien. La pequeñina me ha dejado dormir 6 horas durante la noche (lo cual es MARAVILLOSO), mi padre estaba extrañamente optimista (y eso me contagia), y como la peque se ha quedado dormida tal cual después del bibe, eso me ha dado unas fantásticas horas para ducharme y decidirme a ir a hacer la compra. Con el agua al cuello, eso sí, porque ahora mismo mi vida es ir 24/7 con el agua al cuello (insisto, los que tengáis niños pequeños y/o personas enfermas que cuidar me entenderéis).
Total, que con las prisas no he desayunado y he ido en ayunas a hacerlo todo. Y mientras compraba me he emocionado como una cría al encontrar un par de pastas veganas en el super y un café enlatado de soja. Y me he dicho, ¿por qué no? No es lo más sano del mundo, pero me lo merezco. Además, para volver a casa de mi padre tengo que subir una cuesta tremenda con el carro durante literalmente 20 minutos. Y no es lo más adecuado hacerlo en ayunas.
Y hállome yo en mi felicidad máxima subiendo la cuesta, con mis pastitas y mi café, que se me cruza uno de esos abuelitos adorables de pueblo y me hace señas para que me acerque. Y cuando lo hago me suelta la frase estelar, casi en plan confidente.
«No comas tanto que te vas a poner gorda, y tienes una cara muy guapa para ser una gorda».
Olvidaba añadir un detalle a todo esto. HE SIDO una gorda, durante casi toda mi infancia y adolescencia, y un trastorno de alimentación (anorexia) me dejó en los huesos de una forma que jamás habría querido hace 3 años.
Y mira, será por todo lo que llevo acumulando, por estar intentando sacar adelante a todo el mundo, y porque es la primera vez en mucho tiempo que intento darme un capricho para mí y sin cargo de conciencia por ser vegano… no sé exactamente por qué ha sido, pero todo mi optimismo, todo mi buen humor y mi motivación se han ido a la mierda. Y sí, sé que el hombre no lo ha dicho con mala intención, que para él ha sido un cumplido, pero en mis circunstancias no lo he vivido así.
No sé, no sé ni tan solo que espero contándono aquí, supongo que alguien que me diga que no es para tanto y que de cosas peores he salido y estoy saliendo. Pero es duro, todo en general. Y ojalá la gente se pensara un poco más a quien dice las cosas, porque no sabes nunca qué tipo de guerras interiores puede tener alguien a quien le dices un simple comentario del peso.
Muchas gracias por leerme.