Dicen que la cámara te echa 10 kgs de más. Eso es no nada comparado con lo que te pone encima el espejo cuando decides probarte un bikini: celulitis, piel cerúlea, poros, pelos y grasa. Mucha grasa. Y tú te vas deprimida deseando que se inventen los bañadores de cuello largo para que esos desconocidos con los que te cruzarás en la playa una vez en la vida, no se horroricen al ver tu cuerpo.

Al día siguiente acudes con pareo y bañador, escondiéndote. Rezando para que no te tiren piedras o peor: un cubo de agua al grito de «¡Ballena varada!». Pero… ¡oh sorpresa! La arena está cubierta de cuerpos con canas, pelos, pecas,verrugas, estrías, celulitis y piel colgandera. Y nadie te mira. Y tú no puedes evitar pensar «Joder. Debería empezar a mirarme en el mismo espejo que ellos.»

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