Ya sabemos que eso de ser madre y (encima) gorda puede dar lugar a muchas y muy diversas opiniones. Hoy en día, a pesar de que el bodypositive está apretando con fuerza, en demasiadas ocasiones el tener un retoñito parece otorgar derechos para prejuzgar de forma desmedida. ¿No quieres que este sea tu caso? Pues amiga, coge papel y lápiz y toma buena nota de este flamante listado de cosas que jamás deberías hacer si eres una mamá gorda.

No dar el pecho. Da igual los motivos: que hayas tenido algún inconveniente en tu salud, que el bebé no se enganche como debería o simplemente que prefieras usar el biberón. Si acabas de dar a luz y eres gorda el no dar leche materna a tu hijo será como una declaración de intenciones sobre la mala alimentación que le vas a proporcionar el resto de su vida. Era visto, ¿no?

Dar el pecho. Porque como la leche de mami no hay ninguna, pero oye, que teniendo en cuenta el peso que tú te manejas es obvio que ese oro líquido que emanan tus pezones va sobrecargado de calorías. No, eso no puede ser sano colega, lo de tu hijo es una crónica del sobrepeso anunciado.

Tener un bebé gordito. Porque un churumbel entradito en carnes es adorable mientras tú, su madre, no seas curvy. En ese caso, ándate con ojo porque tu hijo va a tener problemas de obesidad, ¡seguro!

Ir a comer un día random a un fast food. Ya lo comentamos en su día, de padres gordos niños con problemas. Y eso de escaparte un día a comer a un burguer es muy divertido si la postal no es la de una madre gordita cargando con una bandeja de Happy Meals. ¿Qué cabía esperar de una madre que claramente no se cuida? Pues que tampoco lo haga con sus retoños, lógicamente.

Portear a tu bebé. El porteo, ya sea con bandolera, mochila o fulard es lo más sobre todo cuando toca hacer recados e ir cargada. Tú vas libre sin necesidad de empujar una silla, y el bebé está la mar de a gusto bien pegadito a mami. Bueno, siempre y cuando mami no sea una mujer de cien kilos, porque en ese caso lo más probable es que esa criatura sufra entre tantas carnes y tus huesos no puedan soportar tanta sobrecarga.

No ser super estricta con la comida. Y es que lo del real-fooding está a la orden del día (y es fantástico), pero eso de abrir un poco la mano en cuanto a chuches o dulces hay que medirlo. Ya no solo porque los niños tengan una alimentación lo más correcta posible, sino porque siendo gorda era evidente que tu implicación por una dieta sana iba a ser inexistente.

Como madre, no intentar bajar de peso. Ya no hablamos de cuidarse, de salud, de sentirte bien contigo misma… no. Hablamos de kilos, de estética y del ejemplo que les quieres dar a tus hijos.

Comprar potitos. Lo hagas por sistema o en una ocasión puntual, regresamos a lo mismo. Producto cero saludable con el que embutes a tu bebé una pasta densa llena de conservantes y aditivos totalmente innecesarios. Porque encima de gorda eres vaga al no ser capaz de disponerte a preparar tu propia comida. Da igual lo que digan las etiquetas, los potitos son el mal hecho alimento infantil.

Montarte en los columpios con tu chururmbel. Porque esa imagen idílica de la mami sosteniendo a su bebé para balancearse juntos no es para todas. El parque es público, claro, pero mucho ojo con pretender subirte y llevarte por delante la cadena de uno de los columpios. La que lo rompe lo paga.

Plantearos tu cuerpo y tú tener otro bebé. Ya es todo un milagro que hayas soportado un embarazo con todo lo que conlleva, no juegues con fuego y antes de intentarlo de nuevo, adelgaza.

¿Qué te parece, amiga? Obviamente este listado es fruto de la  ironía y solo busca demostrar algunas de las decenas de críticas a las que tenemos que hacer frente cuando criamos a uno (o varios) hijos siendo mujeres curvy. La sociedad en muchos momentos parece no estar preparada para comprender que los kilos no son más que un número, y que una madre jamás debería ser juzgada por su físico. La maternidad va por dentro y sale del corazón, de ninguna otra parte.

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Fotografía de portada