¿Por qué surgió este experimento?

Pues en septiembre mi novio y yo nos dimos cuenta de que llevábamos una temporada de sequía sexual. Al hacer cuentas y memoria sobre la última vez que habíamos follisqueado, nos quedamos ojipláticos. Medio en coña medio en serio surgió la idea de hacerlo todos los días durante un mes a ver qué pasaba, por simple curiosidad, y con la tontería el 1 de octubre decidimos hacer realidad este experimento.

¿Qué pensábamos antes de hacerlo?

Pues en pocas palabras, que sería la leche. Follar nos gusta, así que hacerlo todos los días sería top.

Creíamos que sería como cuando empezamos a salir, porque quieras que no, cuando llevas 10 años con una persona no follas como al principio. Los primeros meses todo es pasión y te da igual si es en la casa de tus padres, en un aparcamiento o en los baños de un parking. Lo haces. Después te das cuenta de que como en la cama de vuestra casa en ningún sitio y aunque a veces estalle la pasión en los sitios más rarunos, no es lo habitual.

¿Y qué pasó?

Pues la primera semana fue genial. Lo hicimos con muchísimas ganas en cada sitio que pillamos. Coincidió que ese fin de semana nos fuimos a una casita rural así que lo dimos todo en la bañera, en la cama y en el bosque aprovechando el buen tiempo. Después volvimos a casa y más de lo mismo. Que si un polvete improvisado en el sofá. Que si te como todo mientras haces la cena. Veredicto: un 10.

La segunda semana la cosa empezó a decaer. Los dos tuvimos una semana un poquito estresante en nuestros trabajos y lo último que nos apetecía era follar, más que nada porque cuando tienes la cabeza en otras cosas no es fácil desconectar. Aun así, lo hicimos.

La tercera semana fue la más difícil. Tenía el chochet más seco que la mojama. Es como si me gritase “tía, basta ya, déjame en paz”, y a él le costaba un poquito más empalmarse y mantener la erección. Usamos lubricantes y juguetes sexuales para mantener la cosa interesante, pero sinceramente estábamos hasta las narices.

La cuarta semana fue un horror. Sobre todo porque discutimos y como comprenderéis, lo último que te apetece en ese momento es echar un polvo. Lo hicimos pero fue frío e impersonal, y nos quedó una sensación súper desagradable. Por suerte el último día lo hicimos con ganas porque se acababa esa tortura de experimento.

¿Qué conclusiones sacamos?

Pues teniendo en cuenta que he llamado a este experimento “tortura”, no muy buenas. Me he dado cuenta de que no te puedes obligar a mantener relaciones sexuales con tu pareja sólo porque a él le apetece o porque sea lo “normal”. Es muy fácil caer en comparaciones cuando escuchas a tus amigas hablar de lo mucho que follan o cuando lees en Internet los testimonios de gente que tiene más vida sexual que Julio Iglesias.

Sin embargo, no pasa nada porque no te apetezca a veces. Cada pareja es un mundo y da igual si folláis una vez a la semana o una vez al mes siempre y cuando seáis felices.

El sexo tiene que ser una actividad placentera. No debes sentirte agobiada, presionada o mal, porque así no disfrutarás ni aunque le pongas todas las ganas.

Así que amiguis, follar está bien, pero la monotonía a veces es el mejor de los regalos (aunque esté muy mal vista).

¿Tú crees que serías capaz de hacer el experimento? Déjame tu opinión en comentarios.