Trabajo en el Barrio de Salamanca de Madrid. No lo digo por presumir, no es que viva en el Barrio de Salamanca, sólo trabajo allí, y mi tercero sin ascensor y con vistas al patio interior no puede compararse a los pisazos que debe haber en los portales de la Calle Velázquez por los que paso cada mañana de camino a la oficina desde el metro. Y ahora que ha empezado la vuelta al cole vuelvo a ver las rutinas que he visto los últimos dos años cada día a eso de las 9 menos 5 de la mañana. Madres en chándal acompañando a sus polluelos a coger la ruta o acompañándoles directamente hasta la puerta de alguno de los coles que hay por la zona, muchas de ellas con el perrito a cuestas, que ya es hora de sacarle a pasear. A medida que empiece el frío y que la vuelta al cole ya se haya convertido en una rutina para los niños que no necesitan el beso de mamá cada mañana, las madres serán sustituidas por la chica de turno, que se encargará de la misma tarea mientras las madres descansan después de sus duras jornadas del día anterior. Jornadas de 9 horas de trabajo, gimnasio, clases de alemán, limpiar, cocinar para el tupper del día siguiente…

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Ay no, calla, que ésta es mi jornada, la de estas señoras es totalmente diferente a la mía… ¿Trabajo? Normalmente no, ya está el marido para ello. ¿Gimnasio? Desde primera hora de la mañana, después de dejar a los niños en la ruta, frescas como una rosa, no como yo, que estoy tan cansada después del trabajo que para cuando llego al gym el simple hecho de darle al Start en la elíptica supone un esfuerzo. ¿Clases de alemán? Vielleicht, pero con profesor particular en casa, no teniendo que salir corriendo del trabajo a las 18.00 y volar en el metro para estar en clase a las 18.30. ¿Limpiar?, ¿cocinar? Para eso está la chica, para eso y para acompañar a los niños a la ruta en cuanto empiece el frío…

Si la tele española fuera como la estadounidense (y con 16 ediciones de Gran Hermano nos estamos acercando peligrosamente a esos niveles) no tardarían en sacar ‘The Real Housewives of Barrio de Salamanca’, donde un grupo de mujeres super atareadas hablan de sus duras vidas, de sus maravillosos hijos, de sus últimas compras en la Calle Serrano y de las próximas fiestas a las que asistirán. Ay, qué vidas más complicadas, todo eso es taaaaaan duro de sobrellevar…

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Ay Puri, mi vida es taaaaaaan dura, hoy no me arrancaba el BMW y no he llegado a Pilates…

La ausencia de stress debe ser maravillosa. Por eso todas están estupendas, tipazo, la piel tersa, sin arrugas, el pelo brillante, siempre bien cuidado, descansadas y sin ojeras, felices… La vida de una Pitita* es mucho más fácil que la de los pobres mortales, porque ¿cómo no vas a estar estupenda cuando tu único trabajo es estar guapa?. Las Pititas no sufren stress en el trabajo, no están agotadas de tener que estar pendientes de 50 cosas cada día entre su vida laboral y su vida personal, pueden ir al gimnasio recién levantadas y sin el cansancio de llevar 12 horas despiertas, su piel no sufre la polución del pasar casi una hora diaria en el metro, ni se conforma con cremas antiarrugas de gama media, porque pueden permitirse gastar cantidades ingentes en tratamientos de belleza facial, corporal y capilar, sus vidas se reducen a hacer lo que quieren, cuando quieren y con quien quieren, y eso amigas, si bien no es el sueño de toda mujer, seguro que a muchas de nosotras no nos importaría.

Porque, nos guste o no, en el fondo todas queremos ser un poco Pititas, para dedicarnos en cuerpo y alma a cuidar… bueno, nuestro cuerpo y nuestra alma, para tener a otros que nos ayuden a criar a nuestros hijos, nos limpien la casa y nos cocinen la comida, para vivir de la paga de nuestros marido como de pequeña lo hacíamos de la de nuestros padres, para estar siempre guapas porque es nuestro único trabajo…

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O no… Puede que no seamos las más guapas, las más divinas, las que tienen el culo más prieto; puede que el stress nos impida descansar y cuidarnos como deberíamos, puede que no durmamos por las noches por estar pensando en todo lo que tenemos que hacer al día siguiente en el trabajo, pero nuestra belleza vale mucho más que la de las Pititas. Porque ¿qué mérito tiene estar guapa cuando es lo único que tienes que hacer a lo largo del día?

*Pitita: Cuando tenía 19 años trabajé en un restaurante del Grupo Vips y mis compañeros y yo describimos a la mujer denominada Pitita: Dícese de toda mujer que no trabaja, ni tiene intención alguna de hacerlo, cuya única función es la vida es estar siempre perfecta para su querido esposo. Que es además quien le da el dinero para juntarse con sus amigas Pititas todos los jueves en un restaurante para mirar a los camareros por encima del hombro. Eso sí, he de decir que las Pititas que yo conocía eran encantadoras con nosotros y siempre dejaban buenas propinas. Con los años he conocido Pititas mucho peores…