Amigas, el verano ya está aquí: con el calorcito decimos adiós a los abrigos, leotardos, botas, zapatos…Qué bien ¿No? Pues NO. La llegada del calor implica la llegada de las sandalias, y por ende, el inevitable momento de ver tus pies y lamentarte de no haberles hecho caso en todo el puñetero invierno.

Aunque ya bien entrado el verano una dice ¡bah, a la mierda a quien no le guste mis pies que no mire! (y entonces te pasas el resto de las vacaciones sin mirar hacia abajo), al principio cuesta desembarazarse de los calcetines, básicamente porque ves pies maravillosos y los tuyos tienen unas durezas de tal grosor que podrías caminar descalza sobre brasas ardiendo sin inmutarte. Y es ese «complejo» lo que lleva a una a hacer cosas que solo alguien a quien no le gustan sus pies entiende:

  • Miras los pies de todo el mundo: Lo primero que haces cuando te sientas con tus colegas es mirar los pies de quienes te rodean y compararlos con los tuyos. No puedes evitarlo, entre otros motivos porque TIENES que encontrar unos que estén en peor estado que los tuyos por el bien de tu autoestima.

obsessed

  • Los pies cuanto menos al aire mejor: bailarinas, zapatillas con calcetines tobilleros, sandalias cerradas…hasta cangrejeras si me apuras. Cuando llega el verano, el objetivo principal es no pasar calor pero tampoco enseñar más carne de la necesaria…en los pies se entiende.

  • Ir a la playa o a la piscina es una visita que puede producir más ansiedad que visitar al ginecólogo/ dentista (aquí podéis poner el médico que os dé más miedo), porque te pongas como te pongas los pies quedan expuestos. La única solución posible es pasarte la jornada playera tumbada boca arriba con los pies bien enterrados para que nadie pueda fijarse en ellos.

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  • Ir a comprar sandalias no mola nada porque tú, que aún sigues con tus calcetines en pleno julio por vergüenza a enseñar tus pies, te das cuenta que están hinchados y enrojecidos por el calor JUSTO en el momento de probarte el calzado en cuestión delante de la dependienta. Ante esto solo puedes ofrecer tu mejor sonrisa nerviosa y decir no sabía que iba a hacer tanto calor, jeje.

  • Si, como yo, además eres de las que tienes el pie ancho, encontrar sandalias es toda una odisea porque, por lo menos en mi caso, cada vez que veo unas que me gustan no me entra ni la mitad del pie. Y es que algunos modelos (lo más bonitos, aunque también sean los más incómodos) están hechos solo para pies Cenicienta. A este hecho hay que sumarle que aún hoy, en la mente colectiva si uno piensa en unos pies de mujer inmediatamente se imagina un pie estrecho, fino y seguro y  no uno el de un hobbit, algo que no ayuda nada si ya de por sí tienes complejo de pies feos.

  • Ir a que te arreglen los pies no es una opción. Siempre hay alguien que me aconseja esto y, desde aquí les pregunto: ¿qué parte de me avergüenzo de mis pies no entiendes? Porque sí, me dirás que los profesionales están acostumbrados a ver de todo, pero es que resulta que A MÍ me da igual lo que vean en los pies de los demás, me preocupa lo que vean en los míos y no por lo que puedan pensar sino porque no quiero pasar el mal trago de que me suelten comentarios tipo ¿Nunca te los has arreglado? Deberías cuidarlos más, ¿No te los exfolias? o similares y salir triste y desamparada porque encima tienen razón.

  • Pintarme las uñas de los pies… ¿estás loca? Si el principal objetivo del verano es que no llamar la atención, lo de pintarse las uñas no entra en mis planes, aquí se busca la discreción y unas uñas que llevan meses sin ser cuidadas con mimo no se pintan, se esconden en un calcetín hasta considerarlo necesario.

Sin embargo, como sucede en la vida, al final todo pasa y te das cuenta de que nadie se fija en tus pies porque están más pendiente de los suyos propios, así que dejas los miedos aparte y decides echar mano de esas sandalias que tan bien se amoldan a tu pie ancho, porque con el calor: la comodidad gana a los complejos.