He tenido experiencias con mujeres desde hace muchos años pero no sé si por vergüenza o por reparo nunca he rematado la faena. Chicas que noches en bares te comen la boca y acaba siendo un calentón impresionante, citas adrede que acaban con mi cabeza hecha un lío, tocamientos, sexo oral por parte de ellas… pero no lo he considerado mi primera vez con ninguna de ellas hasta que apareció ella: la que me rompió la jabonera.

Y no digo jabonera como metáfora o personificación, no; literalmente me rompió en mil pedazos mi jabonera soft del Ikea. Cuento esta como mi primera vez porque literalmente era la primera vez que llevaba a una chica a casa y sin ningún pudor hicimos mil guarradas que antes no había hecho con un chichi. 

Después de una noche de tonteo en una plaza, sin conocernos absolutamente de nada esta chica ya iba a matar: me tocaba las piernas, me comía la boca, decía comentarios muy subidos de tono y fuera de lugar… yo intentaba mantener la calma porque tampoco es que quisiera sexo esa noche. Bueno sí, sí quería. 

A la hora de despedirnos se lanzó directamente a mi boca y literalmente se metió dentro de mi portal, no me dio ninguna opción a recular o pensármelo mejor. Subimos a mi casa y mi compañera de piso esa noche dormía en casa, cagadita porque literalmente en esta casa se oye todo. 

Empezamos. Me estaba pareciendo todo demasiado intenso y rápido. Ella no tardó en desnudarme, cuando me di cuenta que estaba entre mis piernas y a tomar por culo el raciocinio. En un momento de lucidez decido probar yo. Ya había masturbado a mujeres pero esta vez era serio y a mayores tenía que pasar al sexo oral. Me gustó hacerlo y mucho. Es interesante como intuitivamente una sabe una desenvolverse y me pregunté cómo hay hombres que por mucho que lo practiquen no llegan a buen puerto. No sé, ese es otro tema. 

La chica estaba o demasiado excitada o estaba fingiendo un montón porque por muy bien que se me diera a la primera no eran normales los gemidos que estaba soltando a las 5 de la mañana. Demasiado fuerte, demasiado alto, demasiado intenso. Ahí es donde perdí la concentración y sobre todo perdí las ganas de seguir follando. Le pedí un descanso, fui al baño y abrí WhatsApp para pedirle perdón a mi compañera de piso por los daños y prejuicios … estaba en línea. 

Bueno pues con mi compañera de piso despierta, los vecinos más de lo mismo volví a la habitación. Ahora es ella la que se va al baño. Si no había suficientes ruidos con los gemidos sumamos un puuuuum enorme. Podrían haber sido mil y una cosas pero no, era mi jabonera rosa soft del Ikea en el suelo, mil pedacitos diminutos mezclados con jabón por todo el suelo. No os preguntéis porque amaba esa jabonera, son objetos que una quiere sin más. Volvemos al ruedo con mi mente pensando en cómo pedirle perdón a mi compañera de piso otra vez y lo poco que me apetecía follar con la rompe jaboneras. 

Probamos mil y una posturas en las que ella parecía disfrutar de lo lindo. Yo me dedicaba a ponerle la mano en la boca y decirle educadamente que bajara el tono pero se la sudaba bastante. No me estaba gustando ya ni el polvo, ni ella; pero todo se fue a la mierda cuando pensé que tenía una magdalena casera y súper rancia en el armario de la cocina. Esa magdalena estaba en la mierda, más dura que una piedra, incomible. Pues yo me la quería comer con un vasito de leche y a dormir.

Fingí lo justo para que ella se apartara un poco e hizo el amago de querer quedarse a dormir. La despedí todo lo rápido que pude, fui a por mi magdalena y ahí fue cuando empecé a gozar como una verdadera perra.  

 

Sandra Regidor