Repetid conmigo: los revolcones al aire libre, a poder ser, solo en verano. Es un consejo que os doy como buena amiga porque la evidencia me ha demostrado que por mucho que lo intentes, si la meteorología quiere joderla, lo hará.

Esto me pasó hace ya algunos años, y hago este apunte para que no os echéis a mi cuello por enrollarme con un random en plena pandemia. No lo he hecho, esta historia ocurrió en el mes de diciembre de 2018, en una fría (casi gélida) noche en la sierra de Madrid. Un grupo de diez amigas, decidimos largarnos un fin de semana a una casita rural en un precioso pueblo de la sierra. Todo magnífico y maravilloso, planazo de esos de echarte unas buenas risas, desconectar, poner verdes a los ex y todas estas cosas.

El caso fue que el primer día vamos al pueblo a hacer la gran compra. Nos acercamos otra colega y yo mientras el resto iban preparando la casa. Íbamos con tremenda lista, que más que un fin de semana parecía que íbamos a pasar la cuarentena completa allí encerradas. Pues cuando nos disponemos a pagar veo que el chaval que está cobrando en caja está más bueno que yo qué sé. Encima no deja de hacerme ojitos. Mi amiga se da cuenta y sin cortarse le dice que cómo me llamo, yo la mando callar pero tampoco me quejo.

Según pagamos, el tío coge un trozo de papel de la caja y me pasa su número. Y me dice así de guay, que termina a las 9 de currar y que si me apetece tomar algo que le de un toque o que le escriba. Estoy segura de que la señora que estaba esperando su turno se vino arriba pensando que aquello era la promoción del día.

Bueno, mis amigas toda la tarde diciendo que lo llamara, que llevaba un montón de meses de sequía y que me diera una alegría. Pero llegaron las 9 y no lo llamé. En cambio, a esa hora ya estábamos todas medio pedo en la casa rural, haciendo el ganso y bailando la Macarena como si fuera el mayor temazo de la historia.

Resulta que a eso de las 2 de la madrugada estoy arreglando el mundo con mi mejor amiga, ambas borrachas, y ella me recuerda que puedo llamar al cajero y tirármelo así, sin conocerlo ni nada. Que es algo que yo nunca había hecho pero que seguro que me sentaba bien en vistas a que mi ex me había dejado hecho una mierda. Después de un rato dándole vueltas, me armo de valor y sin cortarme me pongo a llamarlo. El tío me contesta con voz de sobado total, y yo directa le digo que soy la chati del supermercado y que si le apetece echar un polvo. Vamos, que le cambió la voz al segundo, me dice que se viste y que nos vemos donde le diga.

El plan era follar en casa, pero resultó que en las dos habitaciones de la casa había peña durmiendo y en el salón también. Intentamos despertar a las del salón para que se largaran a la cama pero estaban medio muertas por la borrachera. Así que nada, el plan final era pillar unas mantas y montárnoslo en las hamacas del jardín. Nada podía salir mal.

El mozo tardó como 10 minutos en plantarse en la puerta de la casa. Y según llegó le dije que nos íbamos al jardín que era la zona que había preparado para nosotros. No sabéis el puto frío que hacia allí fuera. Puedo jurar que bajo cero, seguro. Él me pregunta por qué no dentro, y le digo que dentro la casa no es tan grande y está llena de peña, pero que con las mantas, solucionao. Solucionao, los cojones.

Nos empezamos a enrollar, yo flipando porque literal que solo sabía que aquel chaval se llamaba Quique. Me quiero desnudar pero del frío no soy capaz de quitarme ni la sudadera. Yo allí, encima de él con mi gorro de lana, sudadera, bufanda, él con su plumas… Aquello pintaba a show.

Empiezo a meterle mano y le noto la polla chuchurría del todo. Le digo que le bajo un poco el pantalón y lo escucho que me dice que tengo las manos heladas. Me as froto, les hecho el aliento y lo vuelvo a intentar. Os juro que aquel pene cada vez se escondía más y más y más. Yo lo veía a él que ponía de su parte, allí tirado en la hamaca me besaba apasionadamente, me metía las manos por dentro de la ropa, me llegó a tocar una teta… Pero no había forma. Ya al siguiente intento más que una polla aquello era un cacahuete así que paré y le dije que ni de broma.

Nos quedamos un rato como medio pillados tirados en la hamaca tapados por unas mantas con estampado de leopardo. El tío como si yo fuera su churri, acariciándome el pelo y toda esa vaina. Pero es que yo me había quedado con las ganas, y si lo había invitado ambos sabíamos por qué. Así que sin avisar ni nada, me levanté de la hamaca, me metí debajo de las mantas y me puse a chupársela prometiéndome no parar hasta que aquello estuviese bien en lo alto. Y mi trabajo me costó.

Un buen rato de labores bucales y manuales hasta que aquella polla despertó de su letargo. Cuando ya estaba lista y preparada me bajé un poco los pantalones y me senté sobre él esperando cabalgar un buen rato y disfrutar de aquel gélido polvo. ¿Qué fue lo que ocurrió? Pues que mi mamada fue tan satisfactoria que apenas pude dar un par de embestidas hasta que Quique se corrió. Cuestión de segundos. No lo mandé a la mierda por respeto, pero aquello no tuvo perdón.

Él intentó disculparse y me aseguró que en unos minutos podría volver a empezar, pero a mí ya me dio hasta pereza. Lo invité a algo de beber y después lo acompañé a la puerta. Al día siguiente alguien tuvo que acercarse al supermercado a comprar unas pilas, pero ya os digo que la elegida no fui yo.

 

Anónimo

 

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