Por suerte, podemos decir hoy en día que vivimos en un mundo cada vez más tolerante y amplio de miras. Poco a poco, se van normalizando situaciones que hace años se consideraban impensables. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y aunque es cada vez mayor la visibilidad del colectivo LGTBI siguen existiendo situaciones que nos hacen retroceder a la época de las cavernas. O que nos recuerdan que aún estamos a mitad del camino de la normalización.

Esta pasada semana Amor Romeira, ex concursante de Gran Hermano hacía unas declaraciones haciendo referencia a una citación judicial en un caso abierto que tiene pendiente con Sofía Suescun, ganadora de varios realities de Telecinco. El foco del conflicto fue que durante una conversación ácida en la que las dos se estaban atacando, Sofía decidió meterse con Amor por ser una persona transexual. Comentarios que como la propia Amor expresó en su día no estaba dispuesta a pasar por alto.

Al ver esta noticia e indagar sobre el tema para entenderlo a mí me asaltan principalmente tres miedos. El primero y principal tiene que ver con la existencia de algo como la transfobia. Lo siento, mi cerebro, joven, sensato y abierto y mi corazón y almas rosas de purpurinas me impiden comprender como hoy en día puede existir personas que se metan con algo tan serio como es la transexualidad. Siendo sincera, pocas cosas se me presentan tan duras como una reasignación de género; simplemente imaginarme no nacer físicamente en consecuencia con el género que tú sientes debe ser horrible y un gran foco de  sufrimiento.

La gente que se mete con algo así, ya no se está metiendo con la apariencia de una persona (gorda, flaca, narizota, gafotas etc.…) sino que nos estamos metiendo de un modo increíblemente cruel con alguien. Lo considero como un paso más; ya no es meterse con la apariencia de alguien, sino con algo que hace referencia a la esencia de la persona.

Continuando con mi análisis, otro miedo que me surge al tener que vivir en este cada vez más envenenadito mundo es el hecho de que ataques tránsfobos salgan de la boca de personas jóvenes. Sí, entendedme, porque si estas cosas saliesen de la boca de personas mayores, encerradas en un pueblo, o en un caserío perdido de un valle con la única compañía de Narcisa la cabra montesa, pues, no es que lo excusase, pero al menos podría llegar a no sorprenderme. Pero no ¡ERROR! Salen de la boca de una muchacha de apenas 21 años, que encima trabaja en el mundo de la televisión…que sinceramente…pocos ambientes más diversos se me ocurren que la televisión.

Y ya lo que me aterroriza y hace que me agarre al un cojín de mi cama como si temiese que la niña de The Ring fuese a aparecer en mi cuarto mientras escribo esto, es el hecho de que la emisora de tales comentarios es además una de las jóvenes más influentes y con más repercusión y altavoz mediático en estos momentos. Repercusión e importancia obtenidas a través de programas televisivos que la han convertido en personaje de referencia para gran parte de la población joven de este país. Nos guste o no nos guste es un hecho que personajes como Sofía influyen en el desarrollo del pensamiento de todos sus seguidores, muchos de ellos, en edades aún moldeables social y mentalmente.

Exagerada me llamarán algunos, pero…para muestra un botoncillo…la propia Amor ha declarado esta pasada semana que sigue recibiendo mensajes tránsfobos pero no por parte de Sofía (con la que confesó haber arreglado el malentendido) sino por parte de seguidores de la propia Sofía.

Es decir, el hecho de que esta chica haya dicho algo a otra hace que como muestra de apoyo a ella sus propios fans empiecen a compartir su opinión. Pero podríamos ir más allá, las influencers hoy en día son, como su propio nombre indica, unos de los focos de influencia más poderosos. Aunque no es una influencer al uso como muchas de las que podríamos enumerar, sí que lo es desde el punto de vista de que tiene miles de fans y seguidores y constituye para ellos un punto de referencia.

Por eso hoy, mis gafitas de purpurina están teñidas por el miedo: miedo a la intolerancia hacia cualquier persona en base a cualquier aspecto de su vida, miedo a que esa intolerancia la muestren personas tan jóvenes (que tampoco soy yo Matusalén, pero igual precisamente por eso). Habiendo nacido y crecido en una sociedad que poco a poco va abriendo puertas temo que seamos nosotros mismos los que vayamos cerrándolas. Y por último, miedo a que personajes influyentes muestren formas de pensar tan sumamente retrógradas Si ya es grave que alguien piense así, me parece terrorífico que pueda además influenciar a masas de gente que todavía no está desarrollada y que está en proceso de búsqueda de sus modelos de conducta. Y lo siento, pero una persona con estos pensamientos JAMAS DEBERÍA SER CONSIDERADA COMO MODELO DE CONDUCTA EN NADA.

 

Marta Álvarez