Hostelería. Qué bonita palabra para la putísima mierda que es. Porque sí, que no os engañen, la hostelería sólo se equipara a que te suelten en un ring con tres leones y tu madre cuando le pisas lo fregao. Si trabajas o has trabajado en el flamante y maravilloso mundo de la restauración, quédate porque esto va contigo.

El que va dejando su impronta personal por todos lados:

No hay nada que saque más a la luz la maldad humana y el instinto  asesino que cuando has limpiado todos los cristales del mostrador/ventana y se acerca un crío con las manos llenas de mierda y zasca, te planta las dos pezuñas ahí como el que planta pepinos. Y claro, tú sonríes, pero en el fondo sólo quieres jugar a la pelota vasca con su cara.

Papis, un poquito de educación, hostia puta.

El que sí pero no:

No hay peor que un cliente que no sabe lo que quiere. Que si primero una coca cola, que si luego un café para llevar. Que si el café de leche de soja, ah no perdón, que al final sin lactosa. Y una cola detrás que no sabes si estás en una cafetería o en el baño de una discoteca para mear. Y luego te dicen un «ay, lo siento maja» HAZ UN FAVOR Y QUÉDATE EN TU CASA.

El que te da el dinero como le sale del orto:

Ay, no te importa si te doy tres céntimos y medio de más y así me devuelves un euro y yo te doy dieciocho euros en mensualidades y así me devuelves un billete verdad? Pues tome usted la caja y se lo lleva usted todo señora, que me resulta más fácil. GRASIAS.

El que entra cinco minutos antes de cerrar:

¿PERO POR QUÉ? ¿Qué te he hecho yo en otra vida? Yo creo que el placer que esta gente siente entrando cinco minutos antes de cerrar sólo se equivale a cagar en tu casa después de unas vacaciones. Cuanto más esté todo preparado para cerrar, más se recrean. ¿Que tienes la cafetera limpia y todo guardado? Pues yo quiero 19 cafés con leche y unos churros para tomar aquí, gracias.

El claro que sí guapi:

Mire señor, a lo mejor mi madre me puso el nombre en parsel, pero a mí no me suena que en mi DNI ponga chiiist chiiiist o guapa, la verdad. Si existe la plaquita es por algo, no para que el típico idiota de turno te llame como si fueras un caniche francés

Ya está, eres gilipollas, lo sabemos todo.

Y sobre todo, recordad, el cliente no siempre tiene la razón. Sed felices.