Sé que en este blog se suelen ahondar temas relacionados con el físico, pero también con la aceptación, y este post va precisamente de eso. Esta es mi historia. La de una chica que nació con pene y tiene que probar cada día que es suficientemente mujer para el mundo.

Porque la T sea probablemente la letra más incomprendida del arcoiris. Por invisible. Por confundir orientación con identidad. O por la soledad que conlleva. No puedes mentir sobre quién eres durante mucho tiempo a no ser que te vuelvas loca…

Cuando era más joven quería desesperadamente ser alguien diferente, y sentí que mis sueños estaban clausurados simplemente porque mi género era menos típico que otros. La enfermedad de una sociedad que se niega a conocer la gama de géneros, de la misma manera que ciegamente se niega a ver la gama de razas o de sexualidad.

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La gente cambia muchas cosas a lo largo de su vida. Se tiñen el pelo, hacen dieta, toman esteroides para muscularse, cirugía plástica…  Cambian de gustos musicales, de trabajo, de pareja. Hay gente que cambia de religión o ideal político. Cambian de país, de nacionalidad. ¿Por qué coño el género es lo único sagrado que no se puede cambiar? ¿Quién hizo esa regla?

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Disforia (contrario de euforia) de género. La propia palabra ya suena mal. El problema es cuando diferenciamos a la gente por polla o coño y no por cómo se sienten. Porque una es lo que siente y tiene el derecho a llevar la libertad por montera. Porque cuando sólo quedas tú y el resto del mundo, te escoges a ti. Y cuando las luces se apaguen, sólo importará lo que tú hayas bailado, porque al final lo que te hace feliz es ser solamente quien tú quieras.

Antes solía pensar que la transición consistía en convertirme más en mujer y me he dado cuenta que en realidad consiste en convertirme más en yo misma. Porque el cambio lo haces de cara a la galería, para que te vean como tú te ves, pero por dentro eres la misma de siempre.

Y no os confundáis. Esta no es una historia triste. Es una historia de amor. De amor propio. De amor eterno.  Porque como decía la Agrado en “Todo sobre mi madre”, una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma.

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@LuciaLodermann