Que levante el pubis la persona que esté leyendo esto y no haya hecho una dieta en su vida. Alguna habrá, seguramente, que de todo tiene que haber en la viña del Señor, pero vamos, los que frecuentamos Weloversize solemos tener un nexo en común, y es que hemos SUFRIDO una dieta. Y utilizo el verbo sufrir porque no se me ocurre ningún otro mejor. Las dietas no se hacen, se sufren.

Allá cada uno con su alimentación y su estilo de vida. Yo no he venido aquí a juzgar a nadie, faltaría más. Yo lo primero que quiero decir es que mi vida, y sobre todo, mi experiencia personal, me han enseñado que hacer dieta, siendo «dieta» lo que todos sabemos que es, una restricción de alimentos (no una reorganización de la alimentación, cosa mucho más interesante), no sirve más que para aumentar tus niveles de ansiedad y trastornar tu cuerpo, cuando no tu mente, que es todavía peor. 

La cosa es que después de haber pasado por tantas dietas (yo he pasado por tres, una satisfactoria y dos posteriores que fueron un fracaso total) a una se le graban ciertas reglas a fuego que, encima, son un despropósito que no solo no tienen ninguna base científica sino que están haciendo que te prives de cosas que son geniales para tu salud. Me refiero a esos alimentos «prohibidos» a los que hemos llegado a coger miedo porque NOS CONVIERTEN EN ALBÓNDIGAS VIVIENTES.

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Las patatas fritas, por ejemplo, son Voldemort, y ni siquiera pueden ser nombradas.

Lo primero: si Dios creó un alimento, cómo coño va a estar prohibido. Esta es mi regla de oro para la alimentación sana. Los alimentos que estaban en la naturaleza antes de que tu madre naciera son buenos para la salud. Todos. Sin excepción. Lo único que tienes que hacer es aprender a comerlos en cantidades aceptables. Ejemplos de alimentos «creados por Dios»: las peras, los fréjoles, el trigo, los garbanzos, la carne de vaca…

Lo segundo: todos los alimentos creados por el hombre (las cosas industriales y precocinadas, cosas que tu madre no comía cuando era pequeña) son Frankensteins que, en la mayoría de las ocasiones, son bastante reguleros para tu salud. Eso no quiere decir que tengan que estar prohibidos, sino que no se puede liar una la manta a la cabeza. Ejemplos de alimentos «que son Frankensteins»: el chocolate milka con oreo, las pizzas de casa tarradellas, los donuts, la lasaña del Carrefour, los nuggets, el Suchard, por mucho que nos duela.

Habiendo entendido esta primera clasificación, entonces será muy fácil comprender que no hay por qué temer a ciertos alimentos que nos han dicho, por activa y por pasiva, que no debemos comer. En general, estos alimentos suelen ser los que tienen alto contenido en grasas o los hidratos de carbono. Pero recordad: si Dios los creó, no tienen absolutamente nada de malo. Es por ello que escribo este alegato en defensa de muchos manjares salidos de la naturaleza, para devolverles el prestigio que merecen y para arrancarles el estigma de prohibidos.

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Todos los alimentos son chachis y merecen que les demos una oportunidad

¡Vivan las aceitunas! Si el aceite sale de las aceitunas y el aceite engorda mogollón… entonces las aceitunas deben de ser el diablo. Pues no, bonita. Las aceitunas son lo más, y esos aceites esenciales que contienen son la mar de buenos para tu cuerpo serrano.

¡Vivan los frutos secos! Con los frutos secos, más de lo mismo. «Como son tan grasos…» Mira cariño, tu cuerpo NECESITA grasa y la de los frutos secos es oro puro para tu cerebro. Así que si no los comes, te vas a quedar tonta. Tú misma.

¡Vivan los plátanos! Esta sí que es la fruta prohibida. Vete tú a saber qué coño nos contarían para que nos creyésemos que los plátanos son el pene de Satán. Que son muy calóricos, pues sí, pero la correcta alimentación no se basa en un número de calorías ingeridas sino en los nutrientes que tu cuerpo necesita para trabajar correctamente, y un plátano te nutre que lo flipas.

¡Viva la leche entera! Para desnatar la leche que tú te tomas en el desayuno (yo no la tomo, soy como Terelu, no me gusta nada la leche) esa leche ha tenido que convertirse en un alimento Frankenstein, y ya sabemos lo que pasa con los alimentos Frankenstein…

¡Viva el tomate! Cuando yo hice mi primera dieta, la de resultados guays, uno de los alimentos que me quitaron fue el tomate. Y yo tan contenta, porque no me gusta nada. Pero la cosa es que eliminar el tomate de una dieta no tiene ningún sentido porque es un alimento que es casi agua y además te da bien de fibra para que cagues como una reina.

¡Vivan las legumbres! Eliminar las legumbres de una dieta, ¡el acabose! Tendemos a pensar que los garbanzos son como el pan, hidrato de carbono puro, pero porque somos unos ignorantes que nos creemos lo que nos dice cualquier calientaorejas. Las legumbres tienen muchas proteínas, además de fibra, calcio y hierro, cosas que todo el mundo sabe que son veneno puro para tu cuerpo.

¡Milagro! ¡La leche entera es mejor!
¡Milagro! ¡La leche entera es menos mala que la desnatada!

Menos mal que los lectores de WLS son muy listos y poco a poco se van dando cuenta de que todo esto de las dietas y los productos adelgazantes son un poco cuento de la bruja piruja y que muchos «expertos» no son más que unos vendehumos, y que no hay nada como recurrir a la ciencia para conocer la verdad sobre la alimentación, y si en un momento dado no tenemos a ningún científico cerca, siempre podremos tirar de nuestro sentido común.