A ver cómo lo explico… Solo si Pepe da Rosa se hubiera marcado un body swap, ocupando cuerpo y facultades de Ane Rice (lo he mirado y sigue viva) podría dar como resultado una novela como esta.

En Nueva Orleans una familia de brujas, de origen andaluz, coexiste con espíritus de ancestras y allegadas. A Paca, la de en medio de las fallecidas González, le vibra ir a la feria de Sevilla, arrastrando al clan fantasmal a una aventura desvergonzada por calles, casetas y burdeles del sur de España.

Catalina Molina añade un quinto volumen a la saga Mujeres González que, aunque la autora diga y repita que es solo diversión, critica mordazmente la hipocresía que nos ciega ante la trata y la prostitución en general y, de manera agravada los que se lucran explotando a las personas más vulnerables como, en este caso, mujeres transexuales de países en vías de desarrollo.

El humor recubre, como pátina esplendorosa, cada momento de la novela: descripciones, diálogos, acciones y consecuencias brillan con un lustre cómico audaz, sin complejos, explícito y, en absoluto, escatimado. 

La historia derrocha frescura y refleja la coherencia que proporciona un universo propio, definido al milímetro, cuyas normas se nos recuerdan de manera pertinente para que las asumamos y nos hagamos el cuerpo de lo que siguiente. 

La idiosincrasia de cada personaje, y sus manifestaciones, está primorosamente diseñada para conformar el engranaje de una narración que no da descanso al asombro. Y luego está Cipriana, tope de gama del concesionario espirito. Ella hace de su gran debilidad, la que la llevó a la tumba, la motivación para poder más; el acervo de fantasma lo dosifica para poder llevar una doble vida de muerta y, en los momentos más oscuros, será capaz de demostrar lo que es la verdadera amistad. 

¡Cipriana, Cipriana, Cipriaaaaana!

Si hubiera justicia en el mundo editorial, La Paca (…), comedia (descarnada y, a la vez, superencarnada) paranormal, sería la joya de la corona de los mejores establecimientos libreros y, cada nueva entrega, un acontecimiento cultural. Como no es el caso, aún, animo a comprarla, leerla, disfrutarla y gritarlo a los cuatro vientos para que caigan más volúmenes.

«—Cierto, hermana —intervino Manuela desplegando sus alas de gallina, aunque ella decía que eran de ángel—, lo que hace Cipriana es invadir el cuerpo de las ratas y expulsar el alma del animal de su cuerpo. Es la única manera de poder habitar por horas, o para siempre, un cuerpo vivo hasta que la muerte haga acto de presencia. Por esa razón, Cipriana utiliza ratas y no seres humanos. Porque después de salir del cuerpo del animal, estos, al no tener alma, fallecen».

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Fátima Romero