Marcos Y Lucía: capítulo 1

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  • Moetsi
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    Moetsi on #158969

    Existe una leyenda que cuenta que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo sujeto al dedo meñique. Es invisible y permanece atado a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar y de las circunstancias.
    El hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca puede romperse.
    Estoy firmemente convencida de que esa clase de amor existe.
    El amor verdadero, el que te une para siempre a otra persona, el que está por encima de todo lo demás, el que te atraviesa el alma.
    Y puede que no sea perfecto, pero existe.
    Soy una romántica empedernida, siempre he creído en el amor a primera vista, en los finales felices, en las almas gemelas, en el destino y en que las cosas pasan porque a veces está escrito, y así es como tiene que suceder.
    A veces vivo un poco en las nubes y me gusta soñar despierta.
    Imagino situaciones, conversaciones, encuentros y momentos que me gustaría vivir y sentir y he tenido la suerte de que algunos de ellos se han hecho realidad.
    Yo encontré a la persona que estaba en el otro extremo de mi hilo rojo y esa es la historia que os quiero contar.

    Nunca creí que algo así podría pasarle a alguien como yo, mis inseguridades siempre me llevaron a pensar que jamás encontraría a mi alma gemela, simplemente porque cuando me miraba al espejo, no veía a alguien digno de ser amado.
    Físicamente no me considero nada del otro mundo, soy alta, tengo el pelo castaño, largo y un poco ondulado.
    Tengo los ojos verdes, la piel clara y pecas en la cara.
    Hay quien lo ve como un defecto, pero a mí me gustan mis pecas.
    Uso una talla 42, que a veces se convierte en una 44 cuando me dan ataques de tristeza y me alimento de comida poco saludable y bolsas de patatas fritas.
    Pero no me preocupa subir una talla, lo que me preocupa realmente es estar triste y pasa más a menudo de lo que me gustaría.
    Llevo dos tatuajes y un piercing en el ombligo que me hice porque me gustaba, pero jamás lo enseño porque no me siento especialmente orgullosa de mi barriga.
    Tengo muchos complejos, sobre todo con mi cuerpo, y eso me hace sentir insegura.
    Soy tímida, reservada, a veces un poco indecisa.
    Me apasionan la lectura y la música y me gusta bailar cuando nadie me ve, soy demasiado vergonzosa para hacerlo en público.
    Soy bastante paciente y de carácter tranquilo, no me gusta enfadarme ni discutir.
    Vivo sola desde hace un tiempo y disfruto mucho de los silencios.
    Tengo familia, padres y dos hermanos mayores que yo, un chico y una chica y aunque los quiero mucho, soy muy distinta a ellos y siempre he sentido que no terminaba de encajar en mi familia, por esa razón me independicé a los 22 años.
    A todo el mundo le pareció una locura, creían que era demasiado joven para vivir sola, pero yo soy más feliz y vivo más tranquila desde entonces.

    Abandoné mis estudios a los 19 años en un inconsciente acto de amor, creyendo equivocadamente que aquel chico por el que tomé esa decisión, era el hombre de mi vida.
    Él era algo mayor que yo y ya llevaba un par de años trabajando en el negocio de su padre, le conocí cuando yo tenía 15 años, y a pesar de ser tan joven, en aquel momento estaba segura de que le quería.
    Habíamos hablado del futuro muchas veces, soñábamos con una vida en común, y pensamos que si los dos trabajábamos podríamos ahorrar para comprar una pequeña casa y formar una familia.
    Cinco años después, cuando cumplí 24, lo único que conservaba de aquellos planes era mi trabajo.
    Al menos me gustaba lo que hacía, trabajaba en una tienda de decoración para el hogar y me encantaba pasarme las horas allí rodeada de tejidos, de colores y de aromas.
    Siempre salía temprano de casa para tomar un café antes de entrar a trabajar, me gustaba pasar un ratito en ese pequeño bar que había frente a la tienda, me sentía cómoda charlando con Vicente, aquel hombre tan simpático que todos los días me recibía con una sonrisa en la cara y una buena taza de café con aroma a avellanas tostadas.
    Así que una tarde más, había salido de casa para coger el autobús con mi Mp3 conectado y me dirigía de camino al bar mientras escuchaba Love Is All Around.
    No sabía por qué, pero llevaba días escuchándola sin parar, sentía que esa canción era especial.
    Aquella tarde descubrí mientras era atropellada por un coche de juguete, que esa canción estaba en mi vida por una razón, y esa razón era Marcos.
    Cuando estaba llegando a la puerta del bar vi a dos chicos en mitad de la calle haciendo carreras de un lado a otro de la acera con un coche teledirigido y de pronto uno de ellos atropelló mis pies con aquel coche.
    Corrió hacia mí para recogerlo y disculparse mientras yo me reía quitándole importancia a aquel pequeño accidente.
    Cuando él levantó la mirada me quedé inmóvil durante unos segundos admirando esa enorme y sincera sonrisa de disculpa que me estaba ofreciendo.
    Nuestros ojos se encontraron por primera vez y tuve una sensación muy extraña, no sé cómo ni por qué, pero supe de alguna manera, que aquel chico formaría parte de mi vida.
    En aquel momento no lo sabía, pero terminé enamorándome en silencio de su sonrisa y de todo lo que la acompañaba.
    Entré casi a tropezones en el bar aquella tarde, un poco por el atropello y un poco por la sensación nerviosa que se me había quedado después de mirarle a los ojos.
    Vicente estaba como siempre, con una taza preparada en la mano, esperando a que me acomodase en mi sitio preferido, un taburete que él mismo había colocado en el rincón de la barra para mí.
    Desde allí se podía ver la calle a través de la cristalera, y aquella tarde especialmente, agradecí tener mi rincón libre, podía ver el sol entre los edificios y podía verle a él, que seguía jugando con su coche teledirigido.
    Mientras tomaba mi café, vi que de repente aquel chico se dirigía hacia el bar.
    Me removí nerviosa en el asiento y cambié mi postura intentando disimular que llevaba un buen rato mirándole.
    ¿Se habría dado cuenta?
    Pasó por delante de mí, volviendo a dedicarme una sonrisa y se metió en la barra del bar para coger una botella de agua mientras le contaba a Vicente que estaría un rato más con su amigo y después iría a visitar al resto de la familia.
    Vicente y Loli, su mujer, me habían contado que tenían dos hijos.
    Rocío era la mayor, estaba casada y tenía un niño que se llamaba Daniel, alguna vez los había visto en el bar.
    Y después estaba su hijo Marcos, que se alistó en el ejército con 20 años, 6 años después había logrado ascender y decidió viajar a una misión en Afganistán.
    Había pasado 8 meses fuera pero pronto regresaría a casa, enseguida me di cuenta al verle entrar en la barra de que el chico que me había atropellado era Marcos, el hijo de Vicente y Loli.
    Y mientras yo analizaba esa información, los dos murmuraban al fondo del bar sonriendo y mirándome con cara divertida.
    Vicente se acercó para presentármelo:

    -Lucía, este es mi hijo Marcos, ya me has oído hablar de él, ha llegado esta misma tarde.

    Sonreí tímidamente y él le explicó a su padre entre risas, que ya nos habíamos conocido unos minutos antes.

    -Hola Lucía, encantado de conocerte, otra vez. ¿Cómo te gusta tomar el café?- me preguntó.
    -En taza y con leche fría- contesté un poco sorprendida por su curiosidad.
    -Mis padres se van a tomar unos días de descanso y seré yo quien te lo sirva, supongo que nos veremos a menudo a partir de ahora.

    Salió de la barra en dirección a la puerta pero antes se dirigió a mí de nuevo:

    – Prometo no recibirte todos los días con un atropello- dijo guiñando un ojo mientras salía del bar.

    Vicente me explicó después que Marcos era un gran aficionado a los coches teledirigidos, tenía una pequeña colección y su amigo Alberto pensó que recibirle con aquel regalo sería un gran detalle de bienvenida.
    Terminé de tomar el café y me fui a trabajar mirando el reloj, y deseando que pasaran rápido las próximas 24 horas para volver a encontrarme con él.
    Cuando llegué a casa por la noche, me preparé un sándwich, me senté en el sofá y encendí la tele, pero ni siquiera la estaba mirando, llevaba toda la tarde pensando en Marcos.
    Físicamente era muy atractivo.
    Era un poco más alto que yo, con pelo castaño, corto y sin barba, ojos verdes y piel ligeramente dorada.
    No estaba musculado en exceso, pero tenía cuerpo atlético, de espalda ancha y brazos fuertes, esa tarde llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros y se podía intuir que se le marcaban los abdominales.
    Pero su sonrisa era lo que más me había llamado la atención, amplia, confiada, sugerente, dulce y descarada a la vez, pícara y seductora, expresaba cientos de cosas al mismo tiempo, era esa clase de gesto que podría hacer suspirar a cualquiera.
    Y a mi me pareció irresistible.
    Al día siguiente, tal y como esperaba, Marcos estaba en el bar cuando llegué.
    No solía haber más clientes a esas horas, y allí estábamos, solos los dos, y yo tan nerviosa que no sabía ni cómo comportarme.
    En el trabajo estaba más que acostumbrada a hablar con docenas de personas a diario, pero cuando se trataba de relaciones personales, me costaba mucho entablar una conversación.
    Pero él era muy extrovertido y enseguida empezó a hablar conmigo.

    -A mi padre le gustas, normalmente no me habla de los clientes del bar, pero contigo si lo ha hecho.
    -¿Y qué te ha contado?
    -Me ha pedido que te trate bien, y me ha dicho que eras especial. ¿Qué te hace especial Lucía?- preguntó con una sonrisa de medio lado que hizo que me temblasen las piernas.
    -Nada, créeme. Vengo todos los días desde hace meses, y a estas horas no suele haber nadie aquí, lo dirá porque hablamos mucho, tu padre es muy agradable.
    -Algo tendrás, mi padre no se equivoca, se le da bien conocer a las personas. Supongo que tendré que descubrirlo yo también.

    Terminé rápido mi café y me despedí.

    -Bueno, me voy, es hora de abrir la tienda.
    -¿Te veré mañana?
    -Claro- dije saliendo por la puerta.

    Giré ligeramente la cabeza para verle y estaba apoyado en la barra, mirándome fijamente y sonriendo.
    No quise parecer antipática saliendo así del bar, pero Marcos me intimidaba un poco y no quería que notase que me estaba poniendo nerviosa solo con mirarle.
    En los siguientes días fuimos conociéndonos un poquito más.
    Él hablaba con pasión de su trabajo, de los meses que había pasado en la misión, de las cosas que había visto, los lugares que había visitado…siempre tenía algo que contar y nada me gustaba más que escuchar esas historias.
    Vicente y Loli regresaron de sus días de descanso, pero Marcos seguía estando en el bar casi todas las tardes.
    A veces estaba dentro de la barra y otras veces en una de las mesas del bar y cuando yo llegaba se sentaba a mi lado y seguíamos hablando.
    Durante semanas mantuvimos esas conversaciones de media hora mientras tomaba mi café, y descubrí muchas cosas sobre él.
    Habíamos estudiado en el mismo instituto, aunque en años diferentes y no coincidimos, éramos seguidores del mismo equipo de fútbol, nos gustaba ver los mismos deportes, seguíamos las mismas series de televisión…
    A medida que cogíamos confianza, me sentía más cómoda hablando con él y empecé a relajarme un poco.
    Marcos era agradable, educado, divertido, un chico alegre y sin complejos.
    Aceptaba con naturalidad sus defectos, y sabía sacarle partido a sus virtudes, pero todo en su justa medida, había conseguido encontrar cierto equilibrio, estaba seguro de sí mismo y tenía las ideas muy claras. En realidad éramos bastante distintos.
    Una de las tardes que entré en el bar, le vi sentado en una mesa leyendo un libro.
    Me senté en mi taburete y mientras Vicente me ponía el café me quedé allí mirándole durante varios minutos.
    Estaba tan concentrado en la lectura que ni siquiera se había dado cuenta de que yo había entrado.
    Levantó la vista un momento y al verme se sorprendió.

    -No me había enterado de que estabas aquí. ¿Por qué no me has dicho nada?
    -No quería interrumpirte.
    -Perdona, estaba tan metido en el libro que no he visto ni la hora que era.
    -Tranquilo, conozco la sensación, cuando lees algo que te gusta, no eres consciente de lo que pasa a tu alrededor.
    -¿También te gusta leer?
    -A parte de trabajar, leer y escuchar música son básicamente las dos únicas cosas que hago en mi día a día.
    -Entonces ya tenemos otra cosa en común.

    Esa tarde descubrimos algo que compartir y empezamos a pasar esos ratitos del café hablando de libros.
    Marcos podía estar semanas obsesionado con un mismo escritor, hablándome sobre las historias que contaba y los dos soñábamos con vivir momentos leídos en esas páginas.
    La lectura nos unió de una forma muy especial.
    Él era aficionado a los libros de misterio, intriga y aventuras, a mí me gustaba leer novelas románticas y libros de mitología.
    Era una afición un tanto extraña a ojos de los demás, pero me apasionaba ese mundo, el último libro que me había comprado era un diccionario de mitología griega y estaba lleno de marcas que había ido realizando en las páginas a medida que leía.
    Me gustaba señalar historias y nombres de Dioses que me parecían curiosos, incluso a veces escribía en los márgenes.
    A él le pareció peculiar mi forma de leer y me pidió que le prestase aquel libro, así que una tarde se lo llevé.
    Empezó a ojearlo deteniéndose en algunas de las páginas que estaban marcadas y sonriendo al observar las palabras que había anotadas.

    -¿Puedo quedármelo unos días? Me gustaría verlo con calma.
    -Claro, aunque seguramente te parezca aburrido.
    -No es el libro lo que me interesa, quiero saber lo que tu has escrito en él.

    Una semana después me lo devolvió.

    ¿Y esto?- pregunté con curiosidad al ver un trozo de papel señalando una de las páginas.
    -Leí algo que me recordó a ti.

    “Los griegos consideraban al Destino una divinidad superior no solo al mundo, si no a los mismos dioses”

    -¿Tu crees en el destino?- preguntó.
    -Si, creo que las cosas siempre pasan por una razón, a veces está escrito y sucede porque así tiene que ser.
    -Estoy seguro de que así es como tú y yo nos hemos conocido.

    No supe qué decir en aquel momento y dejé pasar el comentario como si no hubiese sido algo importante, pero estaba convencida de que tenía razón y yo sentía lo mismo.
    Un par de semanas después cuando llegué al bar se acercó a mí con un libro en la mano.

    -Tengo algo para ti, sé que no sueles leer libros de intriga, pero creo que éste te va a gustar. He dejado algunas notas dentro, así podemos comentarlo. Además, no lo he terminado aún, he querido esperar para que leamos el final juntos, si te parece buena idea.

    Intercambiamos muchos libros después, pero aquel, La sombra del viento, fue el más especial para nosotros por ser el primero que compartimos.
    Esa misma noche empecé a leerlo y a medida que avanzaba iba encontrando servilletas de papel de las que tenían en el bar marcando algunas páginas. Tenían frases del libro escritas, lugares de los que se hablaba en aquella historia… había señalado todas las cosas que le parecían interesantes.
    Eran casi las dos de la madrugada cuando dejé de leer, había devorado un tercio del libro en una sola noche.
    Al día siguiente decidí llevármelo al trabajo, así podría aprovechar los ratos libres para seguir leyendo.
    Cuando llegué por la tarde al bar, sonrió al verme con el libro en la mano.

    -Sabía que te gustaría.
    -Tanto que me cuesta dejarlo, pero hoy me lo tomaré con más calma, ayer me acosté muy tarde y el trabajo no es buen sitio para leer.

    Comentamos unas cuantas escenas y se me pasó el rato volando, ya era hora de irme a trabajar y tuvimos que dejar la conversación a medias.

    -¿Qué haces esta tarde?- preguntó.
    -Trabajar.
    -Me refiero a después, cuando salgas.
    -Nada especial, irme a casa y seguir leyendo.
    -¿Por qué no te vienes luego? Estaré toda la tarde aquí, así podemos seguir hablando.

    Dudé un momento, pero me apetecía mucho continuar esa conversación y me apetecía mucho su compañía, así que acepté.
    Aquella fue la primera de muchas tardes que nos reunimos en el bar.

    Playlist Spotify Marcos y Lucía

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    Responder
    Mari Angeles
    Invitado
    Mari Angeles on #158977

    Me encanta! Deseando que llegue el segundo! ????

    Responder
    Akrosana
    Invitado
    Akrosana on #158984

    Y vuelves a engancharme. Me has ganado con el libro de la sombra del viento. Yo me lo leí en 2 tardes. Enhorabuena.

    Responder
    Patricia
    Invitado
    Patricia on #158987

    Genial, en tu línea, fresco y te involucra. Enhorabuena de nuevo.

    Responder
    Eva
    Invitado
    Eva on #158989

    Tienes un don para escribir. Me vuelves a enganchar a tu historia. Deseando de poder seguir leyendote. Un besito!

    Responder
    Lila
    Invitado
    Lila on #158997

    Oooohhhh Moetsi, me has pillado ya totalmente con la leyenda del hilo rojo en la que yo también creo. Creo en el destino y en ese amor tan especial y único.
    Sin duda, se que la historia de Lucía y Marcos va a ser increiblemente especial, superando incluso a El Vecino!!! ;-)

    Responder
    Científica empedernida on #159027

    Moetsi!!

    Esta historia promete…ya me estoy enamorando de Marcos!!! jajaja…un lector de mis libros favoritos, me gusta!!GRAAAACIAS

    Responder
    Ana
    Invitado
    Ana on #159035

    ????????????

    Responder
    Moetsi
    Participante
    Moetsi on #159210

    Muchas gracias a tod@s!! me alegra saber que en general, la acogida está siendo buena.
    Marcos y Lucía son dos personajes muy especiales, espero que podais llegar a conectar con ellos.
    Por aquí no os lo conté, así que aprovecho ahora y así de paso resuelvo algunas dudas que me han llegado:
    Éste un relato de género romántico escrito por capítulos.
    En principio la idea es publicar uno a la semana,aunque no descarto hacer publicaciones dobles ocasionalmente.
    No hay un día fijo para publicar, puede ser un domingo o un viernes (avisaré por redes sociales)
    Tampoco descarto realizar algún especial cuando la historia esté más avanzada.
    No sé la duración total del relato, pero al igual que El Vecino, no creo que sobrepase los 20 capítulos.
    Habrá una única playlist en la que iré añadiendo canciones a medida que aparezcan en la historia (teneis enlace directo en la publicación, de todas formas lo pondré todas las semanas)
    Si teneis alguna duda o pregunta más, dejadme por aquí vuestros comentarios ;)

    Responder
    Lucia
    Invitado
    Lucia on #159233

    Increible el nivel de enganche que me producen tus relatos con solo un capitulo.si fuera un libro seria d esos que no paras de leer hasta que acabas!! Sigue asi que escribes genial!!!

    Responder
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