El otro día estaba en la cola del garito de turno esperando para mear – porque no sé vosotras, pero yo es tomarme dos cervezas y mearme como si no hubiera un mañana- y escuché a dos amigas comentar que ella a su novio pues no se la comía porque a él le sabía el cimbrel demasiado a polla.
Ahora resulta que a mis 35 años de edad me he enterado que hay diferentes niveles de sabor a polla. Tenemos:
- La Don limpio: Es la que con tanto froti froti pa arriba y froti froti pa abajo sabe más a gel de mercadona que a polla. Es como cuando bebes de un vaso sin enguajar bien el mistol y te entran arcadas porque sabe demasiado a jabón.
- Polla- light: Sabe a polla, pero no mucho. Digamos que es como los olores a madera del vino, pues igual, pero en polla. Si fuésemos catadoras profesionales diríamos que tiene un suave toque a polla de roble del 87.
- Polla sabor polla medium: Aquí la cosa se va poniendo ya seria y el cimborrio empieza a saber a cimborrio. ¿Sorprendente, verdad?
- Polla sabor polla sin colorantes ni conservantes artificiales. Sabor natural 100%: Sólo aptas para las que quieran comerse una polla de verdad, de las que huelen a fuet.
De verdad es que a veces me entran ganas de bajarme del mundo. Vamos a ver, criaturas de Dios. ¿Cómo que una polla sabe demasiado a polla? ¿Y un coño? ¿Puede un coño tener sabor medio a coño? Mira que yo siempre he pensado que el ser humano no merecía la extinción, pero es que a veces lo ponemos difícil.
Que sí, que estás en todo tu derecho de no gustarte comer pollas. O coños. O pollas y coños a la vez si te apetece, pero no es problema de que sepa mal, es problema de que a ti en particular no te gusta.
Así que dejemos las cosas claras:
el coño sabe a coño y la polla sabe a polla y si no te gusta te comes un kebab.
Ojo: que yo me he comido kebabs que me han hecho más feliz que muchas pollas y me he comido pollas que estaban más buenas que un kebab.
Redacción WLS