Si vives mínimamente en este siglo has oído hablar de Dando la nota. Para los que viváis en una cueva Dando la nota es una comedia musical estadounidense en la que un grupo de universitarias se dedican al canto a capella.
Sin duda alguna el brutal éxito de esta película no ha sido la capacidad de canto de las Bellas, que lo hacen divinamente, sino una gorda. ¿Una gorda? Sí, sí. Una gorda. Como te lo cuento. Obviamente no es una gorda cualquiera, es una gorda orgullosa, es alguien que canta a pleno pulmón, que se siente una más de su grupo, que no se esconde detrás de sus amigas que se encuentran dentro de los cánones de belleza, que tiene una seguridad abrumadora cuando está encima del escenario. Es una gorda con la que todo el mundo se lo pasa bien, es alguien que liga y encima se lo pone difícil a su pretendiente (una gorda que liga, ¡se debe estar acabando el mundo!), es una gorda que se presenta como… (Redoble de tambores) AMY LA GORDA. Claro que sí. Y cuando le preguntan si se llama a ella misma Amy la gorda,  responde: “Así las perras como tú me lo pueden decir a la cara”. BOOM. ¿Cómo te quedas?
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Esta sociedad tiene la fea costumbre de etiquetarlo todo para poder meter a unos cuantos en un mismo saco y tener el mundo bien ordenadito. Si la vida fuese el juego de Adivina quién eres y el post-it que te han puesto en la frente es el de gorda, estás obligada a tener una personalidad concreta que suele basarse en ser introvertida, reservada, no llamar demasiado la atención… Porque claro, una gorda no puede ser el centro del universo.
Espera, ¿qué? Ocupamos más que el resto del mundo, ¡somos jodidamente perfectas para ser el centro de todo! Así que dejaos de gilipolleces y aprended  de Amy. Es el santo grial de todas aquellas que no nos sentimos presas de nuestro propio cuerpo. Que somos capaces de reírnos de todo y es que, si se nos ha dado una capa extra de grasa, ¿no será para que nos resbale todo?
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Da igual cual sea tu complejo, el mundo está demasiado podrido como para tener la esperanza de que cambie, así que coge el toro por los cuernos, dale la vuelta a la tortilla y luego cómetela. Ríete de todo lo que no te guste de ti, haz todo lo que te apetezca hacer y sobre todo VIVE.
Como el resto del mundo, todas tenemos nuestros fantasmas, incluso las más fuertes. Lo importante es que los atemos en corto y que cuando se atrevan a asomar la cabeza los invitemos a bailar o a cantar a capella, lo que prefiráis.
Al final de todo, la vida no se mide en michelines sino en el tamaño de tu corazón, así que como diría Amy la gorda: “Aunque algunas estéis demasiado flacas, tenéis unos corazones muy gordos, y eso es lo que importa.”

Andrea R.