El 15 de junio se estrena la nueva película de Amy Schumer, ¡Qué guapa soy! En ella se ironiza sobre el poder que tiene la autoestima en el empoderamiento femenino para conseguir romper todos los estereotipos que existen sobre la belleza y estamos deseando verla porque somos muy fans de ella y de su discurso. Hace tiempo que Amy ha dejado de ser una simple humorista, a sus 37 años se ha convertido en una gran actriz de comedia y en una activista body positive y feminista que ha apoyado publicamente, y bastante fuertesito, a todas sus compañeras de profesión en el movimiento #MeToo. Todo bien.

En cada una de sus entrevistas (promocionales o no) nos encontramos con alguna joyita reivindicativa y damos palmas con el coño porque sí, somos muy fans (sorry not sorry). La última ha sido en The Cattwalk, donde nuestra querida Amy lanza un mensaje muy positivo sobre la importancia del amor propio, respondiendo a una de las preguntas que le hace Catt Sadler:

C: Te hemos visto desnuda en la gran pantalla, en la portada de tu libro y más. ¿Cómo has conseguido sentirte bien con tu propia imagen? Son muchas las mujeres que siguen luchando por esto…

A: Dejé de obsesionarme con eso. Rara vez pienso en mi apariencia. Francamente es muy liberador y te ayuda a avanzar y a ser más feliz. Tienes que llevar a cabo la tarea de amarte a ti misma de verdad. Y además, todos vamos a morir, así que no merece la pena. Nada de eso importa.

Ojo, que esto es mucho más importante de lo que podamos pensar a priori, porque es fundamental que las mujeres consigamos romper todos esos estereotipos que nos han metido en la cabeza y seguimos necesitando este discurso positivo que sirva como acción ejemplarizante en nuestra propia lucha personal. Que una actriz de éxito haga este tipo de declaraciones sigue sentando precedente para conseguir un cambio de paradigma real y firme en el que las mujeres seamos valoradas por mucho más que nuestras corporalidades o hábitos estéticos.

Además tiene razón, es muuuuy liberador dejar de exigirnos una supuesta perfección impuesta por una dictadura estética que nos convierte en individuos válidos o no válidos según sus propios patrones. Las mujeres tenemos mucho más que ofrecer y, para eso, tenemos que terminar de creernos que merecemos estar ahí por nuestra valía personal. Esto es un esfuerzo personal tremendo, porque tenemos mucho que deconstruirnos y es bastante injusto que tengamos que ser nosotras, las que hemos sido y somos oprimidas por este modelo de belleza, las que tenemos que empoderarnos e intentar tumbar todos estos estereotipos. Pero es un trabajo extra que nos emancipa y nos convierte en mejores personas.