Esta es la primera vez que dejo de ser una lectora en la sombra para compartir algo que me ha dolido profundamente y no soy capaz de exteriorizar con los míos. Quizás me extienda un poco, pero es tanto lo vivido en una década que cuesta resumir.
El caso es que hace hace diez años estuve de Erasmus en Roma. Allí compartí pisó con cinco personas que se convirtieron rápidamente en mi familia. Sin embargo, cometí un grave error: liarme con uno de ellos. Al principio pensé que era un desliz de borrachera pero acabamos siendo una mezcla muy rara entre amigos-pareja por lo que, al terminar nuestra estancia allí, tuvimos una conversación donde decidimos que lo mejor era priorizar la amistad. No obstante, lo que ocurrió fue todo lo contrario porque, cuando llevábamos un mes en España con una añoranza brutal en el cuerpo, se vino de su ciudad a la mía por sorpresa y me pidió tener algo serio.
Trasladó su expediente a mi Universidad y volvimos a compartir piso con más gente… a finales de ese curso me di cuenta de una incomoda realidad: no estaba enamorada, simplemente él era el clavo al que me aferraba por una melancolía terrible por todo lo que sentí y viví en Roma. Lo hablamos y fue la ruptura más bonita que se pueda imaginar: sin reproches, sin malas palabras. Incluso me dijo que él pensaba lo mismo pero no sabía cómo decírmelo y que nuestro «síndrome post-Erasmus» nos había jugado una mala pasada.
Desde entonces manteníamos una muy buena relación sin perder contacto y reuniéndonos de vez en cuando con el resto de compañeros para revivir las historietas de aquel año como si fuera la mili…hasta que empezó a salir con su actual novia a la que NUNCA hemos conocido. Empezó a dejar de venir a los encuentros, a poner mil excusas, a ser más seco, a no contestar a mensajes ni llamadas… Ninguno entendíamos su actitud hasta que otra compañera Erasmus coincidió con él por trabajo y se fueron a cenar y asistió, atónita, al control y acoso de su novia para ver cuándo iba a volver al hotel. Incluso no dio ningún tipo de explicación cuando no asistió a una boda muy importante para todos, ya que se casaban dos amigos de esa etapa.
Pero el jarro de agua fría ha sido ahora. En enero nos comentó, a través de un escueto Whatsapp, que se casaba este año en diciembre y nos pidió las direcciones para enviar las invitaciones. Esta semana pasada, en un chat paralelo en el que estamos solo las chicas, saltó este mensaje: «Ya me ha llegado la invitación del desaparecido» seguido de unos: «y a mí», «y a mí»… Yo era la única que no podía decir lo mismo.
Al principio pensamos que era algo de Correos…pero no…es que NO ESTOY INVITADA.Y lo peor es que no me he enterado por él, me he enterado por una amiga que le llamó oliéndose esta posibilidad. Al parecer la novia siente celos incontrolables de todo lo que tiene que ver con el Erasmus y la gente que lo rodea, y a mi directamente no me puede ni ver. No me quiere en su boda ni me quiere conocer. Y él lo ha aceptado sin rechistar y sin tener los HUEVOS de llamarme para al menos no hacerme sentir una mierda después de todo lo compartido. Algunos de nuestros amigos comunes están planteándose incluso no acudir viendo el panorama…pero ella lo ha ido aislando y no me gustaría que estuviera triste en su día… por eso ante los demás le he quitado importancia y estoy normalizando la situación.
Me siento imbécil. Y lo que es peor…decepcionada.