Hay quien nos vende que todos somos iguales, hijos de un mismo Dios, hermanos, que si pitos que si flautas. Y hay quienes dicen todo lo contrario, que cada persona es un mundo. Pues yo digo que ni lo uno ni lo otro. Lo uno porque sí, todos somos personas, ya seamos blancos, negros o verde pistacho. Pero aunque cada persona es un mundo, también hay muchas cosas que TODO hijo de vecino hace antes y después de dormir. Vale, quizás no todas las hagamos toooodo el mundo, pero seguro que te sientes identificado/a con varias de ellas.

Antes de irnos a dormir:

Calcular las horas que dormirías si te durmieras en ese mismo instante.

Sí, ahora los móviles o “smartphones” (para los más modernos) te calculan las horas que dormirás al poner la alarma. Esto es un invento del diablo, todo sea dicho. No hay nada más estresante que tener que madrugar al día siguiente, que la alarma te diga que te quedan seis horas y media para que suene el despertador, y que tú, iluso de la vida, hagas fuerza con los ojos para dormirte como aquél que está cagando. Eso no funciona así, y lo sabes. (meme de Julio Iglesias).

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Imaginar tu vida perfecta. 

Esto es demasiado común. Cuando tenemos que dormir pero no tenemos ni pizca de sueño, a todos nos encanta imaginar cómo sería nuestra vida si aprobáramos todas, si nos subieran el sueldo, o si nos fuéramos de vacaciones con el amor de nuestra vida…allá cada uno con su deseo. Pero es que somos tan ilusos que nos entra un sentimiento de felicidad por el cuerpo como si nos estuviera acurrucando nuestra madre contra su pecho. Y oye, que nadie me niegue la sonrisita que se te queda cuando te duermes.

 

Irte muerto de sueño a la cama y no ser capaz de pegar ojo. 

Sí, esto es lo que más mala hostia me da del mundo. Cuando vienes de fiesta, o después de un largo día de trabajo, te metes en la cama con una sensación casi orgásmica cuando tocas la almohada. Piensas que en cuanto apagues la luz vas a morir de placer y te vas a quedar dormido…pero no. No sabes por qué pero no eres capaz de dormir. Primero no le das mucha importancia, te acomodas mejor y respiras hondo, intentando conciliar el sueño. Vuelta a la izquierda, vuelta a la derecha y vuelta a la mala leche. El cabreo se va acentuando con el paso de las horas, y justo cuando por fin consigues dormirte, suena el despertador. Hoy va a morir alguien…

 

Arroparte o desarroparte, he ahí la cuestión…

No hay nada peor que el entretiempo. Cuando con las sábanas de invierno te cueces ya no te queda más remedio que cambiar a las de verano, y te arropas además con el edredón. Pero ¡qué calor! Mejor el edredón lo echo para atrás. ¡Qué frío! Y así empieza la gimnasia rítmica en tu cama, me echo el edredón, me lo quito, me lo echo, me lo quito… y por fin tienes la maravillosa idea de arroparte una pierna sí y otra no. Brillante.

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Cuando duermes desnudo en casa de tus padres. 

Esto es una putada. Porque tú sabes que es de la única manera que estás cómodo, porque duermes así desde que te fuiste a vivir fuera y porque te da la puta gana. Pero en casa ajena ya es otro cantar. Porque en el caso de que tu habitación no tenga pestillo, estás jodido. Puedes dormir como quieras, sí, pero procura estar arropado por la mañana…

 

Estar con el móvil debajo de las sábanas y que se te caiga encima de la cara.

Tan patético que no haré más comentarios…

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Cuando nos despertamos:

Hoy me echo siesta FIJO.

 Te despiertas queriendo matar a alguien después de haber pospuesto la alarma siete veces, jurándote a ti mismo que hoy te echarás una de esas siestas que cuando te levantas, cenas. Pero esa siesta nunca llega, y al día siguiente te maldices por no haberlo hecho.

¿Y si no voy a primera hora?

Esta tiene más variantes, como “voy a decir que estoy enfermo” o “diré que no me ha sonado el despertador”. Tooooodos hemos pensado esto alguna vez, y qué coño, también lo hemos hecho. Las clases a las ocho de la mañana deberían estar prohibidas por ley. Qué digo… ¡madrugar debería estarlo!

 Cinco minutitos más. 

El clásico. Y quien dice cinco dice… ¿una hora?

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Si no desayuno me puedo quedar diez minutos más en la cama.

 Y sí, te saltas el desayuno, la ducha, lavarte los dientes y vestirte, porque se te pegan las sábanas y tienes que salir corriendo como siempre. Y encima, sin beberte el café.

Limpiarte la baba que se te ha caído mientras dormías. 

Vale, es muy asqueroso y a más de uno nos ha pasado, pero es una señal de que hemos dormido como un tronco. Señores de dormidina, os vendo mi saliva para investigación.

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¡Se me ha curado la miopía! 

Este es para los usuarios de lentillas. No, los milagros no existen, te dejaste las lentillas puestas. De nada, lumbreras.

Si a ti no te ha pasado ninguna de estas cosas, por favor, escribe a Iker Jiménez, estará encantado de escucharte.

Mercedes Trinidad