Le he contado esto a mis amigas y llevan riéndose de mí todo el santo día, es que lo pienso y aún no me lo creo, es que lo recuerdo y aún no puedo descojonarme de mí misma. Bueno, de nosotros, que en esta historia somos tres los protagonistas.

Vale, os pongo un poco en situación. Trabajo para empresa de comunicación que tiene muchísima pasta, instalaciones y medios, nuestro edificio tiene siete plantas y somos muchísimos trabajadores. Yo dirijo a un equipo de personas, no soy la jefa máxima, pero se podría decir que tengo un muy buen puesto de trabajo y que varios empleados responden ante mí.

Vale, pues nuestro modo de proceder es así todo el rato, hay un jefe al cargo de varias personas, un equipo. Pues bien, todos los equipos tienen becarios, un par por lo menos. Pues a mí me mola muchísimo uno de los becarios de otro grupo. Es un chaval al que le saco por lo menos 10 años, pero es que está para darle lo suyo y lo de su prima la de Teruel.

Pues el caso es que llevamos haciéndonos miraditas y rozándonos la mano en la cafetería ya un par de semanas, a mí me pone más caliente que el asfalto de Murcia un día de agosto a las cuatro de la tarde al sol, así que claro, algo tenía que hacer para poder sofocar los incendios que me invadían el totamen, ¿qué hice? Pues mandarle una notita, que se note que ya he pasado los 30.

Después de asegurarme de que le ponía burraco, me lancé a la piscina. Le dejé un post-it en su ordenador que ponía ‘nos vemos en los baños de la primera planta dentro de 10 minutos’.

¿Qué son los baños de la primera planta? Pues un poco como el aseo de la cámara de los secretos en Harry Potter, solo que no tenemos ninguna Mirtell por ahí. Son los aseos abandonados porque esa planta está en obras, no hay nadie trabajando allí, o sea, que siempre están vacíos y a mí se me ocurrió que era un lugar perfecto para un polvazo rápido, sencillo y sin complicaciones. La falta de luz y la cantidad de polvo solo le daban más magia a ese escenario tan maravilloso.

Pues bueno, allí quedamos, allí aparece. Tenemos la típica conversación de dos minutos incómoda porque en realidad no sabemos muy bien qué hacemos en ese lugar y a los dos nos entran las dudas de si el otro quiere lo mismo, hasta que aquí la jefa tiene que tomar la iniciativa, le cojo del cuello y le meto un morreo que lo deja seco. El chaval se enciende más rápido que las fallas de Valencia y chicas, qué queréis que os diga, no había bomberos cerca así que tuvimos que dejarlo arder.

Estábamos teniendo un pedazo de polvo encima de wc costroso que madre del amor hermoso, me comió el coño, las tetas y me hizo unos dedazos que aún me castañea el chocho de la emoción al acordarme. ¿Qué paso? Pues que al parecer no solamente a mí se me había ocurrido la idea de usar esos baños para tener un poco de intimidad. Había alguien más allí con nosotros.

Una señora, mayor, la de recepción, la que todo lo ve y todo lo sabe, el oráculo de mi empresa, la más sabia del reino, la que se entera de cada detalle casi al instante. ¿Qué hacía allí? Cagar. Pero cagar como una cabrona, la tía se ve que iba revuelta del estómago. Si nosotros estábamos con el fuego de las fallas, ella estaba con los ruidos de la mascletá.

Real, la pobre estaba tirándose cada pedaco, con chorrito de caca mala incluido que madre del amor hermoso. Perdón para los escatológicos, pero de verdad que necesitaba daros datos para que os hagáis una idea de la situación. Era tal el escándalo que estaba montando que nos dio un ataque de risa que no quieras saber tú.

Yo no quería reírme para que no reconociera mi voz, pero vamos, que poco pude hacer porque me dio un ataque de risa que si lo llego a saber no me bajo a la primera planta, seguro que me estaban escuchando hasta en la siete. Pues nada, se nos corta el rollo, huele mal y ya no tenía mucho sentido seguir ahí dale que te pego. Así que salimos. Yo pensaba que la señora se iba a quedar ahí encerrada para que no le viéramos la cara, pero qué va, al parecer pesaba más lo de saber quiénes éramos que que descubriéramos nosotros quién tenía la tripa revuelta.

Así que nada, salió a nuestro encuentro, puso cara de digna y con todo su papo se fue a lavarse las manos mientras nos miraba por el espejo. Menos mal que es viernes y hasta el lunes no tengo que empezar a aguantar comentarios, porque doy más que por sentado que se va a enterar hasta el de correos. Menos mal que tengo el finde por delante para concienciarme.

 

Anónimo

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