Me hace gracia que los dentistas hayan sido siempre los profesionales sanitarios más temidos, y que toda la vida se haya escuchado eso de ‘qué miedo ir al dentista‘, cuando claramente la visita médica que más terror da es LA DEL GINECÓLOGO. Porque me vais a comparar abrir la boca y enseñar los dientes con abrirte de patas y poner tu potorro entero a disposición del público, vamos, IGUALITO. Así que claro, cada vez que nos toca pasar por el médico del chichi lo más normal es que nos entre un calor de fuego valirio por todo el cuerpo y sólo quieras llorar y gritar y desear tener un pene gigante que, no sé por qué, nadie le recomienda que vaya anualmente a revisárselo, como sí que nos dicen a nosotras.

Total, que entre el tercer grado al que te someten nada más entrar a la consulta y que, por tu bien, más te vale contestar con sinceridad (aunque te mueras de la vergüenza), que si te meten una cámara con forma de nabo gigante y empiezan a moverla dentro de ti como si no hubiera un mañana, que si te exploran las tetas apretando aquello como si fuese una pelota antiestrés, que si te raspan el coño para cogerte la muestra de la citología como si estuviesen rallando queso… ¿Cómo quieren que nos relajemos y estemos tranquilas? Pues esto es así y no queda otra, pero claro, es que hay ginecólogos y ginecólogos, así que vamos a darte una lista de cosas que debes exigirle siempre. Porque una cosa es que estemos abiertas de patas a su merced, y otra bien distinta es que nos traten como si tuviésemos un chichi prestado.

1. Que pregunte sí, pero con respeto y sin juzgar. Es absolutamente normal que nos hagan muchas preguntas acerca de nuestra sexualidad, nuestros hábitos y nuestras prácticas, y estamos dispuestas a darles toda la información que necesiten en pos de mejorar nuestra salud sexual y correr menos riesgos, pero cuidado. Si empiezan a ponerte malas caras, si te sientes realmente juzgada, si muestran tener la mente más cerrada que un banco a las 5 de la tarde, especialmente cuando les dices que eres lesbiana, bisexual, pansexual, o que te tiras a todo lo que se menea porque con tu cuerpo haces lo que te sale del epicentro, no te cortes ni un pelo en cambiar de médico. Están ahí para ayudarnos y hacernos sentir cómodas, ya que ellos saben que están tratando con una parte grandísima de  nuestra intimidad y es inaceptable que en pleno 2017 nos sigan haciendo sentir culpables por nuestras prácticas sexuales.

2. Que no te condene en base a tus opciones sexuales. Cuidado con los reyes de la moralidad, porque conseguir profesionales que mantengan una mentalidad abierta puede ser, probablemente, lo más complicado de encontrar. Y es que si tu vida sexual es diferente a hacer el misionero con el mismo novio formal desde los 15 años, vete preparada, porque para muchos (demasiados) médicos, lo normal sigue siendo el coito hombre-mujer y ya está. Así que si te gusta meterte cosas, si follas con personas de todos los sexos, si estás cada fin de semana con alguien distinto, si haces marcha atrás, si sólo usas condones cuando te acuerdas, etcétera, etcétera y etcétera, sabemos que son prácticas de riesgo, pero no permitas que nadie ponga en entredicho tus decisiones personales. Mejor busca a alguien que te aporte soluciones prácticas sin juzgarte y que mantenga una actitud de profesional que se actualiza ante los cambios dentro de su propia profesión, porque esto es lo que deberían hacer todos.

3. Que no te ningunee. Mi amiga fue hace poco a una ginecóloga nerviosa porque hacia tiempo que no le venía la regla, ésta la miró por encima y le dijo que no era nada, que ya mismo le tenía que bajar. Resultó que estaba embarazada. ¿Cómo se puede ser tan imprudente y además tan poco profesional como para no ver que ahí había un bebé formándose? No me lo explico. Y estos comportamientos, por desgracia, son bastante comunes, ya que muchas veces le restan importancia a tus problemas y te ningunean, como si no fueses una mujer adulta consciente de su cuerpo y de que algo no va bien. Si me vas a cobrar 100 pavos por la consulta, ¿no te parece que, como mínimo, deberías ser capaz de examinarme correctamente?

4. Que no se niegue a examinarte o hacerte pruebas porque eres lesbiana/virgen. Es que me parece la cosa más absurda y retrógrada del mundo pensar que porque no te metes pollas (todavía o porque simplemente no te gustan) no hay riesgo de infecciones y demás dolencias en tus relaciones sexuales, pero la verdad es que sigue pasando. Muchos ginécologos tienden a ser bastante falo/heterocentristas y a veces obvian que hay muchíiiiisimo mundo aparte de penes entrando y saliendo de tu vagina, y se niegan, por ejemplo, a hacerte una citología porque, supuestamente, no lo necesitas. Así que exige siempre que te hagan tus pruebas y exámenes pertinentes para asegurarte de que todo anda bien ahí abajo, que para eso estás ahí.

5. Que no te haga fat-shaming. Ojo que no sólo tenemos que aguantar que la gente de la calle nos haga comentarios despectivos sobre nuestro peso sino que, encima, tengamos que soportarlos también de nuestro ginecólogo. Y me refiero a típicos comentarios del tipo ‘como tienes tanta grasa en la barriga es imposible que se vea al bebé’, como le dijeron a una amiga mía cuando estuvo embarazada. ¡Increíble!

6. Que sea cuidadoso, joder. Que el hecho de que ya no seas virgen no significa que no te tiene que doler que te metan un tubo gigante por el coño como si fuesen un ballenero con el arpón (Rebeca dixit), porque esa es la excusa que te ponen todos cuando te van a hacer la exploración. ‘Mujer, si tienes relaciones con chicos, esto no te tiene que doler’ y ¡hala! tó pa dentro con menos delicadeza que un burro. Pues sí, cabrones, sí que puede doler, y mucho, así que dejad de minimizar y anular nuestras sensaciones y tened más puto cuidado. Además está muy extendida la idea de que un hombre ginecólogo es más delicado que una mujer, o que ellas te van a comprender mejor porque tienen entre las piernas una cosa muy parecida a la tuya, pero no, ninguna de esas dos creencias son ciertas. Hay de todo en la viña del Señor y encontrar profesionales empáticos y delicados con tu bella flor es una búsqueda incansable que muchas mujeres ni siquieran llegan a conocer, y que en absoluto depende del sexo del médico. Yo misma he probado con ambos y sigo yendo a uno diferente cada vez que me reviso, porque no hay manera de encontrar a alguien que realmente me haga sentir cómoda y me fidelice como paciente.

Así que chicas, sabemos que es muy difícil reaccionar a ciertos comentarios y (mal)tratos cuando te encuentras en una camilla totalmente abierta de piernas, sin bragas, y en la situación más vulnerable de tu vida, pero tenemos que intentar mantener nuestros estándares y dejar claro que nuestro cuerpo no pertenece a nadie más que a nosotras mismas, y que no es suficiente una especialidad médica para juzgarnos y tratarnos como tontas. Vamos al ginécologo porque amamos nuestro cuerpo y nos gusta cuidarlo y asegurarnos de que todo anda bien en nuestro parrusete, no para aguantar juicios de valor absurdos y que te traten como si fueses de plástico.