Una mañana cualquiera fui a desayunar al Museo del Romanticismo (plan muy recomendable porque el marco es incomparable y está todo buenérrimo) y descubrí esta maravilla de tarta. Me llamó mucho la atención que fuera de calabacín y soy muy fan del jengibre, así que cuando la camarera pronunció las palabras mágicas no me lo pensé. Es un bizcocho súper aromático y el buttercream es finísimo, una locura. Uno de mis hobbies favoritos es la repostería (como dice mi madre «o palleiro non se fai sen palla») y claro, nada más llegar a casa me puse a buscar la receta y la adapté un poquito a mi gusto. El resultado fue la pera limonera y estoy esperando que llegue algún cumpleaños o cualquier otra fecha que lo merezca para volver a hacerlo.

A mí me pierde el dulce y soy de las que piensan que, ya de comerlo, mejor que sea caserito y lo más sano posible. Engordar, va a engordar igual, no nos engañemos, pero de vez en cuando hay que darse una alegría pal body. Lo importante es hacer un ejercicio de contención y no comernos la tarta entera o hacer ejercicio para quemar todas esas calorías malvadas.

Ingredientes

Ingredientes para el bizcocho:

  • 200 g. de harina
  • 120 g. de azúcar moreno
  • 250 g. de calabacín rallado (sin pelar)
  • 10 g. de levadura química
  • 100 ml. de aceite (de girasol)
  • 3 huevos medianos
  • 1 cucharadita de jengibre
  •  una pizca de sal

Ingredientes para el buttercream de limón:

  • 100 g. de mantequilla (a temperatura ambiente)
  • 250 g. de azúcar el polvo
  • 2 cucharadas de ralladura de limón
  • 2 cucharadas de leche templada
  • un par de gotas de colorante amarillo (opcional)

Lo primero que debemos hacer es preparar todos los ingredientes y tenerlos a mano: lavamos bien y rallamos el calabacín, la piel del limón y el jengibre. Reservamos. Me gusta tenerlo todo controlado antes de empezar a cocinar, así no me olvido de nada y es mucho más fácil mantener más o menos limpia la cocina. Esta receta se puede hacer a mano perfectamente, pero si os gusta la repostería os recomiendo que os hagáis con una batidora de varillas (o amasadora), a mí me cambió la vida.

En un bol grande batimos los huevos con el azúcar, la ralladura del limón y el jengibre durante aproximadamente 10 minutos, hasta que la mezcla doble su tamaño. Existen edulcorantes para hornear  pero no estoy familiarizada con ellos; me gustaría invertir en stevia para repostería, si algún día me animo (y tengo dinero para gastarme los 25 eurazos que cuesta) prometo compartir la receta. Llega el momento de añadir el aceite (en mi caso he utilizado un nuevo aceite de girasol especial para repostería de la marca Koipesol, se podría emplear aceite de oliva pero siempre con un sabor suave), debemos incorporarlo poco a poco, en forma de hilo, procurando que no baje mucho el volumen de nuestra mezcla, mientras seguimos batiendo.

HuevosAzúcarLimónJengibre

Cuando haya terminado de ligar el aceite, debemos incluir la harina (si queréis hacerlo aún más sano podéis usar harina integral) siempre tamizada con la levadura, alternandola con el calabacín. Yo lo hice en tres partes: parte de harina, parte de calabacín, parte de harina, parte de calabacín, parte de harina y parte de calabacín. Hay que hacer movimientos envolventes para integrar los ingredientes. Esta acción es mejor hacerla a mano, con unas varillas o una espátula.

Calabacín

Dejamos reposar la masa mientras untamos un molde con un poquito de mantequilla (yo utilicé uno redondo de 18 centímetros de diámetro) y precalentamos el horno a 180 grados. Vertemos la mitad de la mezcla en el molde, lo metemos en el horno y lo dejamos cocer durante 20 minutos más o menos. Lo mejor es pinchar el bizcocho con una varilla para comprobar que está cocido nuestro bizcocho porque cada horno es un mundo. Cuando ya esté cocido, lo dejamos enfriar, desmoldamos y procedemos a verter lo que queda de mezcla y volver a hornear otros 20 minutos.

Bizcochos

Cuando tengamos nuestros dos bizcochos, serán bastante finos, debemos dejarlos enfriar del todo y reposar. Mientras tanto preparamos el buttercream. En realidad este paso es una guarrada y no es necesario, el bizcocho a secas está buenísimo, pero si queréis quedar como expertas resposteras ante vuestros «amichis» el buttercream es la clave. Es muy importante que la mantequilla esté a temperatura ambiente, muy, muy blandita. La batimos incorporando poco a poco el azúcar el polvo hasta conserguir una especie de arenilla. Aunque creas que estás haciendo algo mal, sigue adelante, porque con las dos cucharadas de leche templada y la ralladura del limón llegarás a la textura perfecta. Si quieres, para que quede más mono, puedes añadirle un poco de colorante amarillo y así parecerá 100% de limón.

Buttercream

Ahora procedemos a montar la tarta. Colocamos uno de los bizcochos en el plato donde vayamos a presentarlo y lo untamos con una capa de buttercream de un centímetro (es importante que los bizcochos estén fríos porque si no, se derrite la mantequilla y es un drama). Ponemos el otro bizcocho encima y empieza la fiesta del buttercream. Debemos cubrir toda la tarta con la crema y hay un pequeño truquito para no arrastras migas que ensucien el aspecto del pastel: tener un vaso con agua caliente y un pañito para limpiar los instrumentos que vayamos a utilizar para extender el buttercream. Una vez hecho esto, con amor y paciencia, a mí me gusta meterlo en la nevera para que asiente del todo.

Pastel

Y… ¡voilà! A disfrutar.