Buenas,
Vengo a contaros una historia que imagino que, por desgracia, llega a ser demasiado común en nuestras vidas. Y es que, cuando no luces un 90-60-90, tu cuerpo parece que esté mal (muy mal)…

Todo empezó cuando acudí a urgencias de mi hospital de referencia con un pequeño problemilla técnico; necesitaba que me viera un ginecólogo porque se me había quedado en mis adentros la copa menstrual.

(PARÉNTESIS: Ojo, a día de hoy, sigo usándola. Sí, soy una loca de la copa menstrual. Y no, porque un día no la usara correctamente y los astros se alinearan y pasara lo que pasó, no dejé de usarla. Simplemente, cambié de modelo.)

Volvamos. Imaginaos las tres horas de espera en la sala de obstetricia entre parturientas, hasta que la ginecóloga de guardia, tuvo un hueco entre parto y parto para atenderme.

Aquí viene el meollo de todo. Una señora que no me va a dar ninguna medicación y que no me atiende por nada vinculado con mi peso me pregunta por él. Yo, desconcertada pero amablemente, le contesto «peso 68Kg». Y la mujer, suelta «debes de adelgazar, perder peso. Te sobran unos kilos y no es sano. Plantéatelo. Come menos, ponte a régimen y sal a hacer algo de ejercicio»

Bueno, ahora es cuando os digo que, peso 68Kg y uso una talla 40-42. Que he estado dos años perdiendo peso con la ayuda de un médico y dejé atrás 20 Kg. Que ando, bailo, subo montañas, nado…  Que, como muchas sabréis, adelgazar no significa verte delgada y mi médico tuvo que luchar bastante para cambiar la percepción que yo tenía sobre mi cuerpo. Cuando después de todo esto, viene otra médico y suelta, sin preocupación alguna, ese «debes adelgazar…» Se me rompe mi interior.

Porque usted, señora ginecóloga de urgencias, que ni me conoce, ni conoce mi historial, me sugiere que mi peso no es correcto sin saber lo que ya he trabajado. Por no hablar de que, si una persona con una talla 40-42 le parece una persona obesa, la que tiene un problema es usted.

Sara Tortosa