Hemos hablado de este tema en más de una ocasión, y es que por desgracia eso de dar con médico gordofóbicos continúa siendo de lo más habitual. Da la impresión de que para algunos doctores y doctoras dar con una gorda les ahorra buena parte del trabajo ¿para qué realizar pruebas diagnósticas si todo lo que les ocurra es culpa de la gordura? ¿Qué tratamiento van a dar si lo único que necesita una gorda es bajar de peso para así sanar todos sus males?

Cuando nos quedamos embarazadas en muchos casos la cosa no cambia. Y no, no hablo de un caso concreto de una mujer que sufrió las diatribas continuas por parte de su ginecólogo, sino de otras muchas mujeres que tuvieron dudas, preguntas o incluso algún problema serio durante el embarazo, y la respuesta que obtuvieron por parte del facultativo fue ‘es que nadie te mandó quedarte embarazada estando tan gorda‘. Porque ellos son muy libres de tener esa percepción – errónea – de nuestro cuerpo, pero de ahí a utilizar este argumento como una solución profesional, hay un mundo.

Así que he reunido a algunas amigas y conocidas que de un modo u otro han tenido que sufrir en sus propias carnes los comentarios y desprecios de médicos gordófobos durante el embarazo y el parto. Os recomiendo acompañar esta lectura con una copita de vino o vuestra bebida espirituosa preferida porque no tiene desperdicio alguno…

Tamara, 37 años.

‘En mi familia todas las mujeres han sufrido preeclampsia durante el embarazo. Mi hermana mayor, que se quedó embarazada un par de años antes que yo, lo comentó a su ginecólogo  y decidieron comenzar un tratamiento preventivo para evitar la enfermedad. Lo único que tenía que hacer era tomar una pastilla diaria. Cuando me quedé embarazada decidí realizar el mismo comentario a la ginecóloga de la Seguridad Social que me atendió en aquella primera consulta.

No le pedí que me recetase nada, sino que simplemente le comenté los antecedentes familiares y el caso concreto de mi hermana. La mujer se quitó las gafas y me miró con un desdén horrible para espetarme que si terminaba el embarazo con una preeclampsia la culpa sería solo mía por embarazarme con tal sobrepeso. Empecé el embarazo con 80 kilos y midiendo 1.70, lo terminé de forma prematura a las 34 semanas por culpa de la preeclampsia porque, lógicamente, aquella mujer ni se planteó ningún tratamiento.’

gordofobia embarazo

Rocío, 45 años.

‘Fui madre joven, con 20 años me quedé embarazada de mi primera hija, y quizás por eso todos los profesionales del hospital me trataban como una niña a la que dar órdenes o hablar sumamente mal. Cuando estaba más o menos en la mitad del embarazo me levanté una mañana con un sangrado así que se lo comenté a mi pareja y nos fuimos rápidamente al hospital. Cuando llegamos un médico de urgencias procedió a hacerme una ecografía, estuvo en silencio unos 5 larguísimos minutos hasta que colocó en su sitio el aparato y me miró para decirme que no había latido. Lo dijo sin más, con una frialdad terrible. Nos pusimos a llorar y antes de que pudiera levantarme de aquella camilla apareció por la puerta de la consulta la que había sido hasta entonces mi ginecóloga. Se acercó a mí y tomó de nuevo el ecógrafo pidiéndome que me tranquilizase. En pocos segundos escuchamos aquel cabalgar tan rítmico y fuerte. Ahí estaba, sano y perfecto.

El otro médico se encontraba al lado de ella mirando con cara de pocos amigos. Me pidieron que me vistiera y mientras lo hacía la pude escuchar a ella reprendiéndole por lo que había hecho. Él, en lugar de aceptar el error y disculparse, lo único que tuvo que añadir fue que él no tenía la culpa de que toda la grasa de mi abdomen le dificultase tanto encontrar el latido. ¡Claro que sí, su incompetencia fue solo culpa mía!’

Mónica, 32 años.

‘Yo sabía perfectamente que quedarme embarazada con mis 95 kilos de peso no iba a ser algo fácil, no para mí, sino de cara a todos los comentarios que me tocaría tragarme. Pero después de varias pruebas mi médico me dijo que estaba completamente sana para el embarazo y por suerte en pocos meses vimos el positivo. Empecé el embarazo feliz hasta que di con la primera ginecóloga que me atendió. Lo primero que hizo fue ponerme a dieta exigiéndome una pérdida de peso para no correr riesgos. Lo acepté procurando siempre lo mejor para mí y para mi bebé. Los médicos de alto riesgo me veían cada 15 días y mi embarazo me empezó a generar un estrés terrible porque a las preocupaciones habituales de cualquier futura mamá se añadía lo de haber perdido peso en condiciones o que la médica tuviera un buen día y decidiera no reprocharme mi sobrepeso.

Fue una angustia tal la que me generaron que a mitad de embarazo decidí hablar con una clínica privada para que me llevasen ellos el embarazo y el parto, me daba igual lo que me costara. Solicité el historial de mi embarazo y el ginecólogo de aquella clínica no se lo podía creer, faltaban analíticas y pruebas prácticamente de todo, ya que en lo único que se había preocupado hasta entonces era en mi peso.’

gordofobia embarazo

Sofía, 29 años.

‘Si al sobrepeso le añades la juventud, como des con un médico con ganas de guerra el resultado es una persona que te trata siempre con una condescendencia horrible. Eso fue lo que me pasó a mí hasta que aquella bruja, porque no tenía otro nombre, soltó la mayor barbaridad que he escuchado en mi vida. Ya me había dicho en otras ocasiones que todo se soluciona cerrando el pico, que me dejase de hamburguesas y le diese más a la lechuga y tonterías de ese tipo (sin tener ella ni idea de mis costumbres ni mi alimentación). Llegó la ecografía de las 20 semanas y cuando vi que sería ella la que se haría cargo quise morirme. Me tumbé en la camilla y decidí no realizar ningún comentario, que aquello terminase cuanto antes y fin.

La veía resoplar, apretar con el ecógrafo contra mi barriga haciéndome incluso daño, volver a resoplar… Yo miraba para otro lado pensando en mi novio, al que además había obligado a quedarse fuera para poder ella trabajar más tranquila. Al cabo de un buen rato empezó a hablar y a enseñarme las partes del cuerpo del bebé como si fuese la chica del tiempo dando el parte. Cuando llegó a la cabeza de mi niña me soltó que parecía que todo estaba bien, pero que por culpa de mi gordura no podía ver el interior del cráneo del bebé y que a lo mejor lo tenía vacío, que el tiempo lo diría. Me lo dijo como quien habla de cualquier tontería y yo me enfadé de tal manera que le tuve que pedir que volviera a decírmelo. Se puso algo nerviosa, imagino que porque no se esperaba mi respuesta, y tras tartamudear un rato me dijo que iba a solicitar poder verme en otro ecógrafo con mejor resolución. Allí estaba la cabecita de mi hija, perfecta.’

Iria, 38 años.

‘Mi historia se centró ante todo durante el parto. Di a luz una madrugada y por desgracia me tocó lidiar con el equipo de matrona y ginecóloga más horrible de todo el hospital. Lo cierto era que ya me habían hablado de ellas y yo temía poder dar con alguna, pero con las dos… aquello ya era mucho. A modo de resumen, esas dos mujeres se dedicaron durante 5 largas horas a hablar de mi barriga y de los peligros que iba a correr durante el parto.

Estaba gorda pero tengo amigas bastante más gordas que yo que no pasaron por tantas faltas de respeto ni mucho menos. La matrona se quejaba porque los monitores dejaban de funcionar por culpa de mi grasa abdominal y que no me los podía colocar bien, la ginecóloga no dejaba de repetirme que ella no tenía nada claro un parto natural con mi sobrepeso (al final del embarazo pesaba 105 kilos y mido 1.65). Aquella mujer se presentó de pronto en la habitación donde yo estaba sufriendo ya unos dolores terribles y me dijo que habían decidido hacerme una cesárea. Le pregunté los motivos y simplemente dijo que no quería correr riesgos. Le pregunté exactamente qué riesgos, y solo me dijo que mejor la cesárea.

Se fue de la habituación y a la media hora apareció allí otra de las ginecólogas que me habían llevado el embarazo, venía mirando los registros de las últimas horas y solo me dijo que de cesárea nada, que vendrían a ponerme la epidural si lo quería y que parto natural a no ser que algo se complicara. Las escuché hablar en el pasillo, más bien escuche a aquella santa mujer decirle a la otra que programar cesáreas sin motivo es algo muy grave.’