Probablemente ‘La disculpa’ de Eve Ensler es uno de los libros más duros que he leído en mi vida. Cuando cayó en mis manos pensé: «Ay, qué bien, letra grande y cortito, la lectura perfecta para la tumbona. Además, seguro que la buena de Eve me hace reflexionar mucho (ya lo hizo con ‘Monólogs de la vagina’ que fue una de mis primeras lecturas feministas)». Vale sí, la parte de la reflexión cumplida con creces, pero… ¡mamasita qué nudo en el estómago página tras página! Al final tuve que leerlo a los pocos porque tenía que rumiar demasiadas cosas.

Es complicado hacer una reseña de este libro sin hacer spoilers, pero creo que es importante contextualizar un poco el tema: básicamente Eve escribe la disculpa que le hubiera gustado recibir de su padre muerto. Un padre que abusó de ella siendo una niña y que la maltrató el resto de su vida. Un padre que, de una manera u otra, consiguió hacer añicos su autoestima y menoscabar la confianza en si misma. Un padre que necesitaba hacer uso de ese poder para sentirse un poquito mejor consigo mismo y encajar en esa masculinidad tan tóxica en la que había sido educado.

Parte de la idea de que la «verdadera disculpa» tiene que ser un reconocimiento de la otra persona desde la igualdad de posiciones; por eso es tan importante que la revisión acompañe a esta disculpa. Y es que perdonar es muy liberador, pero que te pidan perdón de verdad es muy reparador. Y en esto, somos muchas las hijas que podemos sentirnos interpeladas. No en todos los casos se repetirá una historia de abusos tan desgarradora, pero es probable que en muchos la descripción de la brecha de género entre padres e hijas se reproduzca de manera similar.

«Me estás pidiendo que cuestione la naturaleza misma de lo que significa ser un hombre. E incluso someterme a este ejercicio presupone una derrota».

A través de su padre, Eve nos cuenta su historia y sus anhelos desde la honestidad más brutal, pero también abre el melón de un tipo muy concreto de masculinidad: la que es consciente del dolor que están infligiendo y hasta cierto punto lo disfruta. Porque ese sadismo está muy presente en las relaciones asimétricas de poder y es fundamental ser capaces de señalarlo, revisarlo, analizarlo e intentar repararlo.

«La disculpa» como obra literaria, es un ejercicio de empatía que, en palabras de la autora, se convierte en: un proceso catártico y liberador. Se trata de una lectura incómoda, pero absolutamente necesaria.