El parto.

Ya la propia palabra asusta: PARTO.

¿Qué es lo que se parte? ¿Eh? ¿Eh?

Que me da pereza buscar la etimología de la palabra en Google y que al final no sea nada terrible, pero el caso es que ya de por sí da mal rollito.

Y luego, claro, hay todo un imaginario popular acerca del acto de parir. Desde los niños más chicos hasta los ancianos más desmemoriados, desde Laponia hasta Sudáfrica, de la Polinesia a Alaska, todo el mundo sabe, aunque sea a grandes rasgos, cómo va eso de dar a luz. Que ahora que lo pienso, dar a luz suena más moñas, pero también mucho más halagüeño que lo de parir y estar de parto.

Sea por lo que sea, es muy habitual que las mujeres teman ese momento antes incluso de estar encintas — perdón, tengo demasiado reciente Los Bridgerton. — y que lo imaginen como un cóctel desagradable y pegajoso a tope de dolor, fluidos y sutura.

Foto de Jessika Arraes en Pexels

Sin embargo, la naturaleza es sabia, y conforme se va a acercando el día D algo en nuestros cuerpos nos disuade de esa idea preconcebida y nos impide generar pensamientos que no nos ayudarían en nada. De pronto, a un gran porcentaje de embarazadas, el parto no les preocupa en absoluto, pues el bebé nacerá de un modo u otro, y lo importante es que venga sanito.

Como ya sabéis en WLS nos divierte jugar a Equipo de Investigación de vez en cuando, así que hemos hecho una ronda de consultas y cinco amigas nos han contado cómo imaginaban su parto y cómo fue en realidad:

 

  • La resignada. ‘Sabía que terminaría siendo cesárea, así que no me imaginé otro escenario. El bebé estaba siempre sentado, por así decirlo. En todas y cada una de las ecografías desde que dejó de tener espacio para flotar con libertad en el líquido amniótico. Me hice a la idea y no me molestó que mi médico sugiriese programar una cesárea para la semana 41. Fue todo genial, pude darle pecho tal y como quería y el postoperatorio fue muy llevadero’.

 

  • La miedosa. Tenía tanto miedo que no quería ni pensar en ello. Soy así, me rayo por cualquier cosa sin importancia. Imagínate lo cagada que estaba por la evolución del embarazo, la salud del bebé, mi futura pericia como madre… Simplemente no me cabía más miedo dentro, así que no le dediqué ni un minuto de mis pensamientos. Lo que tuviera que ser, sería. Decidieron ingresarme la primera mañana de monitores de la semana 39 porque yo no me había dado ni cuenta, pero estaba dilatada 2cm. No tardé en enterarme, francamente, pero me pusieron la epidural, me llevaron a la sala de partos y el niño nació solo tres horas más tarde de mi llegada al hospital. No tuve tiempo de tener miedo’.
Foto de Craig Adderley en Pexels
  • La maratoniana. ‘Sé que suena raro y antinatural, pero yo deseaba que mi niña naciera por cesárea. El proceso me parecía menos dramático y complejo que el alumbramiento de toda la vida. Pero las cosas no salieron como yo quería. Me puse de parto espontáneamente, con sus contracciones y su dilatación y tal. Al principio todo iba sobre ruedas, pero, entre que la epidural solo me afectó al lado derecho — el izquierdo lo sentía todo — y que en un momento determinado las contracciones se estancaron, pues la niña, que estaba encajada, no terminaba de salir y yo solo quería que alguien la sacara de allí como fuera. Después de lo que me parecieron mil horas — aunque desde que ingresé hasta que me fui a la habitación pasaron ‘solamente’ 26 —, una episiotomía y que maldijese a voz en grito en pleno quirófano el día que mi chico y yo decidimos dejar los métodos anticonceptivos, mi niña llegó al mundo con sus 4.850kg de peso’.

 

  • La frustrada. ‘Me pasé meses trabajando con mi matrona y organizando todo lo necesario para dar a luz en casa. Quería un parto en la intimidad de mi hogar con todas mis fuerzas, era mi sueño. Me visualizaba sacando al niño de mi vientre con mis propias manos y la ayuda de su padre, subiéndolo al pecho con el cordón aún uniéndonos… en una atmósfera relajante y tranquila. Sin la frialdad de un hospital y rodeada de extraños. Pero la semana que alquilamos la bañera de partos descubrimos en la revisión que mi bebé, que había estado cabeza abajo todo el tiempo, se había dado la vuelta y colocado de nalgas. Estaba entrando en el octavo mes, y el peque se había volteado justo cuando ya era difícil que lo volviera a hacer. Hice todo lo humanamente posible para revertir la situación, sin peligro de dañar al bebé ni por medio de maniobras agresivas, por supuesto. Sin embargo, por más que gateé, medité, le puse luces, música, me puse cabeza abajo… nada. Para cuando el parto se desencadenó mi matrona ya me había convencido de la necesidad de acudir a un hospital. Intentamos tener un parto vaginal pero el niño no se introducía en la pelvis, hubo sufrimiento fetal y me hicieron una cesárea de urgencia. Afortunadamente nació perfecto. Yo me quedé muy frustrada y tuve una recuperación lenta a causa de una infección en la cicatriz. Pero repetí un par de años más tarde — otra vez por cesárea — así que tan horrible no debió de ser. Lo de parir en casa lo dejo ya para otra vida’.
Foto de Vidal Balielo Jr en Pexels
  • La de manual. ‘En mi entorno los últimos embarazos habían acabado en partos provocados, oxitocina a cascoporro y cesáreas, así que me imaginaba que terminaría por pasarme lo mismo. En cambio, el mío fue de manual. Me desperté a las siete de la mañana del día de mi fecha probable de parto, expulsé el tapón, rompí aguas, me fui al hospital ya con contracciones y dilatada, pedí la epidural — aunque había pensado que igual no la necesitaba… — me dio un ataque de risa muy descontrolado, se me pasó cuando la matrona me llamó al orden, empujé cuando me lo dijeron y, en poco más de una hora, estaba en la habitación con mi bebé encima y solo un puntito de sutura en los bajos. Tengo un recuerdo muy bonito, la verdad’.

 

Si estás embarazada y has llegado hasta aquí solo me queda añadir que no es un mito eso que se suele decir de que en cuanto le ves la carita a tu bebé olvidas todo lo que has pasado anteriormente.

Hormonas, amiga, que no solemos ser conscientes, pero también cumplen funciones agradables.

 

Foto de portada de Jonathan Borba en Pexels