Soy la amiga que siempre llega tarde. Entre 5 y 10 minutos, no más, pero eso ya es tarde, lo sé. Entiendo que hay personas puntuales que consideran mi actitud una falta de respeto. No lo discutiré: acepto que no sea correcto. Sin embargo, aunque llego tarde, no es que sea irrespetuosa, de verdad.

No creo que mi tiempo sea más valioso que el de quien espera, para nada. De hecho, intento que no me tengan que esperar… simplemente la mayor parte de las veces no lo consigo. En realidad, los tardones somos optimistas al percibir el tiempo y creemos que tardaremos en llegar menos tiempo del previsto.

 

Si he quedado, calculo un tiempo realista para llegar, le añado unos 5 minutos para imprevistos, cuento con 10 minutos más para terminar de prepararme (ponerme los zapatos y la chaqueta, no más) pero, cuando toca salir de casa, pueden darse circunstancias que se interponen en el objetivo de llegar a la hora.

  • Veo la basura para bajar y pienso que sólo son un par de minutos más y tengo margen.
  • Puede ser que encuentre a la vecina mientras cierro la puerta y pare un momento a preguntarle cómo están ella y sus hijas.
  • Tal vez aparqué el coche más lejos de casa o tengo que dar un par de vueltas para encontrar sitio donde hemos quedado.
  • Añade aquí cualquier otra situación que hayas vivido, cualquier tarea que parecía breve y perfecta para hacer «de camino» y luego se complicó…

 

Se atribuye a Einstein la frase El tiempo es relativo… ¡No podemos ir contra la ciencia! Nuestro cerebro tiene un concepto flexible del tiempo pero no somos irrespetuosos, de verdad. Un truco, amigos de gente impuntual como yo: Si quedamos a las 10:00, decodificad que llegaremos a las 10:10.

 

Y si por casualidad llegamos pronto, no pasa nada, a las buenas tardonas no nos importa esperar.

Si eres de las mías, comparte este texto con tus amigas para que te comprendan un poco mejor. :)