Altea Cantarero y la valentía de contar nuestras propias historias. 

 

Cuando piensas en novela negra, ¿qué te viene a la cabeza? Sé sincera. ¿Un oscuro cuartucho apenas iluminado por la luz de una farola o un colegio de monjas? ¿Nueva York en los años de la Ley Seca o la ciudad de Cuenca durante el franquismo? Por algún motivo, nos hemos pasado de la raya exportando historias, tanto que ahora la mayoría de los escenarios que nos son más cercanos nos resultan ajenos.

Un ejemplo muy sangrante es la magia. ¿En qué piensas cuando oyes que un libro o una peli es de magia? Ya sé lo que piensas, pero no te culpes, nos pasa a todas. Llevo en el corazón a la ciudad de Salamanca, que tiene una famosa cueva que exportó por el mundo la idea de lo que era practicar las artes oscuras, tanto que en muchos lugares de Hispanoamérica, la palabra salamanca se sigue utilizando como sinónimo de cueva, y, todavía más, que dio nombre a un animal, la salamanquesa, al que se atribuían poderes malignos; sin embargo, en el imaginario colectivo, el paradigma de la magia se lo hemos comprado a los anglosajones. Pues así con tantos temas; ahora, te digo una cosa, la venganza nos la vamos a cobrar bien con el reguetón… Pero, bueno, este es otro tema para otro día.

Lo que hoy nos ocupa es bien sencillo, ¿hasta dónde estáis de que todo lo interesante que sucede en el mundo de la literatura o el cine pase en lugares muy lejanos? Un superhéroe puede vivir en una galaxia remota, pero las coordenadas que introduce en su nave para huir de su planeta a punto de implosionar son las de una granja en Kentucky. Si es el caso de Ironman, lo entiendo, porque, para llegar a eso, habría que destinar primero dinero para investigar. Eso entiendo que aquí no pase. Pero ¿un Batman? No me fastidies que aquí no hay ricos filántropos con ganas de bronca. Prefieren hacer donaciones para desgravar, supongo. El Joker sí me parece normal que les salga allí, mira; personajes así solo pueden surgir en el contexto de un sistema sanitario inexistente. 

¿Y los ovnis? ¿Por qué aterrizan todos allí? Aquí tenemos casos de apariciones fantasmagóricas a patadas, pero solo sabemos sacarles partido de una forma algo más tétrica. Quizá lo que nos pasa es que no somos buenos publicistas, no sabemos contar nuestras historias, por eso se las tenemos que comprar a otros. Somos como esos profesores que saben muchísimo pero no se lo saben transmitir a sus alumnos. Como el que ha atesorado un montón de obras de arte pero las tiene guardadas en un sótano, cogiendo polvo.

Por eso me gustan mucho los autores valientes que se atreven a cambiar este paradigma, como Altea Cantarero, que es quizá también el nombre de una superheroína, porque sirve para mantener su identidad a buen recaudo. Altea ha escrito una novela negra titulada Ogro, que tiene un comienzo brutal, que parece que estás viendo lo que pasa en esa escena del crimen en la que a una monja le han atravesado el corazón con siete puñales, igual que a la Virgen Dolorosa. Pero lo que me ha parecido más destacable de esta historia es que a esta escritora alicantina le contaban historias cuando era pequeña, unas de risa, otras de miedo, y, cuando se hizo mayor, se debió de dar cuenta de que las historias que le habían contado no tenían cabida en un mundo en el que casi nada sucede en el pueblo de tus abuelos, a menos que tus abuelos tuvieran una granja en Kentucky, claro. Entonces Altea Cantarero se hartó y colocó a su Ogro del Júcar nada menos que en la Cuenca de los años 60, que era el lugar del que procedían aquellos cuentos que había escuchado de niña. 

Ahora lo lees y dices, «claro, si es que Cuenca es una ciudad que da mucho juego. Si por algo será lo de la Ciudad Encantada». Pero, por lo que sea, las apariciones de Cuenca en la cultura popular son bien pocas. Igual que Toledo, por ejemplo, que desde Bécquer no tiene quién le dedique unas palabras bonitas. Igual que San Sebastián, que es una de las ciudades más increíbles de Europa, igual que Burgos, que León… Igual que mi Salamanca, que es cierto eso de que enhechiza la voluntad de volver a ella. Entonces, ¿por qué no sabemos contar historias con los decorados de lujo que tenemos para ambientarlas? Es más, ¿por qué no están los niños en Wisconsin viendo películas sobre cosas que suceden en Asturias, mismamente? 

Desde luego, si es por iniciativa, me alegro mucho de que contemos en el panorama literario nacional, y más en un género tan complicado como es la novela negra, con autoras tan valientes como Altea Cantarero, una superheroína que tuvo a bien apuntar en su nave las coordenadas de la preciosa ciudad de Cuenca. 

 

Eva Fraile, psicóloga, agente literario, asesora editorial, creadora de proyectos creativos para escritores y editora de La Reina Lectora.