Cuando un polvo vale más que tus principios

Tengo una conocida de esas que es muy feminista, mucho feminista. De esas que quieren convencer a los hombres a que se deconstruyan constantemente y a las mujeres de que luchemos por erradicar los micromachismos y que fomentemos la sororidad. 

  • De esas que alzan la voz para que hagas con tu cuerpo lo que quieras, salvo que lo que quieras sea algo que no aprueba, entonces ya no puedes.
  • De esas que luchan por la igualdad y el empoderamiento desde el sofá, mientras el novio las mantiene.
  • De las que piensan que todo es un constructo heteropatrialcal: la pareja, la maternidad, los cánones de belleza,…TODO!

Pues la ha dejado el novio. Los motivos, ni los sé ni me importan, aunque me los puedo imaginar.

Lo que me flipa, es el cambiazo que ha dado.

  • De salir en todas sus fotos en chándal, a petar Instagram de selfies enseñando cacho.
  • De pregonar que maquillarse y mantenerse delgada son estereotipos sociales que nos imponen, a presumir de piercing en el ombligo y ponerse todos los filtros del mundo. 
  • De aborrecer la superficialidad a las que nos empujan las redes sociales, a hacerse un Tinder lleno de fotos sensuales y a matar por más seguidores. 
  • De hacer campaña en contra de la depilación y dejar de depilarse, a volver a hacerlo. 

Que a mi me parece todo perfecto, ¡ojo! Que todos los cuerpos son válidos y bonitos, como los adornemos y lo que estemos dispuestas a hacer por sentirnos nosotras más guapas, es cosa nuestra. Solo nuestra. 

principios

Pero me sorprende que la importancia de ligar, de gustar, de buscar aprobación y adulación sean más importantes que sus principios y convicciones. 

Que si piensas que las mujeres no deberíamos seguir las normas estéticas para ligar, eso no tiene que cambiar por el hecho de que tengas o no pareja, o no debería, al menos. Si crees que la depilación es una imposición social y decides dejar de hacerlo, no tendrías que cambiar de opinión por el hecho de querer aprobación masculina. 

Da la sensación o bien de que sus convicciones no eran del todo sólidas o que directamente no estaba engañando. Poca credibilidad tiene para mí una persona que un día critica con fervor una actitud y al día siguiente la aplica. No es que un día te guste el rosa y al día siguiente prefieras el violeta. Es más bien como si un día eres católico y al siguiente budista. 

feminismo

O ¿Qué pasa? ¿Qué esas opiniones son solo válidas en función de qué objetivos tengas? ¿Qué si vuelves a estar en el mercado, tus principios ya no valen lo mismo?

Como dijo no sé quién: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

 

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