¿Se te eriza el vello cuando tocas la mano del cajero del Mercadona? ¿Ves cómo un tío llena una bolsa con limones en la frutería y te empitonas? ¿Vas a las manifestaciones a tocar culos? ¿No sabes si tirarte a la barra o al de enfrente? Menina, te patina la mandarina.

Es muy complicado encontrar a alguien con quien conectar. Aprendes de los errores, sabes lo que quieres y no vas a renunciar a ello. Pero de pronto te das cuenta que pasan los meses y te vuelves más virgen que la selva colombiana.

Yo me he vuelto exigente, no me vale cualquier cosa. Me miro al espejo y me veo más sabia, con más seguridad, más madura, y con una caja de preservativos sin usar en el cajón para cuando aparezca uno que valga la pena, para la siguiente estación, para cuando reine Leonor… Osea que follo tan poco que si desaparece Cuenca no me entero. Tengo el chirri como una vaporeta y estoy tan salida como un balcón, que me quito las medias como si fuera el papel de las magdalenas.

 

La chica que me depila me ha dicho que no sé a qué espero, que si yo fuera un edificio me precintaría. ¿Perdona? ¿Qué va a saber ella? Que tiene cuatro plantas muertas en la sala de espera… Pero es verdad. Necesito sexo, ¿vale? Sexo de verdad, que me queden las piernas temblando 3 meses. Tengo tanta energía sexual almacenada que podría alumbrar Río de Janeiro.

 

Hace un mes ligué con uno por Tinder, era guapo, tenía conversación y escribía sin faltas de ortografía. En su bio ponía que su mujer ideal era Angelina Jolie. Y yo pensaba…

¿Qué tengo yo que no tenga Angelina Jolie? ¿Esa tía es guapa? Con esos labios que parecen tazas de wáter. Bah, venga Lucía, no te pongas ínsima, queda con él por favor, ¿qué tienes que perder?

Así que estuvimos hablando bastante tiempo y cada vez me caía mejor y mejor. Hasta que concretamos una cita y llegó el día. Dispuesta a ponerme más elegante que un lating King en semana santa. Medias nuevas, lencería nueva, vestido negro, ojos ahumados. Me miré al espejo y pensé “cariño, hoy triunfas”. Luego me dije, mira ¿y si hago la cosa esta de aspirar con el vaso para tener los labios como la Angelina? LO SÉ, LO SÉ. Soy borderline. Cuando me saqué el vaso no era Angelina Jolie, sino Carmen de Mairena. Y me miré en el espejo y pensé “vaya, pues ahora tienes cara de vagina”.

Total, que habíamos quedado en un bar de copas y yo sólo rezaba porque se me hubiesen bajado los labios y hubiese luz tenue. ¿No os pasa que con determinadas luces estáis mucho más guapas? A mí hay una luz que me hace parecer Charlize Theron y hay otra luz que me hace parecer un cocodrilo. Siempre me toca la segunda.

Ya al entrar veo que todo el mundo es guapísimo. ¿Pero por qué, señor? ¿Por qué todo el mundo está tan bueno y yo parezco una rata? Así que nada más verlo nos dimos dos besos y me pedí un whisky. Ya sé que el alcohol no soluciona los problemas, pero amigas, el agua tampoco.

La conversación iba fluyendo, las miradas cruzando y los whiskys bajando. La cosa estaba ya a puntito de caramelo cuando veo que se rasca la pierna y me fijo que tenía una marca de anillo en el dedo (PERO SIN EL ANILLO). Así que le pregunto “¿y tú mujer dónde la has dejado?» Y se hace el silencio…

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Se queda callado unos segundos, después lo niega y luego lo reconoce. Que están pasando por un bache, que no la deja por los niños, que yo le intereso mucho…

A esas horas de la noche Kiko Rivera estaría follando, alguien estaría dejando a Chenoa y yo tendría que estar viendo el techo de la habitación gritando “Aleluya. Y durante unos segundos pensé “qué coño, necesito abrir las piernas como las aguas del mar rojo”. Pero empezaba a gustarme un poco, como para meter la pata de esa manera. Y si llevaba todo este tiempo aguantando, podía aguantar un poquito más.

Así que me fui a casa con la seguridad de que quitarme los tacones sería lo más parecido al sexo que iba a tener ese fin de semana. Me miré al espejo, desmaquillada y con los labios aún como Esther Cañadas y me entró ese conflicto interno cuando no tienes el suficiente sueño para dormir ni la suficiente fuerza para masturbarte.

Al final me vino a la cabeza una frase que me decía una amiga “hasta que llegue el afortunado, disfruta al equivocado”, pero cuidado, a veces el equivocado te puede pasar factura. Eso sí, al fin de semana siguiente toqué el cielo con un chico de Mali.

@LuciaLodermann