Me gustan mis tetas.

Vaya eso por delante.

Me gusta su forma, su tamaño y el tono de los pezones.

Me gustan un montón mis pechos, pero odio a muerte los sujetadores.

Llevo usándolos desde los doce años y después de más de dos décadas de intensa búsqueda sigo sin encontrar un sujetador que sujete, valga la redundancia, que no aplaste, no marque, no se clave y un larguísimo etcétera.

Hasta hace no mucho sufría en silencio, como la gran mayoría.

Tengo una talla 95 y he crecido escuchando que si no usas sujetador se te caen las tetas. Y tal vez sea un motivo de mierda, pero creo que he aguantado tantos años de penurias mamarias porque no quería contribuir a la caída de mis lolas.

Y entonces leo en no sé dónde que lo de que se te descuelgan si no las sometes a la dictadura del sujetador es un mito.

Pues entonces, ¿pa’ qué?

Pa na’.

Yo ya llevaba una temporada pensándomelo muy mucho. De hecho, hace un tiempo que tengo la costumbre de no usarlo cuando estoy en casa. Quitármelo era lo primero que hacía al llegar, aunque volviese a salir de nuevo más tarde. Tenía una cajita en el recibidor para meterlo dentro y tenerlo a mano a la hora de salir y todo. Palabrita.

Pero sabiendo que no sólo no impide que se te caigan, sino que ayuda a que pierdan firmeza, no le veía el sentido a seguir torturando a mis queridas tetas con aros asesinos, presiones infames, sudores, marcas y moretones.

Y ahora que he liberado a mis Bimba & Lola, soy una tía feliz.

Otra cosa diferente e imprevisible es cómo se toman los demás mi nueva y desatada presencia.

Porque dejé de usar sujetador y así reaccionó mi entorno:

 

Mi madre lo lleva fatal, la mujer. Cree que con unas tetas del tamaño de las mías no se puede ir por ahí sin sostén. No me entiende, dice que tengo que estar incomodísima y que ya me cansaré. Lo que no sabe es que no he estado tan cómoda en toda mi vida adulta. Los primeros días me dio mucho la chapa porque trabajo para ella en su tienda de alimentación. Insistía en la parte de la comodidad y la salud. Pero la conozco como si me hubiera criado y no tardé en sacarle los colores. Lo que le pone mala es lo que pueda pensar su clientela habitual. 

Y que de pronto la clientela masculina se multiplique por mil y, en lugar de a comprar naranjas, vengan todos con intención de ver cómo se menean los melones de la dependienta. Tengo una madre con una mentalidad muy antigua, qué le voy a hacer.

 

Mi padre dudo que se haya enterado. Salvo que se lo haya contado mi madre y, si ha sido así, no se ha manifestado al respecto.

 

Mi novio está encantado. Porque me quiere y mi felicidad le hace feliz a él. Que pueda meterme mano sin más traba que la camiseta o blusa que lleve puesta, es lo de menos (véase el sarcasmo). Cuando estamos en casa el tío se pasa el día sobándome las tetas, es una especie de obsesión que tiene. Y desde que las llevo libres como el viento, parece que aún le ha dado más fuerte. Estamos viendo una peli, me soba una teta. Nos ponemos a recoger la cocina, me soba una teta. Nos cruzamos en el pasillo… mete el brazo bajo la ropa y me soba una teta. Francamente, me hace mogollón de gracia. Mientras se limite a la intimidad de nuestro hogar, todo bien.

 

Mi amiga más conservadora me miró raro la primera vez que nos vimos desde el día de la liberación. No decía nada, pero veía cómo se le iban los ojos hacia mi pecho cuando me movía. Es una chica muy observadora, ya sabía yo que no le iba a pasar desapercibido. Pero también es discreta y nada entrometida, por lo que no me dijo nada hasta que fui yo quien sacó el tema en una cena con la pandilla. Tuve que pedirle directamente su opinión, no porque fuese a cambiar la mía, sino por pura curiosidad. Y resultó ser un poco desagradable, anticuada y machista. Tanto que no la quiero reproducir aquí. Me llevó semanas recordar lo mucho que la quiero y lo buena persona que es. A pesar de su amor por la opresión y ocultación de las formas femeninas.

 

Mi amiga más hippie se siente menos sola y está un poco subidita porque piensa que ha sido la instigadora de la revolución de mis tetas. Ahora está un poco plasta con que abandone el uso de desodorantes y con que deje de depilarme. Quién sabe, lo mismo algún día le hago caso. Está muy claro que con lo del sujetador tenía razón, pero sus pechitos son tan pequeñitos que me costaba creer que fuese igual de positivo con pechos más grandes. Pequé de ignorante tanto tiempo.

 

Y más o menos estas son todas las personas de mi entorno cuya opinión me importa, así que lo dejo aquí.

El resto pueden metérsela donde les quepa.

Redacción WLS

 

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