Antes de seguir leyendo me parece importante avisar de que este artículo contiene algunos spoilers y que quizás sea mejor que veas la película antes (puedes encontrarla en Netflix) de leer esta pequeña crítica.

El objetivo de «No soy un hombre fácil», primer largometraje de la cineasta, actriz y escritora feminista Eleonore Purriat, está bastante claro: quiere hacernos reflexionar sobre los roles sexistas de género y el sistema de privilegios machista. Para ello propone un elemento no muy original (ya lo hemos visto en otras películas de calidad cuestionable) pero bastante efectivo: Damien, un señoro de manual, se da un golpe en la cabeza y cuando vuelve en sí toda su realidad ha cambiado y tiene que hacer frente a un mundo distópico en el que se han invertido las categorías «hombre-mujer». El planteamiento es bastante atractivo y disfruté mucho de la película que recomiendo ver, pero también me hizo arrugar la nariz hasta el punto de necesitar varios días para reflexionar y escribir este artículo.

Quizás esté rizando el rizo, pero una de las cosas que más me han llamado la atención no es que plantee un cambio de roles entre hombres y mujeres, es que directamente las mujeres parecen haber adoptado los roles masculinos en el poder. Supongo que a nivel narrativo es más impactante y sirve para que los hombres que vean el filme se sientan más interpelados, pero si te paras a pensarlo funciona casi como una justificación. Es casi como si explicara que el poder corrompe y «obliga» a quienes lo ostentan a mostrar una masculinidad terriblemente tóxica. De esta manera vemos a mujeres en puestos de responsabilidad acosando sexualmente a sus empleados y hombres reproduciendo clichés típica y tópicamente femeninos en su posición de subalternidad. Vamos, que el sistema patriarcal sigue ahí, pero con otra piel.

Además, teniendo en cuenta la evidente crítica al este sistema patriarcal, no hay revisión alguna por parte del protagonista. Me explico: él vive en sus propias carnes este juego de espejos, pero no es capaz de empatizar con lo que sufrimos las mujeres en el mundo real. Lo único que ansía es recuperar su orden y su posición, mientras cortocircuíta al ver a su mejor amigo preocupándose por la crianza y las tareas del hogar, pero se siente en el paraíso en un discoteca gay (y es justo ahí, donde ve poner en tela de juicio su heterosexualidad, cuando se lanza a besar a la protagonista porque claro… él es muy macho). Es bastante desesperanzador, pero es nuestro pan de cada día: un porcentaje muy alto de señoros que no quieren ni oír hablar de las diferencias construidas alrededor del género biológico y que han llevado a siglos de opresión femenina (y de otras identidades más minoritarias pero igual de ninguneadas).

Otra cuestión que me hace saltar las alarmas es que en el fondo es una película que sigue el esquema de las comedias románticas tradicionales y en la que el protagonista se enamora de una proyección de sí mismo y esto es muy inquietante. Y es que presenta a una co-protagonista, Alexandra, que en ese mundo distópico goza de una feminidad muy similar a la masculinidad de Damien y que empieza a mostrar interés real por él tras rechazar tener relaciones sexuales y despertar su curiosidad. Sí, la cosa esa de que las mujeres (en este caso hombres) debemos «hacernos valer» para conquistar a un cazador (en este caso cazadora). Tenemos tan interiorizados los mitos del amor romántico se cuelan hasta en los espacios de crítica y lo digo porque, por más que lo intento, no le encuentro moraleja a esta relación amorosa… no incomoda ni un poquito en este sentido.

«No soy un hombre fácil» es entretenida y perfecta para ponérsela/recomendársela a ese coleguita que te llama exagerada cuando hablas de acoso callejero o a ese primo que aprovecha cada comida familiar para llamarte feminazi. Creo que tiene muy buenas intenciones pero a mi se me queda un pelín corta en clave feminista (lo que tiene sentido porque la película no va sobre teoría feminista y tal, pero yo soy así)… lo que no quiere decir que no sea interesantísimo verla porque desde luego no deja indiferente y es una buena manera de reflexionar sobre la construcción de los estereotipos de género porque todo el tema de los cuidados, la presión estética y demás cuestiones relacionadas las denuncias feministas están muy bien representadas. Además tiene momentos divertidísimos por lo absurdo y eso siempre es bien. También os digo que, al ser su primer largometraje, voy a darle un voto de confianza a la directora y a seguir su trabajo de cerca porque promete…