No, no vamos a criticar a Paquirrín, perdón, a Kiko Rivera, porque haya decidido adelgazar (por salud o whatever) y presuma un poquito de los resultados en sus redes sociales haciendo «antes y después» y cosas de esas. Que disfrute de su nueva imagen y que le dure mucho, faltaría más. Mientras no decida empezar a repartir consejos fit a los demás (no sería la primera vez que vivimos algo parecido), todo nos parece estupendo.

Con lo que no podemos es con el tratamiento que le están dando algunos medios a la ¿noticia? (¿EN SERIO?), como si el nuevo aspecto de Kiko fuera un milagro de los dioses o algo así. Es el caso de Informalia, el blog de marujeos de elEconomista, que se calcan este pedazo de titular y se quedan tan pichis:

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Pues muy bien majos, hacer chistes de gordos es una cosa súper fina…

Kiko lleva toda su vida siendo objeto de burlas por su físico y por su estilo de vida. Lo han comparado constantemente con su padre y con sus hermanos, además de definirlo como vago, como vividor y, evidentemente, siempre utilizando su condición física para reforzar esa visión negativa (porque como todo el mundo sabe, las personas gordas somos unas vagas y por tanto unas miserables o yo qué sé). Sin ir más lejos este verano se hizo viral una foto suya tirándose a la piscina porque claro «qué salao el gordo este sin complejos».

No seré yo quien defienda el privilegio de Kiko para no dar palo al agua (o dar palitos pequeños dedicándose a lo que le salga de las narices), pero tengo que reconocer que siempre he empatizado bastante con él por varias razones:

  • Por gordo, claro.
  • Porque de pequeños llevábamos el mismo corte de pelo (al igual que gran parte de las niñas y niños nacidos en la década de los 80). Eso une mogollón.
  • Y porque ser hijo de la Pantoja no debe ser fácil (quien haya visto «Mi Gitana» sabe de lo que hablo).

Por eso siempre me ha puesto muy nerviosita que se metieran con su físico tan a fuego. Y es que hasta en programas como Sálvame Deluxe, al que me invitaron a asistir para participar en un debate sobre la discriminación laboral por cuestión de peso (mi minuto de gloria televisiva), lo ponen de vuelta y media tirando de chistes de gordos una vez más. Lo único que les falta decir es algo así como «encima de vago, feo y gordo» (si no lo dijeron ya alguna vez, que tampoco me extrañaría), como si fuera obligatorio que todo el mundo luciera figurín para tener más valor como persona. Estamos ante un ejemplo muy claro de que la gordofobia, aunque afecta en mayor medida a las mujeres porque hay opresiones que se cruzan, es un fenómeno transversal que pone en valor a los seres humanos teniendo en cuenta exclusivamente el número que marca la báscula o el índice de masa corporal.

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Míralo ahí, encantado con el después…

¿Qué necesidad tenemos de hablar del cuerpo de los demás como si fuera una cuestión de Estado? ¿Por qué molestan tanto los cuerpos gordos? ¿En qué momento es noticia el proceso de adelgazamiento de Kiko Rivera? Distinto sería si él decidiera hablar en primera persona de su transformación y le dieran una entrevista, quizás eso sí sería interesante porque ojo, no tiene que ser fácil. Pero el paternalismo de las revistas me lo paso por arco del triunfo, así de claro.