No daré mi nombre, pero sí mi edad: 20 años. No estoy gorda, tampoco extremadamente delgada, mi IMC está en 22, un valor normal. Pero aún así me siento, y siempre me sentiré, mal.
A los 7 u 8 años comenzó mi agonía, empecé a engordar por tener una mala alimentación y ahí empezaron las burlas del resto de niños, así como las presiones de una madre que ha vivido toda su vida obsesionada con las dietas y que a pesar de darme esa mala alimentación que me hizo engordar me exigía que adelgazara. Tenía 8 años, y ya sentía que odiaba mi cuerpo.
A los 16 me armé de valor y decidí ponerme a dieta en serio y adelgazar. Y lo hice. Pero a un precio altísimo para mi salud mental.
El único tema de conversación durante ese tiempo entre mis amigos y familiares era lo bien que estaba haciendo en adelgazar, humillado el cuerpo gordo que antes tenía, y eso me dolía aún más porque no sabía que ellos pensaban todas esas cosas sobre mi cuerpo.
Cuando la dieta dejó de funcionar, comencé a vomitar, a autolesionarme cuando me subía a la báscula y había engordado, aunque fueran unos míseros 100 gramos. Me volví una completa obsesa con mi peso.
Aguanté en esa delgadez un tiempo, hasta que el estrés y la depresión me hicieron engordar de nuevo hasta estar como estoy ahora, en un peso perfecto para mi altura.
Debería estar feliz pero no lo estoy. Sigo viendo un cuerpo que me da asco, y que no consigo ni mejorar con horas de gimnasio. No puedo comentar nada de como me siento con mis amigos ni familia porque dicen que digo tonterías, y que si de verdad quiero cambiar mi cuerpo me ponga a dieta o haga más ejercicio.
Pero ya lo hago, y nada en mi cuerpo responde. Me frustra y acabo llorando noche tras noche. No entienden lo que supone para mi. Nadie me da apoyo ni me dice que me quiera como soy.
Todo está en mi cabeza, sé que tengo que aprender a quererme tal y como soy e incluso he pedido ayuda profesional con esto, pero con resultados nefastos ante un psiquiatra del que salí sintiéndome aún peor.
Hoy en día sé que viviré toda mi vida como una esclava de mi cuerpo y que jamás lo querré, porque mi cabeza no lo quiere, sea su peso el que sea.