Nos pongamos como nos pongamos: la obesidad es un estigma, la gordofobia existe y, aunque es un problema bastante transversal, afecta en mayor medida a las mujeres que se ven sometidas a una discriminación silenciosa, disfrazada de presión estética.

La sociedad va avanzando y cambian las sensibilidades, al mismo tiempo que el sistema de opresiones va adaptándose y mutando en nuevas cuestiones que son tomadas como verdades universales contemporáneas y que discriminan a ciertos colectivos de forma estructural. Las corporalidades no normativas se han quedado en los márgenes de lo socialmente aceptado y, en especial los cuerpos gordos, han sido invisibilizadas, ninguneadas y culpabilizadas por no entrar en ese estándar marcado por el poder para tenernos amarraditas.

Así que nos pusimos muy contentas cuando las chicas de Feminista Ilustrada se pusieron en contacto con nosotras para luchar juntas por un mundo más diverso y representativo de todas las realidades. Podemos recurrir a ejemplos cotidianos para demostrar cómo tenemos el odio a lo gordo tan interiorizado que, hasta las que estamos muy sensibilizadas con el tema, lo reproducimos sin darnos cuenta.

Reproduces (y reproduzco) gordofobia cuando…

  • Das por hecho que una persona está gorda exclusivamente por comer muchos donuts y nevaditos. De esta manera simplificas esta realidad a una cuestión de falta de fuerza de voluntad, como si estar gordo o gorda fuera una decisión personal.

  • Dices eso de “con lo guapa que eres de cara, es una pena que no adelgaces un poco”. Irse a cagar. Una persona es guapa al margen de los kilos y del tamaño de su cuerpo. Que parece que la belleza es exclusiva de la talla 38, joder.

  • Crees que una persona gorda tiene que dar la gracias porque su pareja la quiera “tal y como es”. Porque claro, “Qué majo Pepe, que para él lo importante es el interior”… ¡ERROR! A nuestras parejas le gustaremos por muchas cosas y sí, también les gusta nuestro culo gordo.

  • Ofreces consejos sobre adelgazamiento que nadie ha pedido (a conocidas y desconocidas). Esto es terrible, para empezar porque es de mala educación y, para terminar, porque no a todo el mundo le sirven las mismas cosas ni está en situación de querer/poder adelgazar.

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  • Diagnosticas enfermedades con solo por ver una fotografía de un cuerpo no normativo. Que no se ¿eh?, pero creo que la carrera de medicina no la regalan por ahí y tal. Es maravilloso que gente random se preocupe por si vas a tener problemas cardiovasculares dentro de unos años (¡NO!).

  • Aconsejas a tu amiga que mejor no se ponga determinada prenda porque le hace más gorda, le marca barriga o lo que sea… por su bien, porque la quieres (mentira). Pero ¿¡QUÉ MÁS TE DA!? Si tu amichi va encantada marcando mondonguillo, lorzas y lo que sea… déjala ser feliz con su cuerpo y con ese vestido petadito con el que está estupenda.

  • Reduces un problema como la obesidad a “comer sano y un poquito de gym” obviando la multitud de factores que hay detrás. Ahí, bien de criminalización y de que lxs gordxs estamos así porque queremos.

  • Te sorprendes cuando una persona vegetariana o vegana tiene sobrepeso. Porque claro, vegetarianxs y veganxs solo comen verduras y así ¿cómo es posible estar gordx? Facepalm. Si es que de donde no hay, no se puede sacar…

  • Utilizas eufemismos como “eres grande”, “estás hermosa” o “estás de buen año”. No señores, estoy GORDA, vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre sin miedo y a reapropiarnos de un adjetivo que, aunque durante años nos hizo mucho daño, no es más que eso: un adjetivo.

  • Recurres al argumento de “promover la obesidad” en cuanto ves una fotografía de una persona gorda orgullosa de cuerpo (en Instagram o cualquier otra red social). A ver si nos enteramos: por reivindicar nuestros cuerpos como válidos y hermosos no estamos promoviendo nada, solo estamos buscando visibilidad y luchando contra la dictadura del canon estético único. ¿De verdad es tan difícil de entender?

  • Crees que las gordas estamos mejor en bañador que en bikini. Sí, bien tapaditas no vaya a ser que molestemos a alguien con nuestras lorzas.

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  • Comparas y comentas los cuerpos de las mujeres (y de los hombres). “Mari Carmen está muy hinchada, se ha dejado mogollón”. Que alguien nos explique el concepto “dejarse”, por favor…

  • Sientes la necesidad de decirle a alguien “lo bien que está” cuando, por lo que sea, ha adelgazado unos kilos. Como si antes estuviese mal o algo. Sin tener ni puñetera idea de a qué se debe su adelgazamiento. Porque sí, evidentemente para la sociedad la gordura es el mal nivel Satán.

  • Equiparas el cuidarse a tener un cuerpo delgado y tonificado. No amichis, cuidarse va más allá… cuidarse es conocerse, es dedicarse tiempo, es amarse y dejar de lado las presiones estéticas para liberarse y ser feliz. Pero está claro que no nos quieren ni libres, ni felices.

  • Aconsejas a una persona gorda a llevar colores oscuros por eso de que disimulan y estilizan. ¿La finalidad? Hacernos pensar que no somos merecedoras de llevar colores, no vaya a ser que llamemos la atención o algo…

Y, asúmelo ya: los chistes de gordos solo hacen gracia si los hacemos los gordos (y a veces ni eso).

Todas las ilustraciones son de las bonicas de Feminista Ilustrada, da gusto colaborar con mujeres talentosas.