El problema no lo tiene ella. Es la sociedad la que está enferma.

Esta es la conclusión a la que cualquiera -con dos dedos de frente- podría llegar después de echar un vistazo al trabajo de Haley Morris-Cafiero, una fotógrafa estadounidense que ha conseguido una nominación al Prix Pictet y quedó finalista del  Renaissance Prize por la serie  Wait WatchersTodo por poner en evidencia una sospecha que cualquier chica de talla grande ha tenido alguna vez: las miradas desaprobatorias e incluso de desprecio de las que somos objetos por nuestro aspecto físico. 

Escaparate de una tienda de reposteria«Siempre he tenido dificultades para controlar mi peso, que ha determinado mi lugar en la sociedad y que a menudo me ha hecho sentir excluida y torpe», confiesa Morris-Cafiero en su sitio web personal. Hay miles de situaciones cotidianas en las que una persona con sobrepeso se siente condicionada por el juicio que los demás te hacen: a la hora de elegir plato en un restaurante, frente al escaparate de una pastelería, en la playa o una piscina pública, buscando talla entre los percheros de una tienda de ropa, etc… Da igual que no te conozcan o que te importe un comino su opinión, la gente es así de maleducada.

Porque al final se trata de eso, es una cuestión de mala baba y peor saber estar. Recuerdo que en mi niñez viví en un pueblo pequeño en el que para una amplia mayoría era costumbre mirarte de arriba abajo, con un descaro tal, que cuando ya te habían pasado, se volvían y te daba el segundo vistazo. Es lo que yo llamo «el repaso». Y a mi me tocaba los ovarios. ¿Por qué COÑO tenía yo que verme sometida ese escrutinio? ¿Es que soy un mono de feria o algo?

Primera imagen de Wait WatchersEstoy segura de que Morris-Cafiero debió de pensar lo mismo el día que, mientras estaba trabajando en otro proyecto, se dió cuenta de que estaba siendo objeto de las burlas de unos desconocidos que se dedicaron a hacerse fotos detrás de ella, ridiculizándola. Casualmente, la imagen quedó registrada por su cámara, que se dispara con un dispositivo de auto-sincronización.

Otra, en su lugar, a lo mejor hubiese borrado con vergüenza la instantánea… Porque eso es lo que provoca la gordofobia, que la víctima acabe sintiendo que su propio cuerpo es merecedor de choteo y censura pública. Esta fotógrafa, en cambio, se sacudió los complejos y decidió hacer algo útil: convertir a sus verdugos en el punto de mira.

Gordofobia«Para esta serie, me he fotografiado a mí mismo en espacios socialmente comprometidos para examinar cómo mi cuerpo se adapta a la sociedad. Elijo composiciones dentro de las redes sociales: restaurantes, tiendas, piscinas y otros lugares de ocio. Después, intento de yuxtaponer mi lugar en la escena con temas que contribuyen a mi aumento de peso», explica. Aunque muchos le han echado en cara que la crítica «está en su imaginación», el resultado no deja lugar a la imaginación. Caras de asco de otras mujeres, la cruel curiosidad de los niños e incluso la desfachatez de una pareja de policías. No hay paranoia que valga. Aceptémoslo: nuestra sociedad no soporta la diferencia.

No sé a vosotras, pero a mi me parece que lo que de verdad es vergonzoso es que tengamos que aceptar que ese sea el pan nuestro de cada día. Hay miradas que matan. No como un rayo fulminante… pero, desde la infancia, te van dejando heriditas por dentro que  no se curan. Lo peor, es que el remedio está a la mano. Si hay niños que siguen insultando a otros por tener sobrepeso es porque maman ese desprecio en su casa. Es una cuestión de educación.

Morris-Cafiero ha hecho suya la máxima «sé el cambio que quieres ver en el mundo» y, en lugar de esconderse, ha decidido exponerse para volver el foco. No dejemos que los complejos nos roben la libertad de ir cómo queramos y por dónde queramos. El problema lo tiene el ojo enfermo que juzga.